La Perspectiva de una Madre
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La Perspectiva de una Madre Sobre la Educación en el Hogar
por Carol L.

Cuando nuestras amistades cercanas comenzaron a educar en el hogar, yo pensé, "Qué bonito . . . para ellos." De vez en cuando pensaba, "Me pregunto si yo podría educar en el hogar." Pero rápidamente descartaba esa idea como fantasía.

Con el paso del tiempo más de mis amigas hablaban de la educación en el hogar, y nos interesamos más. Una cosa condujo a otra, y nuestra hija de doce años terminó la primaria, para enfrentar inevitablemente la secundaria al año siguiente.

Ya habíamos visto pasar por la secundaria a nuestros dos hijos varones. Entonces Jack, mi esposo, dijo: "De ninguna manera quiero que Jenny esté en esa escuela." Y Heidi iba sólo dos años atrás de su hermana.

No tienes que enfrentar el asunto de la educación en el hogar hasta que decides que realmente lo tienes que hacer. En este punto todas mis dudas respecto a mí misma formaron una barrera que yo consideraba insuperable. ¿Yo? ¿Educar en el hogar? ¡Qué buen chiste! ¡Con dificultad terminé la secundaria yo misma!

Además de mis dudas sobre la educación en el hogar existía la realidad de la operación de nuestro propio negocio en nuestro hogar. Habíamos empezado el negocio el año anterior. Después de haber trabajado mi esposo para otros por 19 años, trabajar en el hogar había resultado ser un gozo. Yo era la "ayuda idónea," contestando el teléfono, llevando la contabilidad, haciendo pedidos de materiales y cumpliendo con mi porción del trabajo.

Parecía imposible siquiera pensar en agregar lo que yo sentía como el trabajo monstruoso de la educación en el hogar. Y, más importantemente, ¿realmente quería yo esa tarea?

Las amistades cercanas ciertamente son un regalo de Dios. Compartíamos con ellos toda pregunta, toda duda y toda preocupación; con su experiencia y amor, los problemas se esfumaban uno por uno para formar la aventura tan satisfactoria y deleitosa de la educación en el hogar.

Nosotros decidimos: sí, educaremos en el hogar. Habiendo tomado la decisión, ¿ahora qué? Heidi, de diez años, estaba muy entusiasmada con la idea. Jenny, de doce años, estaba muy molesta. Se derramaron muchas lágrimas. Ver su cara triste causó más dudas. Nadie quiere que su hijo esté tan molesto.

Para entonces Jack estaba convencido de que lo que estábamos haciendo era lo correcto, así que seguimos adelante. Con catálogos en mano, nos pusimos a decidir qué libros conseguiríamos. De nuevo, con la ayuda de amigos que habían estado educando en el hogar por varios años, fuimos dirigidos por el proceso de hacer pedidos de materiales. La primera vez que haces un pedido es la más difícil.

Las dudas volvieron el día que llegaron los libros. ¡Ay, qué estaba pensando cuando acepté hacer esto! ¿Ahora qué hago? ¡Dos años de material! ¡Auxilio!

Con dirección y varias largas llamadas de teléfono, mi amiga rápidamente me ayudó a pasar por lo que parecía una tarea imposible. Pasamos una tarde tomando un libro a la vez, dividiéndolo entre los días de escuela requeridos y usando una página de cuaderno para cada texto.

Al final de esa tarde, yo tenía un plan por escrito para todo el año escolar de tal manera que lo único que tenía que hacer era abrir mi cuaderno y ya sabía qué era exactamente lo que tenía que enseñar qué día. ¡Vaya! Se sentía como si un camión de concreto (que había estado sobre mi pecho) se acabara de ir.

Se impuso la emoción y era contagiosa. Todos estábamos tan curiosos respecto a lo que sería la educación en el hogar que empezamos el 10 de julio. Jenny empezó a aceptar lentamente, y las cosas iban bien.

En algún punto entre el día que empezamos y septiembre, me di cuenta de la realidad de lo que se habían perdido estas dos alumnas que obtenían casi puros cienes en la escuela pública. Me di cuenta de que tenía una alumna de séptimo grado que no sabía poner mayúsculas ni puntuación, y su ortografía era pésima. Poco a poco nos dimos cuenta de lo que les había faltado en su educación pública. Nunca nos habíamos dado cuenta de sus problemas porque tenían buenas calificaciones.

Nunca olvidaré el día que apliqué a las dos niñas su primer examen. Estaban allí sentadas viendo la hoja sin poder creerlo y con lágrimas en los ojos. "¿Qué pasa?" pregunté. Contestaron, "Esto está muy difícil; en la escuela podíamos usar los libros para los exámenes."

Al investigar más a fondo, descubrí muchas prácticas que me molestaban y malos hábitos que habían aprendido en la escuela pública. Muy rara vez, me dijeron, se les daba un examen donde no se permitía usar el libro, y en esas ocasiones, el material se repasaba justo antes de comenzar.

El trabajo cotidiano de matemáticas lo revisaban los compañeros y no había ninguna consecuencia por los errores, ni siquiera volver a hacerlos correctamente.

Los primeros dos o tres meses de educación en el hogar me encontré deshaciendo el daño que había hecho el sistema público. Estaba muy desalentada. ¿Cómo voy a reponer todo lo que se perdió?

Desesperada, llamé a mi amiga. "¿Qué voy a hacer?" le pregunté gimiendo. "Las niñas no pueden hacer esto y no pueden hacer aquello," etc. Sus palabras pasaron por los cables de teléfono como aceite refrescante. "Recuerda," me dijo, "no lo tienes que aprender todo al mismo tiempo."

Nos relajamos, fuimos más despacio y tomamos las cosas una a la vez. Después, centímetro por centímetro avanzamos hacia adelante y recuperamos el tiempo perdido. Yo no sé si mi amiga se dio cuenta de que las palabras que me dio por teléfono se convertirían en las claves para toda nuestra experiencia de educación en el hogar. "No tienes que hacerlo todo a la vez."

Y ahora estoy ya casi terminando mi primer año de educación en el hogar. Yo, que era una vez una madre dudosa, titubeante, sintiéndome muy incompetente, ahora me siento tan relajada y confiada. El Señor me ha dado el conocimiento y el tiempo para poder educar bien a mis hijos y también continuar con mis tareas del negocio y de la casa.

Veo a nuestras hijas ahora y veo una transformación de la dependencia de grupo a una confianza en sí mismas. La dulzura ha vuelto a la relación entre hermanas. La familia entera ha sido bendecida por ello. Gracias, Dios, por la educación en el hogar.

 

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The Teaching Home

August / September 1990