Formación de Carácter 2
|
Formación de
Carácter
Una de
nuestras metas primordiales como educadores cristianos en el hogar es imprimir
el carácter en la vida de nuestros hijos.
Por tanto, con cuidado ponemos los fundamentos y seguimos los planos
encontrados en la Palabra de Dios, la Biblia.
Le echamos ganas a cada palo y piedra que agreguemos a su casa de carácter;
sin embargo, muy a menudo esas estructuras se derriban más rápidamente de lo
que nosotros las podamos edificar – por las tormentas de influencias externas,
los terremotos de traumas emocionales, o aun los proyectos de remodelación
hechas por los verdaderos dueños de los edificios: nuestros hijos mismos. Otra metáfora
para la formación del carácter incorpora otros factores importantes en cuanto
a su desarrollo. Gálatas
5:22-23 describe ciertos rasgos del carácter como fruto: "Mas el
fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,
fidelidad, mansedumbre, y dominio propio." Como sabe todo
jardinero, la vida de cada planta que produce fruto empieza con la semilla.
El Señor Jesús declara en la parábola del sembrador, "La semilla
es la Palabra de Dios" (Lucas 8:11). Sin
embargo, explica que no toda la semilla sembrada producirá una cosecha. Un factor
importante es la calidad y la condición de la tierra. Nuestro entrenamiento más temprano debe enfocarse en
mantener blanda la tierra del corazón de nuestros hijos para que pueda recibir
la Palabra de Dios. Según nos
advirtió Jesús, hay muchos pájaros aleteando cerca, esperando devorar la
buena semilla antes que pueda brotar. Hay
que estar atento y negar el acceso de estas influencias negativas al corazón de
nuestros hijos. Tenemos que
tener cuidado de no permitir que las espinas del egoísmo presente en todos
nosotros crezcan sin obstáculo, así ahogando la vida de las plantitas.
Esto implica que estemos dispuestos a disciplinar consecuentemente tan
pronto como nuestros hijos empiecen a exhibir los rasgos negativos de carácter,
en vez de permitir que se formen los malos hábitos. Suficiente
humedad tiene que llegar a las raíces para que la planta no se marchite al
tocarle el calor de los problemas. El
Salmo 126:6 sugiere que una posible fuente de esta humedad sean nuestras propias
lágrimas de humildad y arrepentimiento: "El que con lágrimas anda,
llevando la semilla de la siembra, en verdad volverá con gritos de alegría,
trayendo sus gavillas." La vida
espiritual de nuestros hijos empieza con su elección de recibir al Señor Jesús
como su propio Salvador personal. Al
haber sucedido esta germinación, el Espíritu Santo que mora adentro podrá
producir su fruto en sus vidas. Con las
decisiones que nuestros hijos toman, nutren o la vida del Espíritu o las
espinas de sus propios deseos egoístas. No
podemos forzar sus decisiones íntimas. Pero sí podemos animarles en el camino correcto por nuestro
propio ejemplo y enseñanza. En los
primeros meses y años de vida de una planta, se le puede entrenar a crecer en
una dirección deseada amarrándola a un soporte o volteándola por cada lado
por su turno hacia la luz. En esto
es donde los proyectos de entrenamiento bien diseñados y las verdades específicas
de la Palabra de Dios se pueden aplicar de tal manera que suplan las necesidades
de cada hijo. Aun una planta
madura no supera la necesidad de ser podada periódicamente.
Así tenemos que esperar tribulación y pruebas en la vida de nuestros
hijos y en la nuestra propia. Pero
valdrá la pena porque "la tribulación produce paciencia, y la paciencia
produce carácter probado" (Romanos 5:3, 4). Used by Permission The Teaching Home February / March 1991 |