Debe Entrenar A Un Niño
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¿Cómo Se Debe
Entrenar A Un Niño?
"Criadlos
en la disciplina e instrucción del Señor" (Efesios 6:4). El
entrenamiento de los niños es especialmente un tema en que podemos ver las
fallas ajenas más claramente que las nuestras propias.
Necesitamos sospechar nuestro propio juicio. A veces he quedado totalmente asombrado por la lentitud en la
sensibilidad de padres Cristianos
al permitir que sus hijos anden mal o tengan la culpa. Vamos, y
veamos algunas pistas, unas palabras oportunas.
No las rechaces porque son francas y sencillas. Primero, si
vamos a entrenar sabiamente a nuestros hijos, tenemos que entrenarlos de acuerdo
con la Palabra de Dios. Recuerda, los
niños nacen con una inclinación marcada hacia el mal. Por lo tanto, si dejamos que ellos mismos escojan, es seguro
que van a escoger mal. Es natural que
hagamos mal. "La
necedad," dice Dios, "está ligada en el corazón del muchacho"
(Proverbios 22:15). "El
muchacho consentido avergonzará a su madre" (Proverbios 29:15). Entonces, si
vamos a tratar a nuestro hijo sabiamente, no hemos de dejarle a la dirección de
su propia voluntad. Nosotros
tenemos que pensar por él, juzgar por él, como lo haríamos por un débil o
ciego; no deberíamos permitirle andar por sus propios gustos caprichosos e
inclinaciones. Aun no sabe lo que
es bueno para su mente y alma como no sabe lo que es bueno para su cuerpo.
No le permitas decidir qué va a comer y qué va a tomar y cómo se va a
vestir. Que escándalos vergonzosos
se podrían evitar si los padres buscaran la sabiduría divina en cuanto a qué
es mejor servirle al niño en su plato. La obstinación
es casi la primera cosa que aparece en la mente de un niño, y nuestro primer
paso debe ser resistirla. Entrena a tu
hijo con toda ternura, afecto, y paciencia. Que vea que lo
amas. Amabilidad, mansedumbre,
longanimidad, paciencia, compasión, una disposición para tomar parte en
problemas infantiles y en las alegrías triviales – estas son las cuerdas por
las cuales un niño puede ser guiado más fácilmente; estas son las pistas que
tienes que seguir si vas a encontrar el camino a su corazón. La severidad y
la dureza del trato los enfría y se echan para atrás. Hace que se cierren sus corazones, y te cansarás tratando de
encontrar la puerta. Pero que vean
que tienes un sentimiento cariñoso hacia ellos; si los castigas, es para su
bien. Los niños son
criaturas débiles y frágiles, y como tales, necesitan un trato paciente y
compasivo. Tenemos que tratarlos
delicadamente, como plantas sensibles, por lo contrario al tratarlos ásperamente
les hacemos más daño que bien. No debemos
esperar todas las cosas de repente. Tenemos
que recordar lo que son y enseñarles lo que puedan soportar.
Su entendimiento es como vasijas de cuello angosto; debemos llenarles con
el vino de conocimiento gradualmente o mucho de éste se va tirar y
desperdiciar. Verdaderamente hay
que tener paciencia al entrenar a un niño, pues sin ella no se puede hacer
nada. Nada puede
compensar la falta de ternura y
amor. Puedes marcarle al niño su
deber; ordenar, amenazar, castigar, razonar; pero si le falta cariño a tu
trato, tu labor será en vano. El
amor es el gran secreto de entrenar con éxito.
El enojo y la aspereza podrán asustar, pero no persuadirán al niño de
que tienes razón; y si a menudo te ve perder la calma, pronto perderás su
respeto. El miedo pone fin a la
transparencia de actitud; el miedo lleva a la ocultación; el miedo siembra la
semilla de la hipocresía y lleva a muchas mentiras.
Hay una mina de verdad en las palabras del apóstol a los Colosenses.
"Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se
desalienten" (Colosenses 3:21). Siempre
recuerda que el alma de tu hijo es lo primero para ser considerado. Sin duda, son
preciosos estos pequeños en nuestros ojos; pero si los amamos, pensaremos a
menudo en sus almas. Ningún interés
nos importará tanto como su bienestar eterno.
No vamos a querer ninguna parte de ellos más que aquella que jamás
morirá. Este es el pensamiento que
debe ocupar el primer lugar en nuestras mentes en todo lo que hagamos para
nuestros hijos. ¿Cómo afectará
esto sus almas? Mimar y
consentir a nuestro hijo como si este mundo fuera todo lo que tuviera
que esperar y esta vida fuera su única temporada de felicidad – hacer
esto no es amor verdadero, sino crueldad. Tampoco
es fidelidad a Cristo. Un Cristiano
fiel no debe ser esclavo a la moda si va a entrenar a su hijo para el Señor.
No debe conformarse con hacer las cosas simplemente porque así es la
costumbre del mundo (Gálatas 4:10; Romanos 12:2).
Tampoco debe permitir que lea libros de dudoso buen gusto simplemente
porque todo mundo los está leyendo. ¿Y
qué puede traer el mundo al hogar más que la televisión? El padre no
debe avergonzarse de que llamen su entrenamiento raro y extraño.
El que ha entrenado a sus hijos para el cielo en vez del mundo – para
Dios en vez del hombre – es el padre a quien se le llamará sabio a fin de
cuentas. Entrena a tu
hijo en el conocimiento de la Biblia. No podemos
obligar a nuestros hijos a amar a Dios. Nadie
más que el Espíritu Santo les puede dar un corazón que se deleita en la
Palabra. Pero sí podemos
introducirles a la Biblia; y seguramente no pueden conocer ese bendito Libro
demasiado temprano ni de más. Deja
que ese sencillo Libro sea todo en el entrenamiento de sus almas; y que todos
los demás libros tomen segundo lugar. Entrénales en
una costumbre de oración. Padres, si
aman a sus hijos, hagan todo lo que puedan para entrenarles en una costumbre de
oración. Enséñales cómo
empezar. Diles qué decir. Anímales a perseverar. Llámales la atención si se ponen negligentes y flojos en
cuanto a orar. De acuerdo que los
primeros pasos en cualquier tarea siempre son los más importantes, también es
la manera en que oren nuestros hijos, un asunto que requiere nuestra mayor
atención. Parece que pocos saben
que caen en un hábito de orar en una manera rápida, negligente, e irreverente.
Lector, si amas a tus hijos, te encargo que no dejes pasar el tiempo de
sembrar la costumbre de orar. Entrénales a
reunirse con el pueblo de Dios de acuerdo a las escrituras. Diles que
donde se reúne el pueblo del Señor en su nombre, ahí está presente el Señor
Jesús de una manera especial, y los que están ausentes deben esperar, como el
apóstol Tomás, perder una bendición. "No
dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre" (Hebreos
10:25). No les
permitas crecer con una costumbre de decidir si quieren asistir o no a las
reuniones. Tampoco me
gusta ver lo que llamo un "rincón para jóvenes" en una asamblea.
A menudo adquieren hábitos de falta de atención e irreverencia los
cuales requieren años para desaprender, si acaso se puede.
Lo que me gusta ver es toda la familia sentada junta.
"Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros viejos, con nuestros
hijos y con nuestras hijas…porque es nuestra fiesta solemne para Jehová"
(Exodo 10:9). Tampoco
debemos tomar a la ligera el Día del Señor al convertirlo en un día de recreo
y gratificación personal. Entrénales a
obedecerte sin que siempre sepan por qué. Debemos enseñarles
a aceptar todo lo que les requiramos como para su propio bien. He oído decir
que no debemos requerir a los hijos nada que no pueden entender, que deberíamos
explicar y dar una razón por todo lo que les pidamos. Te advierto solemnemente contra tal idea.
Te digo claramente, creo que es un principio precario y no de acuerdo con
las escrituras. Sin duda es absurdo
crear un misterio de todo lo que hagamos, y hay muchas cosas de que es bueno
explicar a los niños para que puedan ver que son razonables y sabias.
Pero criarlos con la idea de que no tengan que confiar – que ellos con
su entendimiento débil e imperfecto, hay que aclararles el "por qué"
a cada paso que tomen – esto es un error espantoso y probablemente haga el
mayor daño en sus mentes. Entrénales en
una costumbre de obedecer rápidamente. Este es un
objetivo que vale la pena lograr. Supongo
que ninguna costumbre tenga tanta influencia sobre nuestras vidas como éste.
Padres, determinen obligar a sus hijos a obedecerles, aunque les cuesta a
ustedes muchos problemas y a ellos muchas lágrimas.
Que no haya nada de cuestionar y razonar y disputar y titubear y
contestar. Cuando les den una
orden, que ellos vean claramente que ustedes exigirán que se cumpla.
Es la marca de hijos bien entrenados que hacen lo que sea que les ordenan
sus padres. ¿De veras dónde está
la honra que impone Efesios 6:1, si a los padres no se les obedece con gusto,
alegre y rápidamente (Efesios 6:1-4; Colosenses 3:20)? Se dice del Señor
Jesús mismo que cuando era joven estaba sujeto a María y José (Lucas 2:51).
Fíjate en que el Apóstol Pablo nombra la desobediencia a los padres
como una de las señales de los últimos días (2 de Timoteo 3:2). No fuimos
creados para la independencia total; no somos capaces de ella.
Aun los hombres libres de Cristo tienen un yugo que ponerse – para
"servir a Cristo el Señor" (Colosenses 3:24).
Los niños no pueden aprender demasiado temprano que éste es un mundo en
que no es el propósito que nosotros reinemos divinamente y no estamos en
nuestro lugar correcto hasta que sepamos obedecer.
Enséñales a obedecer mientras están chicos o se van a quejar contra
Dios toda la vida, con la vana idea de ser independientes de su control.
La consecuencia del carácter de ese niño en el fin será la maldad y la
presunción. Entrénales a
decir la verdad siempre, toda la verdad, y nada más que la verdad. Se dice de
Dios que es el Dios de la verdad. Menos
que la verdad es una mentira; evasiva, excusar, y exageración son términos
medios hacia lo que es falso y han de ser evitadas.
Anímales a ser francos en cualquier situación y, a toda costa, decir la
verdad. Lo insisto
para nuestro propio consuelo y asistencia en todos nuestros tratos con ellos.
Encontraremos mucha ayuda de veras en poder confiar siempre en su
palabra. Bastará para prevenir ese
hábito de encubrimiento que desdichadamente está muy usual entre los niños. Entrénales en
la costumbre de siempre redimir el tiempo. La ociosidad
es el mejor amigo del diablo. Es la
manera más segura de darle una oportunidad para hacer daño. Una mente inactiva es como una puerta abierta, y si Satanás
mismo no entra por ella, es cierto que echará algo que produzca malos
pensamientos en nuestras almas. Tenemos
que tener las manos llenas y nuestras mentes ocupadas con algo o pronto nuestras
imaginaciones fermentarán y causarán daños.
Creo que la ociosidad ha conducido a más pecado que cualquier otro vicio
que se puede nombrar. Me gusta ver
a los niños activos e industriosos y poniendo todo su corazón en lo que hagan. Entrénales
con un temor constante del consentimiento excesivo. Sé muy bien
que el castigo y la corrección son cosas desagradables. Nada es más antipático que proporcionar dolor a quienes
amamos y provocar sus lágrimas. Pero
mientras los corazones son lo que son, es vano suponer que se pueda criar a un
niño sin corrección. Consentir es
una palabra muy expresiva y tristemente llena de significado. Ahora la vía más corta para consentir a los niños es
dejarles hacer las cosas a su manera – permitirles que hagan mal y no
castigarlos por ello. Créeme, no
lo hagas, cueste lo que cueste, a menos que quieras arruinar el alma de tus
hijos. "El que
escatima la vara odia a su hijo, mas el que lo ama lo disciplina con
diligencia" (Proverbios 13:24). "El
que escatima la vara odia a su hijo, mas el que lo ama lo disciplina con
diligencia" (Proverbios 22:15). "No rehúses la corrección del muchacho: porque si lo
hirieres con vara, no morirá. Tú
lo herirás con vara, y librarás su alma del infierno" (Proverbios
23:13,14). "La vara y la
corrección dan sabiduría: mas el muchacho consentido avergonzará a su madre.
Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará deleite a tu alma"
(Proverbios 29:15,17). ¡Que fuertes
y contundentes son estos versículos! ¡Que
melancólico el hecho de que en muchas familias Cristianas prácticamente se
desconocen! Sus hijos requieren
reprobación, pero raramente se da; requieren corrección, pero casi nunca se
emplea. Y sin embargo este libro de
Proverbios no es obsoleto ni inútil para el Cristiano.
Se da por inspiración de Dios y es muy útil.
Seguramente el creyente que cría a sus hijos sin atender a sus consejos
se cree más sabio que lo en ellos está escrito y se equivoca grandemente. Padres, por el
bien de sus hijos, cuiden del consentimiento excesivo.
Acuérdense de que es su primer deber consultar su verdadero interés, y
no sus caprichos y gustos; entrenarlos, no seguirles la corriente; aprovechar,
no simplemente complacer. No deberías
ceder a cada deseo y capricho que entre a la mente de tu hijo a pesar de cuánto
le ames; no deberías permitirle pensar que su voluntad sea todo y que solamente
tenga que desear algo y le será hecho. Te
pido que no hagas ídolos de tus hijos. Aprende a decir "No" a tus hijos.
Muéstrales que eres capaz de negarles cualquier cosa que pienses que no
les es útil. Muchas de tus
actividades y entretenimientos requieren una firmeza a menos que se les lleve la
corriente de las seducciones de Satanás. Evita empezar
a amenazar perpetuamente. Menos
castigos llevados a cabo completamente y a fondo son mejor que castigos
frecuentes y ligeros. Sin embargo,
no permitas que pase la desobediencia sin castigarla.
Cuando sea necesaria la disciplina de tus hijos, los padres deben estar
de acuerdo en amor. Cuidado de
permitir pasar desapercibidas las fallas pequeñas bajo la idea "es una
pequeña." No hay cosas pequeñas
al entrenar a los hijos; todas son importantes.
Hay que quitar las malezas chiquitas como cualquier otra.
Déjalas y pronto se pondrán grandes.
Lector, si no te molestas con tus hijos cuando están pequeños, ellos te
molestarán cuando sean grandes. Entrénales,
recordando continuamente cómo Dios entrena a sus hijos. Te pido que
tomes a pecho la lección que te quieren enseñar los tratos de Dios con su
pueblo. No temas negar a tu hijo
cualquier cosa que piensas que le hará daño, no importa que sea su deseo.
Esto es el plan de Dios. Consentir
perpetuamente es el camino al egoísmo, y la gente egoísta y los hijos
consentidos raramente están contentos. Lector,
no seas más sabio que Dios; entrena a tus hijos como él entrena a los suyos. Entrénales,
recordando continuamente la influencia de tu propio ejemplo. No hay
sustituto por la piedad – la realidad con Dios en las vidas de los padres.
La instrucción, el consejo, y las órdenes serán de poca utilidad si no
están respaldados por el patrón de tu vida.
No se te olvide que los niños aprenden más por la vista que por el oído.
Lo que ven surte un efecto más fuerte en sus mentes que lo que se les
dice. Más bien,
esfuérzate por ser una epístola viva de Cristo, tal como tus hijos pueden
leer, y esto claramente. Sé un
ejemplo en palabra, en temperamento, en diligencia, en templanza, en fe, en
benignidad, en humildad. Tu
razonamiento y tu sermón, tus instrucciones sabias, y tu buen consejo – todo
esto quizás no lo entenderán, pero sí pueden entender tu vida.
Mientras disfrutas a Cristo en tu propia vida, ellos creerán que es algo
real. Los niños son muy listos
para observar, muy prontos para percibir la hipocresía, muy prontos para
descubrir lo que realmente piensas y sientes, muy prontos para adoptar todas tus
maneras y opiniones; y en general descubrirás que de tal padre, tal hijo. Entrénales,
recordando continuamente el poder del pecado. Esto te
guardará contra las expectativas no de acuerdo con las escrituras.
Es doloroso ver cuánta corrupción y maldad hay en el corazón de un
joven y cuán rápido empieza a dar fruto.
Genios violentos, obstinación, orgullo, malhumor, cólera, ociosidad,
egoísmo, engaño, astucia, falsedad, hipocresía, una terrible aptitud para
aprender lo malo, una dolorosa lentitud para aprender lo bueno, una disposición
para fingir cualquier cosa con el fin de lograr sus propios fines.
No lo pienses raro e inusual que los pequeños corazones puedan estar tan
llenos de pecado. Es simplemente la
porción que nuestro padre Adán nos dejó; es aquella naturaleza caída con que
entramos al mundo. Jamás
escuches a los que te dicen que tus hijos son buenos y bien criados y
que se puede confiar en ellos. En
su mejor estado quieren tan solo una chispa para prender en llamas sus
corrupciones. Rara vez los padres son demasiado cautelosos.
Acuérdate de la depravación natural de tus hijos y cuidado. Entrena con
oración continua para la bendición sobre todo lo que emprendas. Considera a
tus hijos como Jacob consideraba a los suyos; le dice a Esaú, que ellos son
"los niños que Dios ha dado a tu siervo" (Génesis 33:5).
Considéralos como José consideraba a los suyos; dijo a su padre,
"Son mis hijos, que Dios me ha dado aquí" (Génesis 48:9).
Considéralos como el salmista, que son "herencia de Jehová"
(Salmo 127:3). Mira cómo Manoa
habla con el ángel acerca de Sansón: "¿Cómo debe ser la manera de vivir
del niño, y qué debemos hacer con él?" (Jueces 13:12). Observa con cuánta
ternura Job cuidaba las almas de sus hijos: "Ofrecía holocaustos conforme
al número de todos ellos. Porque
decía Job: Quizás habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios
en sus corazones. De esta manera
hacía todos los días" (Job 1:5). Padres, si
aman a sus hijos, vayan y hagan asimismo. No
pueden nombrar demasiado sus nombres ante el propiciatorio.
"Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor; alza
tus manos a él implorando la vida de tus pequeñitos" (Lamentaciones
2:19). Used by Permission The Teaching Home February /
March 1991 |