La Relación Padre/Hijo
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La Relación
Padre/Hijo
Una Madre
Educadora en el Hogar y Sus Hijos Ahora que
estoy en casa enseñando a mis hijos, los veo en todo su esplendor.
Conozco a mis hijos. Hemos
vivido y trabajado juntos. Les he
enseñado y compartido mi vida. Me
caen bien. Son personas con quienes, en términos generales, realmente
me gusta pasar tiempo. Mi hijo mayor
tiene 16 años. El tiempo que he
tenido con él jamás lo volveré a tener de la misma manera. El tiempo pasa muy rápidamente.
En diez años más, si el Señor tarda, tendré 46 años y mi más pequeño
tendrá 15 años. Tendré
suficiente tiempo para otras cosas si el Señor me da el tiempo. Mi tiempo es algo que puedo darles a mis hijos ahora de una
manera que no podré hacerlo más
tarde. Ahora puedo estar con ellos
y enseñarles valores piadosos. Puedo
aprovechar situaciones cotidianas reales para ilustrar verdades bíblicas.
Jamás volveré a disponer de este tiempo.
Muchas cosas pueden esperar, pero los hijos crecen. ¿Cuáles son
los dividendos de enseñar a tus hijos en casa?
Primero, me siento muy realizada. Creo
que tengo lo que muchas mujeres buscan en empleos fuera de la casa y no
encuentran. Me siento desafiada
cada día a usar la sabiduría y los poderes del razonamiento.
Utilizo mi mente todo el tiempo y aprendo nuevas cosas cada día.
No solamente funcionan mejor que nunca mis habilidades matemáticas, sino
que estoy aprendiendo cosas de la historia americana que jamás había oído
antes. Ahora que soy adulta, nada
me es aburrido. Estoy adquiriendo
habilidades educativas que me serán útiles toda mi vida, y tengo el gozo de
ver crecimiento personal mensurable tanto en lo mental como en lo espiritual. Veo al Señor obrando diariamente en mis debilidades, haciéndome
más conforme a la imagen de Cristo. Segundo, puedo
pasar tiempo especial con mis hijos que sería imposible si no estuvieran en
casa conmigo o yo no estuviera en casa con ellos. Los mayores y yo compartimos miradas de complicidad y nos reímos
de las cosas chistosas que hacen y dicen los pequeños.
Disponemos de tiempo para platicar mucho de temas importantes cuando es
oportuno. Les doy consejos sobre la
crianza de los hijos y el trato y la elección de una pareja mientras hacemos
nuestra rutina cotidiana. Estoy
presta para enseñar a los hijos cómo llevarse bien unos con otros, y para
explicarles cómo estas habilidades les ayudarán cuando sean adultos. Podemos
platicar de lo que el Señor está haciendo en nuestra familia. Podemos inventar bromas familiares, hacernos cosquillas y reírnos
juntos. Leemos historias bíblicas,
nos hacemos preguntas unos a otros y oramos juntos. Los que no enseñan en casa también disfrutan de estas
cosas, pero quizás no con mucha frecuencia. Un Padre
Educador en el Hogar y Sus Hijos Primero creo
que es importante señalar que Dios ha dado dos padres a nuestros hijos con un
propósito. También Dios ha
declarado claramente en su Palabra que el esposo es la cabeza del hogar y ocupa
esa posición para dirigir todo lo que allí pasa.
Esto se aplica sea que tu esposo sea un creyente ferviente, un tibio
oidor-pero-no-hacedor, o un simple incrédulo.
No hay ninguna indicación en la Biblia de que la condición espiritual
de un padre, o la falta de ella, vaya a afectar su posición en el hogar.
Si tu esposo está totalmente en contra de educar a los hijos en el
hogar, es seguro creer que Dios tampoco piensa que lo debes hacer.
Damas, si quieren la bendición del Señor en este esfuerzo, ¡no pasen
por encima de su esposo! Mi esposo es
un hombre piadoso y apoya mucho la enseñanza en casa. Toma en serio su responsabilidad dada por Dios en cuanto a su
familia. Sin embargo, no está
"involucrado en la enseñanza en casa" como algunos dicen que debiera
estar involucrado. Primero, pasa
nueve horas diarias en el trabajo ganando el dinero suficiente
para que yo pueda quedarme en casa y enseñar a nuestros hijos.
¡Creo que esto es una parte muy importante del cuadro de enseñar en
casa! Al hacerlo les pone muy buen ejemplo de fidelidad y
responsabilidad a nuestros hijos yendo a trabajar cada día, aun cuando quisiera
quedarse en casa con nosotros. El
es quien me permite cumplir con el papel de esposa y madre tradicional en la
casa. Segundo, ¡me
cuida mucho! Me dice que soy
maravillosa, y que hago bien mi trabajo. No
duda de mis habilidades, sino que me anima en lo que estoy tratando de hacer.
Me escucha cuando el día o la semana me sale mal, y es comprensivo en
vez de crítico. Sale conmigo casi
cada viernes por la noche, y no se queja al cuidar a los niños para que yo
pueda salir con una amiga de vez en cuando. Por último,
juega con los niños cuando está en casa.
Tienen lucha libre por toda la sala, y los niños se le pegan como una
lapa. Es cuidadosol y nunca los
hace llorar por atormentarlos ni por jugar muy fuerte con ellos.
Por lo menos una vez a la semana lee en voz alta con los hijos medianos,
usualmente por más de una hora. A
menudo lee con los pequeños y ora con ellos y los acuesta en sus camas.
Disfruta cantar a las niñas y orar con ellas antes que duerman.
Ayuda a los hijos grandes con sus bicicletas y le gusta jugar juegos de
estrategia con ellos de vez en cuando. Cada papá es
diferente, igual que cada mamá es diferente.
Cada familia es diferente, como cada hijo es diferente.
Todos hemos sido llamados a ser obedientes al Señor y llegar a ser
hechos a la imagen de Cristo. Cristo es nuestra norma, no una lista hecha por el hombre de
"quehaceres." La Biblia
no dice que el padre tiene que estar involucrado en enseñar temas académicos,
ni aun enseñar a sus hijos su propio oficio. Lo que sí
dice la Biblia es: "Y amarás
á Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus
fuerzas. Y estas palabras que yo te
mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás
de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando
te levantes." Deuteronomio 6:5-7 Esta norma es
más difícil de cumplir. Implica
vivirla en vez de cumplir un juego de actividades prescritas. Un hombre puede leer la Biblia cada mañana y tener
devocionales familiares y aún así no amar al Señor con todo su corazón,
alma, y fuerzas. Quizás un hombre
que ama al Señor con todo su corazón, alma y fuerzas no practique esas cosas,
pero podrá impactar mucho más la
vida de su familia que aquel hombre que sí las practica.
Es el corazón del hombre para con Dios lo que imprime los mandamientos
en el corazón de sus hijos. Si un
hombre tiene un corazón para Dios,
naturalmente hablará de ello en la casa y mientras anda (o maneja) por el
camino y cuando se acuesta y se levanta. Los hijos
crecen hasta llegar a ser cristianos completos cuando ven a sus padres realmente
viviendo la vida cristiana. Los
padres que no practican lo que predican tienen hijos que cuestionan la validez
del cristianismo, sin importar en qué escuela estudian o cuántas veces se lee
la Biblia en casa. por Luanne
Shackelford y Susan White, dos madres educadoras en el hogar.
Seleccionado con permiso de su libro realista, animado y humorístico, A
Survivor's Guide To Home Schooling (Guía para la Educación en el Hogar, por
una Superviviente). Used by Permission The Teaching Home December / January 1989 |