Experiencia de Educación en el Hogar
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Experiencia de
Educación en el Hogar
Gracias por el
ejemplar gratuito de su revista que recibí por correo ayer. No podía esperar
para escribirles y compartir mis pensamientos y experiencias con otros. Tenemos tres
hijos: Becky de trece años, Samantha de siete, y Andrés de 18 meses. Este será
nuestro tercer año de educación en el hogar. Cuando
empezamos a educar en el hogar, definitivamente era “por fe.” Comenzamos con
el primer y único programa que conocíamos. Era el primer año en el que
finalmente podía permanecer con mis hijos en la casa, y a la mitad de un
embarazo muy difícil. Habíamos
mandado a Becky, nuestra hija mayor, a una escuela cristiana desde kínder hasta
el tercer grado. Era casi imposible por el costo, pero sentíamos que valía la
pena para poder lograr que los valores y la fe cristiana que enseñábamos en
casa fueran reforzados en la escuela. Pero a pesar
de esto, observamos cómo nuestra hija amable, extrovertida y brillante se
convirtió en una esnob retraída y elitista que odiaba la escuela y tenía que
tener todos los juguetes, muñecas, y ropa más reciente que tenían “todos
los demas.” Nos cambiamos
durante el verano antes de que ella empezara el cuarto grado, y nos dimos cuenta
de que no teníamos otra opción mas que inscribirla en la escuela pública. (Ni
habíamos escuchado de la educación en el hogar en ese tiempo.) No es necesario
que les cuente lo “divertido” que fue eso. La presión de grupo para que
usara maquillaje, mezclillas ajustadas, tuviera novio, vagara por el centro
comercial, fuera al cine, escuchara música rock, clases de educación física
mixtas con niñas luchando contra niños, etc., era increíble. Después de dos
años de escuela pública, su educación se había convertido en una pesadilla.
Había pasado de ser una alumna con calificaciones de 100% en primer y segundo año
a 90% en tercero y 80-70% en cuarto y quinto año. Becky se sentía tan
frustrada de ser “cristiana” y hacer lo que Dios y sus padres esperaban, y
después ser rechazada cuando se mantenía firme en su postura contra las ideas
mundanas de sus maestros o compañeros. Nosotros sentíamos que esto estaba
causando su pérdida de interés en la escuela y se estaba reflejando en sus
calificaciones. Cuando hablamos con sus maestros nos dijeron, “No la presionen
tanto. Deberían estar contentos – depués de todo, ¡70% es promedio!” Samantha,
nuestra segunda hija, estaba por comenzar ese otoño, y yo estaba llena de pánico.
Durante ese verano el Señor había oído nuestras oraciones y oímos sobre la
educación en el hogar. Sabíamos que teníamos que hacer algo si no queríamos
que Becky fuera analfabeta o que se saliera de la escuela, o ambos ,para cuando
tuviera dieciséis años. No sabíamos
nada sobre la educación en el hogar, si existían leyes a favor o en contra, sólo
conocíamos un programa y nunca habíamos oído sobre grupos de apoyo. Yo estaba
asustada. Tenía certificado de preparatoria, pero ¿qué iba a saber yo sobre
enseñanza? ¿Podría deshacer el daño que se había hecho? (Becky apenas
estaba leyendo a un nivel bajo para tercer grado y ya estaba entrando a sexto.)
¿Siquiera podría enseñar a Samantha a leer? La lista de temores y
preocupaciones era interminable. ¡Gracias a
Dios, tengo un esposo que creía en mí, aun cuando yo no creía, y un Dios que
es tan bondadoso que estaba allí para que fuera a El aunque a mí se me
olvidara ir a Él! ¡Qué necedad pensar que Él hubiera puesto esto en nuestras
vidas para después dejarnos solos! Dentro de las
primeras semanas, se hizo obvio que Becky tenía que “volver a lo básico” y
yo tenía que “volver a mi Biblia.” Samantha, por
otro lado, estaba prosperando. Como una esponja seca, no podía absorber sus
nuevos conocimientos con suficiente rapidez. Después de mucha oración decidí
ya no dar a Becky tareas de lectura que eran demasiado difíciles para ella.
Ella se convirtió en la maestra de fonética para Samantha. Fui a la biblioteca
para conseguir libros de tercer y cuarto grado para que ella le leyera a
Samantha en las tardes mientras yo descansaba, por orden médica. ¡Esto funcionó
de maravilla! Becky desarrolló sus destrezas básicas y aprendieron juntas sin
tener que avergonzar a la “hermana mayor” regresándola varios grados. Becky ahora
lee a nivel de séptimo año (¡eso representa cuatro niveles y medio en dos años!);
Samantha lee a nivel de cuarto grado. Ella leyó 65 libros durante las cuatro
semanas del programa de verano de lectura en la biblioteca local. ¡Ese fue uno
de nuestros éxitos! Ah, sí, ¡también hemos tenido nuestros fracasos! El
programa que usábamos era muy desalentador para uno de nuestros hijos, y muy
lento y sin retos para otro. Yo no conocía otro programa sino hasta la mitad de
nuestro segundo año, y no quería cambiar a mitad de año. Después de todo,
Becky había tenido suficientes cambios. Después de dos años, ahora tengo
suficiente confianza como para extenderme y probar otros estilos y programas.
Tengo muchos deseos de volver a empezar este año. Sí me resulta casi imposible
en algunas ocasiones enseñar dos grados diferentes con seis años de
diferencia, estar al pendiente de un bebé muy activo, lavar la ropa, cocinar
los alimentos, limpiar la casa y además ser una esposa amorosa. Tenemos
familiares y personas de la iglesia que piensan que estamos locos, o por lo
menos que somos “raros” por seguir educando en el hogar. Creo que pensaban
que era una “fase.” Pero yo no cambiaría mi vida como madre educadora por
ninguna otra cosa. Dios nos ha
mandado su revista en un tiempo en que empezábamos a desanimarnos. Estamos
procurando encontrar un grupo de apoyo que tenga una mayor diversidad en cuanto
a edades para poder proveer compañerismo para nuestras dos hijas, y no sólo la
menor. Mientras tanto, su revista nos mantendrá en contacto con otros
educadores en el hogar. ¡Que tengan un buen año! Used by Permission The Teaching Home October / November 1988 |