El Fútbol y la Filosofía
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El Fútbol y la
Filosofía
Al hojear
diversos libros sobre el papel del padre cristiano, observé que todos
recomendaban que el padre pasara una buena cantidad de tiempo enseñando al hijo
cómo aventar un pase de espiral en fútbol. Y, realmente, no hay nada de malo
en ello. Pero, ninguno de estos libros en ningún momento animaba a Papá a enseñar
algo más que simplemente cómo aventar un espiral. El deporte es
maravilloso. El tiempo que un padre pasa con sus hijos aventando un balón de fútbol,
pegándole a la pelota de beisbol, tirando una canasta de basquetbol, luchando,
corriendo o cualquier otra actividad deportiva es algo que debe ser valorado.
Nunca subestimes lo que esto puede significar para nuestros pequeños. Pero, por
divertidas que sean estas cosas, seguramente algo anda mal si esto es lo único
que los padres hacen junto con los hijos. ¿Por qué será que los libros que
pretenden enseñarnos a ser padres maravillosos no nos enseñan también a hacer
cosas importantes, estimulantes e intelectuales con nuestros hijos? ¿Por qué
no intentan persuadirnos para que seamos maestros de nuestros hijos? El
desarrollo físico de nuestros hijos es importante, pero su desarrollo
intelectual es aun más importante. ¿Por qué no se nos anima a enseñarles
filosofía al igual que futbol? El Rey David
fue un padre que enseñó a sus hijos las cosas importantes y perdurables.
Debido a esto ellos pudieron lograr cosas importantes y perdurables. Hacia el
final de su vida David dijo: "‘Oídme, hermanos míos, y pueblo mío. Yo
tenía el propósito de edificar una casa en la cual reposara el arca del pacto
de Jehová, y para el estrado de los pies de nuestro Dios; y había ya preparado
todo para edificar. . . y [Dios] me ha dicho: "Salomón tu hijo, él
edificará mi casa y mis atrios; porque a éste he escogido por hijo, y yo le
seré a él por padre . . ." Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios
de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque
Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los
pensamientos. Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te
desechará para siempre. Mira, pues, ahora, que Jehová te ha elegido para que
edifiques casa para el santuario; esfuérzate, y hazla . . .' Y David dio a
Salomón su hijo el plano [del Templo]. . . . Dijo además David a Salomón su
hijo, ‘Anímate y esfuérzate, y manos a la obra; no temas, ni desmayes,
porque Jehová Dios, mi Dios, estará contigo; él no te dejará ni te
desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa de Jehová'"
(I Crónicas 28:2-20). Aquí vemos
las señas de un buen padre – encontró metas grandes y sublimes para sí
mismo, y estableció una dinastía familiar que fue capaz de trabajar para, y
edificar sobre estas metas aún después de que él partiera. Sin duda, David
también tuvo ratos frívolos con Salomón, pero también lo preparó para
logros extraordinarios, prosperidad significativa y éxito. Debemos notar cómo
identifica David al Todopoderoso para Salomón – "El Dios de tu
padre," y "Jehová Dios, mi Dios." David no se niega a
identificar a Dios como su Dios; Salomón conocería a aquel que era el gran
objeto de la devoción de su padre. David desafía a su hijo a servir al Señor
con todo su corazón. David da a Salomón la esperanza de que él le sucedería
en esta gran tarea que pone delante de él, porque Dios le bendice y le prospera
para lograrlo. David prepara
a su hijo para edificar un maravilloso Templo para la adoración del Señor
Dios; nosotros enseñamos a nuestros hijos a aventar un buen espiral. Hemos
perdido mucho desde los días de David, ¿no? Cuando David
se puso a edificar el Templo para la adoración de Dios, juntó los materiales y
después delegó la responsabilidad a Salomón. El hizo esta magnífica oración
por su hijo: "Jehová, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel nuestros
padres, conserva perpetuamente esta voluntad del corazón de tu pueblo, y
encamina su corazón a ti. Asimismo da a mi hijo Salomón corazón perfecto,
para que guarde tus mandamientos, tus testimonios y tus estatutos, y para que
haga todas las cosas, y te edifique la casa para la cual yo he hecho
preparativos" (I Crónicas 29:18-19). Cuando David
hablaba de Dios a Salomón, le llamaba "El Dios de tu padre." Cuando
David hablaba a Dios, le llama "Jehová, Dios de Abraham, de Isaac y de
Israel nuestros padres." Estaba consciente de que formaba parte de una
tradición, una herencia, un legado. Se presenta ante Dios como el beneficiario
de las bendiciones de un linaje piadoso; exhorta a su hijo a permanecer en ese
linaje. Y pedía que Dios diera a su hijo un corazón perfecto – ¿qué mejor
oración puede hacer un padre por sus hijos pequeños? Oraba pidiendo la bendición
de Dios sobre su hijo, y oraba que su hijo lograra una gran hazaña. David se
dedicó a sí mismo y a su descendencia a la excelencia en el servicio del Señor.
El hizo esta fuerte oración en la presencia de Salomón; por tanto, el joven
sabía del afecto que su padre tenía por él. "Y se
sentó Salomón por rey en el trono de Jehová en lugar de David su padre, y fue
prosperado; y le obedeció todo Israel. Y todos los príncipes y poderosos, y
todos los hijos del rey David, prestaron homenaje al rey Salomón. Y Jehová
engrandeció en extremo a Salomón a ojos de todo Israel, y le dio tal gloria en
su reino, cual ningún rey la tuvo antes de él en Israel" (I Crónicas
29:23-25). Aquí está el resultado de la oración y la instrucción de un padre
piadoso – un hijo piadoso que cumplió con éxito su llamado para la gloria de
Dios. El ejemplo de
David nos llama a hacer cosas importantes con nuestros hijos, a enseñarles
cosas perdurables. Aventar un balón en espiral es maravilloso; pensar los
pensamientos de Dios es aún más maravilloso. El Dr. Dave y
Stephanie Gamble educan a sus tres hijos en el hogar. Este artículo es parte de
su libro sobre el papel de los padres en la educación en el hogar. Dave publica
un boletín que busca desarrollar una filosofía cristiana de la educación. Used by Permission The Teaching Home October / November 1988 |