Leamos un Libro
Edificando Con Amor - Capítulo Dos
por Michael Farris
Edificando
Con Amor
¿Cómo
empezamos a edificar un fundamento firme para nuestras hijas?
Veamos algunos compromisos básicos que los padres de éxito usan con sus
hijas para construir carácter y relaciones positivas.
Ternura
Todos
los aspectos positivos de la relación de un padre con su hija podrían
clasificarse como “amor.” El término
ternura es un poco más preciso para transmitir la idea de que nuestras hijas
necesitan nuestra protección cuidadosa y tierna.
Una
hija necesita que su padre sea amable. Necesita
su favor protector. Necesita que él interceda por ella contra todos los que
intentan hacerle daño. Papá, tu
hija necesita tu ternura.
Hay
dos inclinaciones en los hombres que tienden a disminuir nuestra capacidad de
mostrar ternura. Por una
parte, algunos hombres necesitan sentirse machos.
Parecemos tener una necesidad de demostrar que somos fuertes en todo
momento – y con eso queremos decir duros, invencibles, indiferentes.
De alguna manera nos hemos metido en la cabeza la idea de que ser fuerte
es lo contrario de ser amable y bondadoso. Vamos aclarando.
Fuerte es lo contrario de débil – mientras que malo o áspero o
indiferente es lo contrario de amable y bondadoso.
No tiene nada de malo que un padre demuestre fortaleza en toda una gama
de contextos. Pero recuerda, tu
hija necesita ver tu fuerza, y necesita sentir tu ternura.
Nuestra
segunda tendencia es creer que las jovencitas y las mujeres tienen las mismas
necesidades y deseos que los muchachos y los hombres.
En cierto sentido esto es verdad. Un
vistazo rápido a la relación de marido y mujer arroja algo de luz sobre las
diferencias importantes.
El
marido necesita la amabilidad de su esposa.
Y definitivamente la esposa necesita la amabilidad de su marido.
Pero las mujeres asignan una prioridad mucho más alta a la necesidad de
recibir amabilidad que los hombres. Si
tú le estás dando a tu esposa únicamente la cantidad de amabilidad que
sientes que necesitas para ti mismo, tienes una esposa que padece una necesidad
lamentable. Necesitas servirle
porciones enormes de amabilidad a tu esposa – mucho más de lo que pedirías
para ti mismo.
Lo
mismo se aplica a nuestras hijas. Desde
los cimientos mismos de la edificación de una relación adecuada con tu hija,
debes darte cuenta de que ella es una mujer en proceso.
Y tendrás que darte cuenta, por ello, de que sus prioridades y
necesidades emocionales se aproximan infinitamente más a las de tu esposa que a
las tuyas.
A
veces el solo hecho de estar disponible de manera confiable puede comunicarle
verdadera ternura a tu hija. Una
amiga me escribió una carta describiendo la confiabilidad de su padre en su
vida:
No
recuerdo nunca un momento en que mi padre, por muy ocupado que estuviera, no
haya estado disponible para mí.
Una cosa que destaca en mis recuerdos es que nunca se perdió un juego de
pelota en el que yo participaba, fuera en casa o de viaje. Y en nuestra liga, ¡algunos
de los lugares sí que eran distantes! Yo
jugaba hockey sobre hierba en el otoño, básquetbol en el invierno, y sóftbol
en la primavera. Mi padre siempre
asistía a todos los juegos, y su voz era la que yo escuchaba por encima de la
multitud, animándome a seguir adelante o diciéndome cómo jugar mejor. Nada
importaba que la temperatura fuera de cinco grados y estuviera lloviendo afuera;
él figuraba como el único padre presente entre los espectadores de un juego de
hockey sobre hierba. En un gimnasio
lleno de aficionados de equipos contrarios a una distancia de tres horas de
nuestra casa, recuerdo haber escuchado la voz de mi padre alentándome a
bloquear cuando iba tras un rebote.
Esto
podría parecer cosa de poca importancia para muchos.
Pero para una muchacha en vías de convertirse en mujer adulta, sintiendo
inseguridad, y muchas veces confusión, era reconfortante poder echar una mirada
a las gradas y ver allí a mi papá. Siempre
presente, siempre alentándome a seguir adelante, ya fuera por la vía del
elogio o de la corrección. Sus
acciones me transmitían la seguridad de que él estaba allí no sólo para
verme jugar, sino para animarme a seguir adelante en la vida. Nunca sentí que
estuviera demasiado ocupado como para darme tiempo, aunque era un hombre muy
ocupado. Se daba el tiempo de interesarse por las cosas que eran
importantes para una niña. Yo sabía
que si él tenía interés en las cosas que me agradaban a mí, entonces tenía
interés en mí como persona. ¡Qué cosa tan especial saber que tu padre
siempre está allí, siempre esperando en las gradas para animarte a seguir
adelante!
Tu
ternura puede ser percibida por tu hija en lo que dices y cómo lo dices.
Pero como lo muestra este relato, también se ve en lo que haces y cómo
lo haces.
Pero
no cabe duda – la ternura en lo que dices también es vital.
Haz un rápido auto‑examen.
·
¿Cómo
es tu actitud general hacia tu hija?
·
¿Le
haces a tu hija muchos más comentarios positivos que comentarios negativos?
¿Hay muchas ocasiones en la semana en que elogias a tu hija por sus
acciones o actitudes sin mencionar absolutamente nada negativo?
Por ejemplo, “Excelente trabajo en tu examen de historia” (y no decir
nada sarcástico o negativo acerca del examen de ortografía).
·
Cuando
dices algo positivo, ¿viene seguido inmediatamente de algo negativo?
“Fuiste muy atenta al ayudar a lavar los trastos hoy, pero ¿por qué
está tan desordenada tu recámara?”
·
Cuando
elogias a tu hija, ¿generalmente le instas a “hacerlo aun mejor la próxima
vez”?
En
pocas palabras, ¿tienes dificultad en el área de dar aliento positivo?
Si
has caído en el hábito de decir algo positivo únicamente como preámbulo para
algún tipo de corrección, tu hija recordará solamente lo negativo y llegará
a creer que no eres sincero en tus
elogios. Empezará a tener temor de
oír tus elogios porque sabrá que enseguida viene la crítica.
Conozco
a una mujer que terminó la preparatoria con el segundo lugar en una generación
de más de mil alumnos. Los
recuerdos más vivos de su padre durante esos años fueron los de su constante
insistencia de que ella hiciera las cosas un poco mejor en la próxima ocasión.
Unos resultados excelentes nunca parecían ser suficientes.
Había que buscar un poco más de excelencia.
Ahora, décadas más tarde en su vida de adulta, su tendencia es dudar de
su propia suficiencia, aun cuando obviamente es una mujer de logros
sobresalientes. Los elogios
defectuosos de su padre crearon, o agudizaron, una tendencia natural a dudar de
sí misma en forma habitual.
·
¿Le
dices “por favor” y “gracias” a tu hija?
·
¿Qué
de tu manera de corregir? ¿Es firme y además amorosa?
·
¿Tu
tono de voz generalmente es amable? ¿iracundo? ¿serio?
(Si piensas que serio y amable es lo mismo, pregúntale a tu esposa –
ella con gusto te explicará la diferencia.)
·
¿Evitas
el uso del sarcasmo con tu hija? El sarcasmo es corrección más desprecio.
Tu hija frecuentemente ameritará corrección.
Nunca ameritará tu desprecio.
·
¿Corriges
a tu hija delante de los demás?
A veces ciertas correcciones menores son sencillamente
inevitables delante de otros miembros de tu familia inmediata (cuando viajan en
el automóvil, por ejemplo.) Pero
en la gran mayoría de los casos, cualquier corrección que emprendas –
definitivamente cualquier corrección seria – debe hacerse en privado. La única observadora debe ser tu esposa – u otro hijo, si
ambos hijos estaban involucrados en una misma acción incorrecta.
El
demostrar cortesía es otra manera de comunicar amabilidad, y le mostrará
claramente a tu hija que tu amor por ella se caracteriza por la bondad.
·
¿Eres
cuidadoso de tus modales ante tu hija?
·
¿Le
abres la puerta a ella?
·
¿Pides
disculpas cuando sabes que debes hacerlo?
·
¿La
interrumpes constantemente porque tienes algo “más importante” que decir, o
un punto de vista “más exacto”?
Transmitir
amor también implica darle a tu hija la seguridad de que la aceptas tal como
es. Simplemente porque es.
·
¿Le
dices a tu hijita a lo largo de toda su vida que la amas?
·
¿Le
compras un pequeño arreglo de flores que haga juego con el grande que le
regalas a tu esposa el Día de San Valentín?
·
¿Abrazas
a tu hija con frecuencia? Yo creo
firmemente en la importancia de jugar con las hijas.
Pero si tu hija siente tu contacto físico únicamente en el juego o en
una forma ligera, se perderá de algo importante. Hoy en día, cuando a los hombres se les acusa de abuso
sexual si hacen un comentario o una mirada desviada, existe la tendencia – yo,
por lo menos, la siento – a ser tan exageradamente cuidadosos con nuestras
hijas que los abrazos se acaban cuando ellas cumplen doce o trece años.
Es obvia la necesidad de ser discretos y mostrar una reserva apropiada
con las hijas mayores. Pero aun así un papá debe poder abrazar a su hija
adolescente de una manera que es totalmente correcta y que sin embargo comunica
plenamente su amor.
·
¿Te
apresuras a auxiliar a tu hija cuando tiene una verdadera necesidad? Cuando es pequeña, esto puede significar recogerla del
concreto de la cochera cuando se ha raspado la rodilla.
El
invierno pasado tuve una pequeña demostración de lo que podría implicar el
salir en auxilio de una hija cuando ella es mayor.
Cristi
estaba en la universidad en otra ciudad y estuvo enferma durante varios días
sin mostrar mejoría. No podía ni
dormir bien ni obtener una alimentación adecuada. (Tenía que caminar varios
cientos de metros afuera en el clima invernal para llegar al comedor.)
En la soberanía del Señor uno o dos días después tuve un caso que
atender en un juzgado a unos setenta kilómetros de donde ella estaba.
Le di instrucciones de irse al hotel más cercano que tuviera servicio en
la habitación, y tomé el avión esa noche para ir a ver que estuviera bien
instalada.
Cristi
y yo sabemos que no siempre podré llegar en jet para ayudarla físicamente cada
vez que esté enferma. Pero creo
que este episodio le enseñó que la protección y el amor de su padre son un
compromiso de por vida. Y creo que
ella ha visto nuevamente que haré todo lo que esté a mi alcance para cubrirla
de actos prácticos de ternura.
Risa
Yo
soy un gran promotor de la diversión. Creo
en el juego. La risa ocupa un lugar
importante en mi lista de actividades deseables.
Una de las características singulares de la niñez es el énfasis en el
juego. Y creo que un papá necesita
estar totalmente dispuesto y ser capaz de jugar con su hija desde las edades más
tempranas.
Los
papás necesitan colorear, jugar a las luchas, dar paseos “en caballito,”
jugar ese deporte siempre popular de “rodar la pelota,” y aun estar
dispuestos (por lo menos en ocasiones) a prestarle atención a alguna muñeca
favorita. Un buen juego de
pillapilla (o “voto”) necesita ser parte de la rutina de todo padre con su
hija. Para cuando mis hijas habían
llegado a la edad de siete u ocho, les encantaba sumarse a otros miembros de la
familia y vecinos en el juego de “capturar la bandera” – especialmente
cuando se jugaba después de anochecer.
Yo
creo en los deportes organizados para muchachas.
Y he tenido éxito como entrenador de softbol femenil durante muchos años.
Papá e hija tienen oportunidades de interacción verdaderamente positiva
en estas situaciones si hay el equilibrio correcto de buscar la excelencia a la
vez que se valora la participación y la diversión más que el ganar.
Pero tus juegos con tu hija no deben limitarse al papel de entrenador de
deportes organizados tales como el softbol o el soccer.
He
enseñado a mis hijas a jugar al bebeleche, pin‑jacks, y a las canicas.
(Y reto a cualquier papá de toda la república a un juego de pin-jacks.
Soy un campeón.) Jugamos juegos de tablero.
Jugamos un juego muy “sofisticado” llamado “La Doncella Marian y
Robin Hood.” Yo hago el papel del
monstruoso Sheriff de Nottingham, y recojo a una de mis hijas – la designada
Doncella Marian – y emprendo el viaje para llevármela a la cárcel.
Las demás lanzan flechas imaginarias hasta que yo caigo muerto.
Luego todas tienen que hacerme cosquillas hasta “revivirme,” y
empiezo de nuevo con un gran rugido a llevarme a la siguiente “Doncella
Marian.” En otras palabras,
es pura diversión simple.
Si
los papás siempre somos puro trabajo, pura disciplina, puras órdenes, pura
seriedad, creo que nuestras hijas se estarán perdiendo algo muy importante.
Difícilmente creerán que el amor tiene a veces un corazón muy ligero.
El
juego con hijas mayores es un poco más desafiante.
La simpleza no es bien vista. Y
por muy piadosa que sea tu hija, comoquiera tendrá instalado alrededor de los
trece años una especie de medidor de lo aceptable para los adolescentes.
La clave es diversión y risa. Los
juegos y la simpleza son sencillamente mecanismos para lograr la diversión y la
risa.
Doy
un alto valor a esos momentos a altas horas de la noche cuando mi esposa y yo
estamos sentados con nuestras hijas en la cocina (generalmente alguien está
sentado encima del gabinete) y nuestra conversación es ligera, divertida, y
llena de risa.
Hemos
logrado un alto grado de diversión con nuestras hijas mayores asistiendo a
obras de teatro, conciertos, yendo a esquiar, participando en deportes acuáticos,
y salidas semejantes a estas. De
vez en cuando, jugamos diversos juegos en casa.
Por lo menos unos cuantos juegos del tipo más alborotado siempre se
incluyen y son invariablemente populares.
Mis
hijas han tenido bastantes oportunidades de ver a su padre en un papel serio. Me han visto litigando casos en el juzgado, predicando en la
iglesia, dando discursos políticos, y aplicando disciplina. Si
vieran únicamente el lado serio, creo que crecerían deformes.
En lo personal no soporto a la gente que es intolerablemente seria. Quiero que mis hijas enfrenten las dificultades de la vida y
que hagan aportaciones importantes, serias, a nuestra nación, pero quiero que
tengan el equilibrio de un espíritu alegre.
Enseña
a tus hijas a tomar en serio su trabajo y su vocación – pero que no se tomen
en serio a sí mismas. Hay
demasiada gente apagada que se toma a sí misma con demasiada seriedad.
El estar abierto a la diversión, especialmente a la diversión simple,
requiere de cierto grado de vulnerabilidad con la que batallan muchos hombres (y
mujeres). No debemos
preocuparnos por nuestra imagen o nuestras ideas de importancia propia.
Bájate al suelo y diviértete con tus pequeñas.
Permítanme
darles una palabra de precaución en cuanto a las bromas. A mí me encanta
contar chistes, y creo que el humor auto‑despectivo tiene un potencial
extraordinario. Pero hay una gran
diferencia entre mofarse de uno mismo y mofarse de los demás.
Nunca hagas a tu hija el objeto de bromas degradantes o ásperas.
El mofarte de su pelo, su cuerpo, su dificultad con las matemáticas o su
dificultad para la redacción está prohibido.
Y
si juegas bromas debes estar preparado para aguantar más de las que tú mismo
haces.
Si
haces que tu hija llore o se enoje como resultado de tus bromas, es obvio que te
has propasado. No le digas que no sea tan sensible.
Pide perdón. Un poco de
bromear en buen humor basta para mucho tiempo.
Si el bromear con tu hija es una parte significativa de tus
“actividades de diversión” con ella, yo te animaría a ampliar tu
repertorio y encontrar otras fuentes de humor.
Aprendizaje
En
Deuteronomio 6:6‑7, Moisés les dijo a los padres y a las madres de Israel
que enseñaran a sus hijos los mandamientos de Dios hablando de ellos “estando
en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.”
En otras palabras, se les ordena a los padres que enseñen a sus hijos
durante el transcurso de su vida diaria normal.
La
enseñanza y aprendizaje espiritual es sin duda la más alta prioridad para
todos los papás. Y trataremos este
asunto a fondo en el siguiente capítulo.
Pero
la enseñanza de tu hija incluye muchísimas áreas más que los temas que
consideraríamos estrictamente como “instrucción espiritual.” Los papás
tienen una responsabilidad especial de enseñar a sus hijas cómo funcionan las
cosas en nuestra sociedad. De
hecho, la definición técnica de la “socialización” es enseñar a un niño
las reglas de la sociedad. Tú y tu
esposa pueden enseñarle a tu hija las reglas de la sociedad – es decir, cómo
las cosas deberían funcionar – o pueden dejar que su hija aprenda las reglas
a través de sus amigas, compañeras, la televisión, y las escuelas.
Muchos
padres han decidido educar a sus hijos en el hogar a fin de tener tiempo para
socializar eficaz y adecuadamente a sus hijos.
Otros instruyen a sus hijos en aspectos de formación de carácter y
habilidades sociales, aun cuando sus hijos estén en una escuela pública o una
escuela cristiana. Sin
importar dónde asiste tu hija a la escuela, todo padre tiene la responsabilidad
de asegurarse de que su hija aprenda el desarrollo de carácter y buena
socialización en lugar de la mala socialización tan predominante en el mundo
que nos rodea.
Puedes
ayudar a tu hija a que le vaya mejor en la vida enseñándole reglas básicas de
etiqueta. El saber cómo conducirse en la sociedad de buenos modales le ayudará.
Probablemente tu esposa necesitará estar sustancialmente involucrada en
esta área de enseñanza, pero tú puedes tener un impacto importante que ayudará
a tu hija por el resto de su vida. Puedes
ayudarle también enseñándole a responder adecuadamente a la autoridad,
especialmente en cuanto a su responsabilidad de obedecer la ley.
El padre es la figura clave de autoridad en la vida de una jovencita.
Tu forma de interactuar con la autoridad será observada e imitada.
Conduce con tu hija de la manera en que esperas que ella conduzca cuando
obtenga su licencia de conducir.
Tu
hija necesita conocer cómo funcionan las instituciones de nuestra sociedad. Tú puedes ayudarle explicándole procedimientos básicos de
la política y el comercio – tales como el gobierno estatal y local, el
gobierno federal, cómo funcionan las iglesias, cómo “aparecen” los
alimentos en las tiendas de abarrotes, de dónde viene la ropa, cómo llegamos a
tener un automóvil. Estas son la
clase de lecciones de la vida que yo aprendí principalmente de mi padre cuando
viajábamos en el automóvil. El
constantemente buscaba maneras de enseñarme muchas cosas mientras hacíamos
nuestros pendientes por la tarde o los sábados.
Recuerda que el hablar bien de los que están en autoridad puede alentar
a tu hija a captar una visión de lo que podría ser su vocación en la vida –
abriéndole todo un mundo de posibilidades.
Es
muy importante, por supuesto, poner atención a la instrucción académica de tu
hija, sea cual sea la forma de educación académica que elijas.
Desde que tu hija tiene la edad de sentarse puedes darle una enorme
ventaja mediante simplemente leerle. Una
hija a la que se le lee aprenderá a leer bien ella misma.
“Kim”
se crió en el hogar de un padre alcohólico – no precisamente un ejemplo
ideal a seguir. Sin embargo, ella
le atribuye a su padre menos‑que‑ideal el haberle hecho mucho bien
en su vida. Ella me escribió lo
siguiente:
Una
cosa que agradezco mucho de nuestra relación es que él me familiarizó con los
buenos libros y me alentó a leer mucho. Recuerdo
especialmente un tomo grueso de Jack London que me regaló.
Lo dejó sobre la mesa de la cocina un día por la mañana con la
inscripción: “Gracias por ser una hija tan buena.”
También
me alentó a buscar la educación (Yo soy la única de sus tres hijos con
estudios universitarios – a él le hubiera gustado que todos estudiáramos) y
a cultivar mis talentos. Yo no
estaría donde me encuentro hoy si no fuera por la amable insistencia de él.
Les
he leído muchas veces a mis hijos las Crónicas de Narnia de C. S. Lewis.
Leí esta serie primeramente a mis tres hijas mayores un par de veces.
En años recientes, mis dos hijas menores (de once y ocho años) han
estado escuchando la serie por segunda vez junto con su hermano menor.
Les encanta, y yo he aprendido muchas grandes lecciones espirituales al
prácticamente aprender de memoria la serie.
Las
biografías de grandes hombres y mujeres son otra clase de buenos libros para
leer en voz alta. He leído La Cabaña
del Tío Tom, que enseña tanto la historia de los Estados Unidos como la
compasión por todas las personas. Otro
libro predilecto es Secuestrado de Robert Louis Stevenson, que enseña la
persistencia y la lealtad. Pero
nuestra serie favorita de todos los tiempos en cuanto a libros para leer en voz
alta a nuestros hijos cuando son pequeños son los libros acerca del mono
Curious George – estos no son literatura clásica de ninguna manera.
Son tan sencillos que, francamente, nos divertimos bastante inventando
nuevas historias para acompañar las ilustraciones. Y este ejercicio me permite creer que soy un gran cómico –
los niños pequeños se ríen prácticamente de todo.
Al
estar leyendo, toma tiempo para detenerte ocasionalmente y explicar algo de
vocabulario, que incrementa enormemente las habilidades verbales de los niños. Los libros escolares hoy en día han sido exageradamente
simplificados. (En el ejercicio de mi profesión de derecho me vi involucrado en
una demanda contra una editorial importante de libros de texto hace varios años.
Ellos habían eliminado palabras como “antílope” sustituyéndola con
“venado” porque antílope era demasiado difícil de leer. ¡Y esto para un
libro de texto de segundo de secundaria!)
Puedes
estimular mucho diálogo positivo con tu hija sobre los asuntos de carácter que
frecuentemente se ilustran en las grandes obras de literatura.
Para mí, el analfabetismo cultural y la declinación moral son
diferentes síntomas de una misma enfermedad.
No podemos esperar más que resultados insatisfactorios de una generación
a la que se le deja sin guía. Sin
embargo, cuando los padres invierten tiempo significativo en enseñar a sus
hijas acerca de la vida, la sociedad, y el carácter moral, ellas sabrán más,
y vivirán en un nivel superior, además.
Al
estar enseñándole a tu hija, tendrás muchas oportunidades de demostrar
paciencia y amor. Una amiga mía,
Carla, cuenta la historia de la paciencia de un padre cuando él le enseñaba a
ella a manejar.
Un
recuerdo que siempre sobresale fue la ocasión en que manejé el automóvil de
la familia por primera vez yo sola. Yo
estaba nerviosa pero emocionada de poder ir a la tienda sola.
Avancé unos metros, y al dar la vuelta en una esquina, otro vehículo se
me acercaba. Me parecía que había
espacio insuficiente en el camino, y en mi pánico me hice hacia el lado
derecho. Desafortunadamente, el
automóvil del vecino estaba también del lado derecho, y le pegué, haciéndole
una buena abolladura a la portezuela. Me
bajé y me fui a la casa llorando. Mi padre vino a revisar la situación, fue
conmigo a hablar con el vecino, y luego nos fuimos a casa.
El no estaba enojado, y fue asombrosamente comprensivo.
Después de que me tranquilicé un poco, me dijo que teníamos que volver
a salir y dar unas vueltas por el barrio en el automóvil acompañándome él. Por supuesto, eso era lo que yo menos deseaba hacer.
Dijo que no quería que yo tuviera miedo de volver a conducir por haberle
pegado a ese auto, y que entre más tiempo yo esperara para volver a ponerme
detrás del volante, más difícil sería.
Aunque por un tiempo seguí sintiendo desagrado al manejar, siempre
estuve agradecida por la reacción de mi padre.
La recordé posteriormente en momentos cuando sentía ganas de claudicar
en alguna actividad, o cuando fracasaba inicialmente en alguna tarea nueva.
Me ayudó a darme cuenta de que es importante enfrentar nuestros temores
y no ser vencidos por ellos.
Su
papá le enseñó eso.
Escuchar
El
hombre típico y la mujer típica se comunican por diferentes razones.
El hombre típico se comunica para transmitir información.
La mujer típica se comunica para promover una relación.
Estas
son, obviamente, generalizaciones y, por lo mismo, abundan las excepciones.
Pero es bueno que recuerdes que tu estilo masculino de comunicación
probablemente sea bastante diferente al estilo que tu hija desea, practica, y
espera.
Quizás
la habilidad más importante de escuchar que un padre puede aprender es lo que
yo llamo la “Técnica de la Carnicería.” Ve a cualquier carnicería buena.
Pides algo–digamos medio kilo de biftec.
Después de que el dependiente rebana, envuelve, pesa y pone precio a tu
biftec, invariablemente pregunta, “¿Algo más?” Esa carnicería sobrevive y
prospera por medio de asegurarse de que tú tengas toda la oportunidad de
expresar plenamente cualquier deseo que tengas por algún artículo de esa
tienda.
Una
hija necesita poder expresarse plenamente antes de que tú empieces a emitirle
información. Esto se aplica
especialmente a una hija mayor. Escucha
bien. Y aprende a preguntar, “¿Algo
más?”
Es
difícil ser siempre perfectamente paciente y escuchar hasta el final de la plática
de tu hija - sobre todo si es una “platicadora” y tú eres el tipo callado
que prefiere el silencio. Pero
debemos tratar de ser lo más parecidos a Phil Donahue (“dígame por qué se
siente así”) y lo menos parecidos a Jack Webb (“nada más los hechos, señora”)
que nos sea posible.
Una
niña (de tres o cuatro años hasta los diez u once) generalmente se acerca a ti
con una serie de preguntas. Por
medio de contestar pacientemente cada pregunta, estás satisfaciendo su deseo de
edificar una relación mediante el proporcionar una variedad de información.
Pero si le das solamente la respuesta más breve posible, frustrarás el
deseo tácito y quizás inconsciente de tu hija de usar esta conversación para
construir una relación contigo.
Si
pones atención, puedes empezar a aprender a conversar con tu hija en una forma
relacional. Escucha buscando claves relacionales.
Si oyes que tu hija habla acerca de sus sentimientos, responde de la
misma manera. Dile a tu hija cuáles
son tus sentimientos acerca de las cosas. Ella
quiere saber lo que hay en tu corazón, no solamente qué datos tienes de
momento en tu cerebro.
Otra
muy buena amiga mía, Patty, me puso por escrito sus pensamientos acerca de su
padre, un pastor, y su costumbre de toda la vida de hablar con ella y
escucharla.
Mis
padres llevaban vidas muy ocupadas con actividades de la iglesia y preparación
de lecciones o sermones. La comida
siempre se comía de prisa, y mis padres siempre estaban ocupados haciendo algo
para la iglesia. Como hija única,
a veces me sentía muy sola, a no ser por las actividades que giraban en torno a
la iglesia. Yo no veía mucho a mi madre entre su trabajo y la iglesia.
En consecuencia, mi relación con mi padre era mucho más fuerte que la
relación con mi madre.
Pero
para mí, el aspecto redentor de esta vida tan caótica era nuestra caminata por
la noche. Cada noche mi padre quería
salir a caminar por el barrio para aliviar la tensión (un paseo en auto si el
clima era desfavorable). ¿Y qué podíamos hacer más que hablar el uno con el
otro? Aprendí tanto de mi
padre, y se convirtió en mi amigo. Ese
tiempo juntos fue el cemento en nuestra relación que me ayudó a sobrellevar
los años difíciles cuando la influencia de mis compañeros era tan fuerte
sobre mí. Para la mayoría de mis
contemporáneos, el único tiempo que pasaban con sus padres era frente al
televisor. Nosotros pasábamos las
vacaciones acampando y haciendo excursiones y platicando.
Recibí
solamente algunos treinta minutos diarios de la atención concentrada de mi
padre, pero eso ha de ser unas 100 veces más que la mayoría de los niños.
Afectó en forma determinante mi vida.
Aun el día de hoy, cuando voy a visitar a mi familia, mi padre y yo
salimos a caminar cada noche. Es lo
que espero con más ansias.
¡Qué
dividendos ha recogido este padre sabio! Treinta
minutos diarios de caminar, platicar y escuchar han producido toda una vida de
recuerdos. ¡Y un fundamento bien cimentado de amor!
Eso
es lo que todos buscamos.
Para
Reflexión y Análisis
1.
¿En qué formas conversas con tu hija de una manera positiva, que le apoya
a ella? ¿En qué formas
eres crítico? ¿Eres crítico con mayor frecuencia de lo necesario?
2.
¿Eres un papá divertido o un amargado? ¿Cómo podrías relajarte un poco
para asegurarte de que tu vida con tu hija incluya algo de risa sana?
3.
¿Qué cosas podrías enseñarle a tu hija la próxima vez que salgan juntos
en el automóvil a alguna parte?
4.
¿Estás dispuesto a guardar silencio y dejar que tu hija realmente termine
antes de que dejes de escuchar y empieces a responder?
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