Capítulo Siete
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Capítulo Siete: Resolviendo la Paradoja Feminista
por Michael Farris

Resolviendo la Paradoja Feminista

Como padre, deseo que mis hijas realicen su potencial al máximo. Como conservador, no quiero que mis hijas sean embaucadas por los argumentos y estratagemas de las feministas radicales.

En mi vida política, he sostenido enfrentamientos con algunos de los símbolos feministas más conocidos de nuestro tiempo—Geraldine Ferraro y la revista MS, por nombrar sólo dos. Estas liberales de ala izquierda no se explican cómo es que quiero criar hijas sumamente competentes aunque rechazo las ideologías feministas.

Al fondo mismo del feminismo radical se encuentra el concepto de que los hombres somos malvados e irrelevantes. Siempre recordaré una calcomanía que vi en la defensa de un automóvil a principios de los años ‘70 cuando yo estaba en la universidad: “Una mujer sin hombre es como un pez sin bicicleta.”

A las feministas les encanta atacar a los hombres. Pero irónicamente parecen asignarle un valor extraordinariamente alto al hecho de llegar a ser iguales a los hombres. Algunas quieren vestir como los hombres, tener empleos “masculinos,” y desdibujar toda distinción entre hombre y mujer en las relaciones personales. El lesbianismo es considerado por muchos como el ápice del feminismo—la prueba final de la verdadera irrelevancia del hombre. La mentalidad feminista en gran medida ha invadido incluso a la Iglesia misma.

Las feministas no emplean como “carnada” sus argumentos más radicales para atraer a las mujeres a su movimiento. Usan argumentos razonables pero con uno que otro sesgo sutil.

Señalan que las mujeres ganan, en promedio, aproximadamente el 58% de lo que ganan los hombres. Luego argumentan que las mujeres deben recibir igual paga por trabajo igual. Pero hacen caso omiso de algunas razones muy reales de este fenómeno, como el hecho de que los hombres colectivamente tienen mayor antigüedad porque no toman tiempo de su trabajo para dar a luz hijos. Cuando los hombres y las mujeres verdaderamente están ubicados en igualdad de circunstancias, la ley actual exige igualdad de trato. Debido al prejuicio de los medios, las feministas hacen sus argumentos sin ser rebatidas, argumentos que al ser considerados superficialmente sí parecen ser atractivos.

A las jovencitas se les expone diariamente a estos argumentos en las escuelas. Cualquier muchacha que “ingiere” en forma constante una dieta de libros de texto escolares habrá adquirido un profundo adoctrinamiento en la filosofía feminista para cuando haya salido de la escuela preparatoria.

En la iglesia, el “feminismo evangélico” cobra mucho ímpetu a causa de los excesos y abusos de la enseñanza tradicionalista de algunos—y reconozcámoslo, sí ha habido abusos. La Biblia enseña correctamente que la mujer debe someterse a su marido. Pero la “sumisión” ha sido interpretada por algunos como servidumbre, y en ciertas iglesias y en muchos hogares ha orillado a algunas mujeres a una posición en la que no tienen voz y escasamente tienen importancia.

Yo creo que la Biblia enseña claramente que hay papeles diferentes para hombres y mujeres, tanto en el hogar como en la iglesia. Pero no enseña que las mujeres son ciudadanas de segunda categoría. Lamentablemente, a muchas mujeres cristianas se les ha dado motivo para ser tentadas por la ideología feminista cuando se les trata como ciudadanas de segunda categoría—particularmente cuando ese trato tan dispar proviene de sus propios hogares o iglesias.

Aun el hombre que no es tan bíblicamente conservador puede sostener una perspectiva de la mujer y de su trabajo como de segunda categoría. Como dijo uno de nuestros funcionarios de condado durante una huelga de maestros, “¿Para qué quieren más dinero? ¡No es más que un montón de mujeres enseñando a un montón de niños!”  El reto para todos nosotros como padres es saber cómo criar a nuestras hijas para que con entusiasmo acepten su papel femenino distintivo dado por Dios sin crearles un sentido de ser ciudadanas de segunda clase.

A nuestras dos hijas mayores les gusta la expresión “Tradicionalista Facultada.” Consideran que les queda a la perfección. Son dos señoritas equilibradas, seguras de sí mismas, que son bastante capaces de sacar adelante una carrera exitosa en el mundo laboral, pero que desean casarse y ser madres que permanecen en el hogar con la misión primordial de criar hijos. Quieren vivir vidas de impacto, y saben que la maternidad probablemente sea el principal componente en ese impacto. Pero también están preparadas y desean tener impacto en otras áreas de la vida.

¿Cómo sucedió esto? Vickie y yo recientemente intentamos evaluar lo que habíamos hecho para que Christy y Jamie llegaran a este punto en sus vidas. Es relativamente sencillo observar lo que ha sucedido. Explicar por qué ha sucedido es un poco más difícil. Pero yo creo que hay tres puntos críticos que puedo compartir de nuestra experiencia.

1. Trata a tu hija como a una persona pensante.

Tu hija necesita sentir que su vida es valiosa y que tiene propósito. Y no hay nada más denigrante tanto para el valor como para el propósito que sentirse una tonta—el síndrome de “Yo No Sé Nada.”

Tratas a tu hija como una persona pensante cuando le das una tarea y le dices que ella tiene la capacidad para terminar el trabajo con éxito. Engendras sentimientos de torpeza cuando le das una tarea . . . y luego le indicas por medios verbales y no verbales que probablemente fracasará.

Si tienes gente a tu cargo en el trabajo, comprenderás lo que voy a decir. Es muy diferente la manera en que asignas un trabajo a una persona que esperas que lo hará bien a la manera en que asignas un trabajo a alguien de cuya capacidad tienes dudas. La mayoría de las personas que reciben una encomienda de parte del jefe saben fácilmente interpretar las señales. Saben si el jefe tiene o no confianza en ellos por la manera en que les da las instrucciones. Algunos jefes parecen no tener confianza en nadie, y tratan a todos los empleados como a imbéciles.

Existen básicamente tres alternativas que tienes como padre al interactuar con tu hija: (1) Puedes exigir perfección; (2) puedes suponer que habrá fracaso; o (3) puedes esperar el éxito. Tu hija sabrá la diferencia entre “una demanda de perfección” y “una expectativa de éxito“ por la forma en que reaccionas ante una tarea terminada.

Supongamos que le das a tu hija la tarea de lavar el automóvil, y todo queda excelente excepto las copas de las ruedas. Si tú le dices, “Gracias. Se ve bien, en general. Pero ¿no sabías que las copas son parte del auto?” tal comentario engendrará un sentimiento de ineptitud. Tienes que manejar una situación de ese tipo con mucha delicadeza. A veces lo mejor es sencillamente dejar que quede así la tarea imperfecta. Porque, viéndolo bien, si ella tiene diez o doce años de edad y le diste una tarea nueva o muy difícil para ella, lo más probable es que la haya hecho lo mejor que podía para su edad. Si es necesario tratar con las imperfecciones—y muchas veces sí es—no olvides reforzar las cosas positivas que ella hizo. Considera las cosas negativas como motivo para darle más adiestramiento, y no como evidencia de que es una “muchacha tonta.”

Yo soy muy partidario de darles a mis hijas responsabilidades muy serias. Christy fue secretaria de prensa suplente en mi campaña para gobernador interino. Tenía la responsabilidad diaria de tratar con la gente del Washington Post, Washington Times, y otros diarios principales de nuestro estado. También tenía que responder a solicitudes de entrevistas desde Connie Chung al nivel nacional hasta los reporteros radiales locales de pequeñas difusoras rurales. Jamie es actualmente la artista gráfica principal de nuestra organización, la Asociación para la Defensa Legal de la Educación en el Hogar. Rutinariamente le doy responsabilidades de diseño, dándole una descripción general de un concepto—y casi siempre responde con un producto terminado excelente. Tanto Christy como Jamie han demostrado que pueden desempeñar responsabilidades muy significativas de nivel de adultos.

Pero no empezamos con esos niveles de responsabilidad. Ellas empezaron con tareas que estaban quizás un poco por encima de su nivel—pero no mucho. Les dimos responsabilidades de cuidado de niños desde temprana edad (no solas, por supuesto, sino hasta alcanzar una edad adecuada). Vickie les enseñó a cocinar cuando eran bastante pequeñas. Puesto que las educamos en el hogar, les dábamos también tareas académicas transmitiéndoles la impresión de que creíamos que las cumplirían con éxito. Tratábamos de elogiarlas siempre por sus éxitos.

Encomendar trabajos de cierto nivel de dificultad. Aumentar niveles de confianza. Esperar el éxito. Elogiar. Estos son los factores clave en demostrar que crees que tu hija es una persona pensante.

2. Guía a tu hija hacia una visión de su vida que afirma su femineidad.

Si tú presionas a tu hija hacia una carrera como su mayor prioridad, podría llegar a tener dificultad para aceptar la maternidad. Si algún día tiene hijos, podría cargar con una tendencia depresiva a decir, “Papá siempre quiso que yo fuera médico, y mírame. Soy solamente una madre y ama de casa.” O si constantemente le comunicas la idea de que su único destino es ser esposa y madre—podrías minar su habilidad de alcanzar otras metas importantes que Dios tiene para ella. Además, podría no llegar a ser ni esposa ni madre, y verse frente a algunos problemas emocionales significativos si esta “visión” tan largamente esperada nunca se cumple.

Vickie y yo les decimos a nuestras hijas que nadie—ni hombre ni mujer—puede “tenerlo todo.” No hay una persona capaz de tener en su vida más de una sola “máxima prioridad.” Nosotros creemos que la máxima prioridad de una madre son sus hijos. Pero hay una marcada diferencia entre “máxima prioridad” y “única prioridad.”

Transmíteles a tus hijas adolescentes que la universidad y los planes para una vocación futura deben considerarse a la luz de todo el espectro completo de prioridades que puede enfrentar algún día la mujer—como la maternidad. En nuestro caso, alentamos a nuestras hijas a considerar vocaciones que puedan desarrollarse en tiempo parcial desde el hogar mientras que ellas funcionan como madres amorosas de tiempo completo.

Por ejemplo, Christy lleva un buen avance en su preparación como periodista política. Es algo que ella puede hacer ya sea de tiempo completo en una oficina, o en tiempo parcial desde el hogar.

A la madura y respetable edad de dieciocho años, Jamie es una excelente artista gráfica y muy buena editora. Igualmente, ella podrá algún día desarrollar estas vocaciones afines en una oficina en su casa si acaso algún día llega a ser madre.

Tanto una profesión como la otra son cosas que pueden ejercerse o suspenderse a lo largo de las vidas de ellas cuando la maternidad demande más de su tiempo.

Parte de este rompecabezas consiste en encontrar una vocación que pueda ejercerse razonablemente en tiempo parcial en el hogar. Pero otra parte consiste en inculcar en tu hija un sentido de la importancia de ser una madre que permanece en el hogar, si acaso el Señor la bendice con hijos. La clave para crear ese deseo, creo yo, se encuentra en el tercer factor.

3. El dar a tu esposa un trato de dignidad y valor es la manera más importante de alentar a tu hija a aceptar con entusiasmo el don de la maternidad que Dios le da.

Quizás la razón más importante por la que nuestras hijas tienen la visión de adoptar el papel tradicional de esposa y madre es que ven a Vickie y les agrada lo que ven.

Tu esposa va a jugar un papel extremadamente importante en crear la visión correcta para tu hija. Pero tu relación con tu esposa—el que la trates o no con respeto—es de tremenda importancia.

El mundo considera el “trabajo de hombres” como una ocupación verdaderamente valiosa. Tú eres el representante del “trabajo de hombres” para tu familia. Si tu conducta refleja una actitud de que tu papel es mucho más importante que el papel que juega tu esposa que permanece en casa, no te sorprenda que tu hija en un futuro rechace la vida familiar y quiera mejor tu papel en el mundo laboral.

Hay por lo menos cuatro aspectos de mi relación con Vickie que creo han ayudado a nuestras hijas a llegar al punto en el que sostienen la visión de sus potenciales papeles futuros como esposas y madres.

Yo nunca tomo decisiones importantes en mi vida sin el apoyo entusiasta de Vickie—y las muchachas lo saben. Durante más de veinte años la gente ha tratado de convencerme de que me postule para algún cargo público. Es un tema que se ha comentado en nuestra casa desde que nacieron nuestros hijos. Nuestras hijas saben que cada vez que se me pedía que considerara un puesto específico, yo lo comentaba a fondo con Vickie. También saben que si Vickie expresaba dudas o reservas, mi respuesta sería “no.”

También han observado este mismo proceso de toma de decisiones mutua en otras áreas importantes—la compra de una casa, cambios de residencia, decisiones de trabajo—y decisiones no tan importantes, como el color de una pintura o el dibujo de un papel tapiz.

La Biblia enseña que el marido en última instancia es el responsable de las decisiones familiares. Pero ay del marido que no consulta a su esposa, y que no considera las opiniones de ella como equivalentes a un poder de veto. Sin duda llegará un momento en que tendrás que tomar una decisión contraria a la opinión de tu esposa. Esa acción debe ser una excepción, y realizarse con gran cautela y ternura.

Aun siendo tan importante que yo consulte a Vickie en decisiones mayores y siga su consejo inicialmente, es aun más importante que yo evite hablar despectivamente de la decisión posteriormente. Si mi hijas oyeran que yo cuestionara una decisión tomada conjuntamente por Vickie y por mí, diciendo, por ejemplo, “Si sólo tu mamá no hubiera dicho que no, podríamos estar viviendo en esa nueva casa grande en tal o cual colonia”—minaría todo.

A medida que nuestras hijas han ido creciendo, las he incluido en el círculo de consejeros a quienes acudo ante las decisiones importantes de mi vida. No sólo tengo en alta estima sus observaciones, sino que el pedirles su opinión tiene el beneficio secundario de irles enseñando que su futuro papel de consejeras para sus maridos es de gran valor.

Nuestras hijas me han visto “ceder el paso” ante la visión y vocación de mi esposa para su vida. Vickie, como ya se habrá inferido, es una madre de nueve hijos que educa en el hogar. Cuando éramos novios yo gané un concurso universitario de oratoria y debate defendiendo el “crecimiento de población cero.” El tener una familia grande ha sido básicamente idea de mi esposa—con lo cual se comprueba que ella es mejor para el debate que yo.

Nuestras hijas están conscientes de esta dinámica en nuestra relación. Ellas saben que su mamá me ha convencido de que tengamos una familia grande y entienden que Vickie cree que criar hijos piadosos es su misión primordial para Dios en la vida.

Lo que yo diga a este respecto es muy importante para mis hijas. Si yo me quejo de tener una familia grande después de haber estado de acuerdo con la creación de cada hijo, yo estaría transmitiendo señales muy peligrosas. Yo sencillamente no puedo decir algo como, “Si no estuviéramos esperando otro bebé yo tendría dinero para mandarte a una mejor universidad.” O, “Como tenemos tantos hijos tenemos que andar en una van Dodge ‘89 de quince pasajeros en vez de una Dodge Viper ‘96.”

Sin duda la visión de Vickie para su vida ha creado a veces algunos conflictos con las cosas que yo quisiera hacer. Como antes mencioné, yo tenía toda la intención de postularme para el senado de los Estados Unidos en 1996. Sin ninguna presión de parte de Vickie, yo decidí no lanzarme porque tenemos muchos hijos pequeños. Viendo esta decisión desde cierta perspectiva, alguno podría decir, “La visión de tu esposa para su vida fue un estorbo a la visión tuya para tu vida.” Yo rechazo esa forma de pensar. Yo quiero que mis hijas conozcan el valor que yo le asigno a la visión que su madre tiene para su vida. Además, el verbalizar ese pensamiento haría que mis hijos más pequeños sintieran que su misma existencia es un estorbo para mí.

Cuando hemos comentado este tema en familia, he sido cuidadoso de reafirmar nuestro compromiso con la familia grande y asegurarles que yo sé que el plan de Dios para mi futuro los incluye a todos ellos.

No quiero dar la impresión de que todo esto es unilateral y de que solamente yo cedo ante Vickie. Ella cede bastante por respeto al llamado que Dios ha puesto sobre mi vida. La verdad es que ella me apoyó con entusiasmo en mi campaña por la candidatura al puesto de tiempo parcial de gobernador interino. Durante algunos años he participado como orador en conferencias. Como parte de mi trabajo se me alienta a que tenga esas participaciones como conferencista, aunque definitivamente no se me exige que lo haga. Vickie podría decir, “Tres conferencias por año. Punto. Yo te necesito en casa.” Pero no lo hace. Hemos acordado un límite, pero es un límite muy generoso considerando la enorme responsabilidad que Vickie tiene que sobrellevar cuando yo no estoy. Es importante que mis hijas (y mis hijos) vean un balance. La verdad es que cedemos el uno al otro y mostramos respeto por los llamados que cada uno ha recibido de parte de Dios para su vida.

Y no sólo en las cosas grandes. Es casi igualmente importante que yo muestre respeto por mi esposa en las actividades cotidianas. Si yo siempre “sigo mi onda” (y soy muy propenso a hacerlo) en lugar de mostrar un grado adecuado de ayuda en el hogar, les transmito a mis hijas el mensaje de que el trabajo de Vickie no es tan importante como el mío. Tengo ciertas luchas en esta área, pero trato de transmitir por palabra y hecho que yo considero que el “trabajo de Vickie” es importante y valioso.

Una de las dinámicas más importantes en nuestra vida familiar es la educación en el hogar. Antes de que empezáramos a educar en el hogar, Vickie hacía comentarios como, “¿No será mejor que yo consiga un empleo en vez de estar nada más aquí en casa recogiendo tiraderos y cambiando pañales?” Vickie terminó sus estudios de preparatoria con el segundo lugar de su generación, y antes de que empezara a dar clases a nuestros hijos, extrañaba a veces la estimulación intelectual. Pero a pesar de estos pensamientos momentáneos, ella siguió comprometida con su papel de mamá de tiempo completo.

Cuando empezamos a educar en el hogar, la dinámica cambió. Ahora ella estaba involucrada en instrucción académica—una tarea altamente valorada por el mundo que nos rodea. Ella tenía abundante estimulación intelectual y abundante valor percibido para su vida.

No trato de decir que la educación en el hogar es la única manera en que la mamá que permanece en casa puede tener verdadero valor en su papel. Yo no fui educado en el hogar y mi madre que también permanecía en casa jugó un papel muy importante en mi vida. Lo que trato de decir es que la educación en el hogar ha sido algo muy útil en ayudar a mi esposa a tener una visión para su femineidad en la que encuentra realización y propósito. Nuestras hijas ven esta visión. Ellas aceptan con entusiasmo esta visión modelada por su madre. Y a mí me corresponde apoyar esta visión con entusiasmo.

Yo le hablo a Vickie de una manera que demuestra respeto por su inteligencia. Trato a Vickie como a una persona pensante, no como veo que algunos hombres tratan a sus esposas.

Tus hijas ven más de tu relación con tu esposa que lo que ni tú ni ella probablemente quisieran. Seas quien seas, vas a cometer algunos errores en tu forma de comunicarte con tu esposa ante tus hijos. Lo importante es que tu comunicación normal sea respetuosa, y que las violaciones a esta regla sean raras.

El sarcasmo probablemente sea la forma más común en que los hombres transmiten a su esposa la actitud de considerarla una tonta. Son demasiados los hombres que hacen comentarios torpes que dan a entender, “Cállate, mujer.”

No es necesario que tu esposa sea una gigante intelectual—ni que entienda de economía, política o el Internet—para tener compasión y gran sabiduría. Háblale con respeto, y tus hijas recibirán un refuerzo positivo también.

Les digo a mis hijas en lenguaje claro que el papel de su madre es importante. Aunque las acciones hablan más fuerte que las palabras, las palabras son importantes también.

De vez en cuando mis hijas me oyen elogiar a mi esposa por el papel valioso que desempeña en nuestra familia. Me oyen decir, “Hiciste muy buen trabajo de enseñarle álgebra a Katy en este año. Sé que no ha sido fácil, pero era importante que ella lo aprendiera.” Y en otros momentos les digo a las muchachas más directamente que yo considero que es valioso lo que hace su mamá. Les digo algo como, “Jessica, tu mamá sacrifica mucho tiempo para prepararte las lecciones. Necesitas darles tu mejor esfuerzo.” También me oyen hacer comentarios de ese tipo en público y por escrito. Si no dijera lo mismo en casa, los comentarios públicos serían hipocresía y crearían amargura. Un mensaje constante de elogio para mi esposa es un factor extremadamente importante en ayudar a nuestras hijas a aceptar con entusiasmo el rol de ella como su primera elección para su futuro a largo plazo.

Las feministas encuentran fácil presa en las hijas de madres no valoradas. Demuestra gratitud y dale valor a tu esposa. Tus hijas, también, llegarán a ser “Tradicionalistas Facultadas.”

Para Reflexionar y Comentar

1. ¿Le das a tu esposa o a tu hija un trato condescendiente? ¿De qué maneras piensas que una actitud anti-masculina podría empezar a parecerles atractiva como resultado de tus palabras y acciones?

2. ¿Tu forma de hablar refleja que la maternidad es tan importante como tu trabajo? Si no, ¿qué efecto crees que tenga esto en tu hija en un futuro y en tu mujer actualmente?

3. ¿Cómo puedes familiarizar a tu hija con algunas oportunidades vocacionales que puedan potencialmente realizarse desde su hogar?