La Última Palabra - Febrero 2003
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La Última Palabra – Febrero 2003
Por Mike Richardson

Después de instalar mi oficina junto a la casa, Timoteo (2 años) inmediatamente adquirió el hábito de dormir su siesta en un catre junto a mi escritorio. Casi todos los días que trabajo en la oficina, él viene entre las 11:30 y las 12:00 y abre la puerta. Yo volteo hacia él y le pregunto: "¿Quieres dormir tu siesta aquí hoy?" Él responde sin decir una palabra. Simplemente se dirige al catre (que yo he colocado en la oficina) y se acuesta. En ocasiones platicamos un poco, otras veces se duerme inmediatamente. Más tarde, cuando está lista la comida, yo lo despierto y lo llevo a la casa para comer.

Timoteo disfruta mucho la libertad de venir a mi oficina para dormir su siesta. Mamá disfruta el hecho de tener un rato en el que no tiene que estar preocupada por un pequeño de dos años que ande haciendo travesuras (cuando se supone que debe estar durmiendo). Pero más disfruto yo el poder pasar un poco de tiempo con mi muchachito--que no será pequeño por mucho tiempo.

Pues, resulta que hace unos días entró Josué y preguntó si él podía dormir siesta en mi oficina. (Él no ha dormido siesta en más de un año). Después de pasar unos pocos minutos acostado en el catre, se levantó y anunció: "Olvidé, yo no quería dormir siesta."

Josué es un niñito dulzón que nunca ha hecho todas las travesuras que han hecho sus hermanos (¡y hermanas!). Sin embargo, desde que él era muy pequeño, su desarrollo físico ha sido más lento que el de todos los demás. Empezó a caminar a una edad bastante mayor que todos los demás y siempre ha sido menos activo. A pesar de esto, su desarrollo físico general seguía dentro del rango de lo "normal" hasta hace unos ocho meses, cuando empezó a cojear de la pierna derecha. También empezó a despertar por las noches llorando y quejándose de dolor en su pierna y pie derechos.

Primero lo llevamos a consultar con un neurólogo en Monterrey. Después de examinarlo, nos dijo que no tenía ningún problema neurológico, pero que la radiografía mostraba algunas anomalías en la cadera derecha, y que debíamos llevarlo con un ortopedista. Hicimos una cita con uno en Saltillo. Después de examinar a Josué y revisar las radiografías, él hizo el diagnóstico presuncional de enfermedad de Perthe en la cadera derecha. Luego consultamos con un ortopedista pediatra en Saltillo para obtener una segunda opinión. Después de su examen, confirmó tentativamente el diagnóstico de enfermedad de Perthe, sin conocer el diagnóstico del otro médico. El mes pasado las radiografías mostraron deterioro adicional en la cadera y confirmaron el diagnóstico.

 La enfermedad de Perthe es una degeneración de la cabeza del fémur (hueso del muslo) debido a una circulación deficiente de esa región. La causa específica de esta enfermedad se desconoce, pero el trastorno local de la circulación sanguínea conduce a necrosis (muerte de una porción localizada de tejido, rodeada por tejido sano) de la cabeza del fémur. En la etapa activa, que puede durar hasta tres años, la cabeza femoral se ablanda y puede llegar a deformarse.

Las opciones en cuanto a tratamiento varían ampliamente, y han cambiado en los últimos años. Sin embargo, el objetivo de cualquier tratamiento es intentar evitar que la cabeza del fémur, ablandada, sea aplastada y fragmentada y severamente deformada, ya que ningún medicamento u otro tratamiento conocido lo puede restaurar si se deforma o se destruye.

Como las opciones de tratamiento varían ampliamente, el médico sugirió que intentáramos concertar una cita con un hospital infantil en los Estados Unidos para obtener recomendaciones del tratamiento más actualizado.

Por un problema, aparentemente no relacionado, Josué perdió una parte considerable de su agudeza auditiva el mes pasado.

Por favor oren por Josué mientras buscamos la mejor opción para atender ambos problemas, y también por su recuperación total.

En Cristo,

Mike