La Última Palabra - Agosto 2002
|
La Última
Palabra – Agosto 2002
Ayer cuando
regresaba de la oficina a mi casa, mi mente saltaba rápidamente de un
pensamiento a otro. Finalmente empecé a concentrarme en la bendición que el Señor
ha dado sobre la obra que estamos realizando. Como acaba de terminar la Séptima
Conferencia Anual en Saltillo, obviamente tenía esto muy fresco en mi memoria. Recibimos
muchos comentarios en el sentido de que la reunión había sido de gran bendición
para los que asistieron. Una persona escribió: "El tema central fue muy útil
para mí en este tiempo." Otros escribieron sobre la manera en que Dios había
usado diversas sesiones para confirmar lo que Él estaba haciendo en sus vidas.
Muchos hicieron la observación de que las nuevas instalaciones más amplias hacían
que fuera mucho más fácil escuchar y aprender. Esta ha sido
con mucho nuestra conferencia más grande y parece que 1030 personas que
asistieron, procedentes de 18 de los estados de la República y de tres países,
fueron bendecidas y alentadas por las sesiones, los materiales disponibles y la
comunión en la reunión. Mientras
continuaba por el sinuoso camino de tierra que recorre el cañón que conduce a
mi casa en el ranchito donde vivo, mi pensamiento viró hacia nuestra iglesia y
los creyentes. Al recordar a cada uno de los varones en la iglesia, me sentí
bendecido por su crecimiento en el Señor a lo largo de los últimos años.
Repetí en mi mente el nombre de cada uno de ellos, recordando tantas maneras en
que cada uno había manifestado crecimiento y fruto en su vida. Finalmente me
concentré en Don Joaquin. Él fue uno de los primeros que aceptaron al Señor.
Él y su esposa abrieron sus corazones y permitieron que la iglesia se reuniera
en su propiedad. A sus ochenta y siete años no era muy fuerte, sin embargo
estaba constantemente procurando mejorar el lugar donde celebrábamos las
reuniones de la iglesia. Un día cuando llegué a su casa, tenía en su rostro
una amplia sonrisa y me dijo que tenía algo que me quería enseñar. Luego me
llevó y me enseñó mi nuevo púlpito. Había tomado uno de sus tambores para
agua y me lo había regalado para usar de púlpito. Joaquín ya se ha ido a
estar con el Señor. Es una de las preciosas primicias que el Señor ha
permitido en esta iglesia. Al volver en
mi mente a la conferencia, me preguntaba qué consejo nos hubieran dado Joaquín
y su viuda, Socorro, si ellos hubieran asistido. Pensé que posiblemente
hubieran dicho: “La vida es corta y muy pronto uno de ustedes estará solo. No
quedarán más que recuerdos. Tómense el tiempo para decirse ‘te amo.’ Háganse
los pequeños favores que saben que desean sus cónyuges. Disfrútense y nunca
se acuesten enojados, porque un día uno de ustedes estará solo. No quedarán más
que recuerdos.” Un tierno beso
por la mañana no cuesta nada. Decir “te amo” lleva poco tiempo, y un día
muy pronto uno de los dos quedará solo. No quedarán más que recuerdos. En Cristo, Mike P.D. Pamela,
te amo. |