Capítulo Ocho
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Capítulo Ocho: Mujeres Responsables
por Michael Farris

Tuve una vez una secretaria, “Karina,” que en general era muy competente en casi todo. Pero tenía un defecto importante. Sencillamente no llegaba a tiempo al trabajo. Se suponía que entraba a las 8:30, pero siempre entraba furtivamente unos minutos antes de las nueve. En desesperación, le cambié su hora de entrada a las nueve, retrasando en la misma medida su hora de salida. Empezó a llegar más cerca de las 9:30. Con el tiempo, tuve que darle un ultimátum: si acumulaba 60 minutos de retraso en su entrada, la despediría. Renunció unos días más tarde porque se dio cuenta que sencillamente no podía obligarse a llegar a tiempo.

El llegar a tiempo era una porción pequeña de las responsabilidades de Karina. Pero su fracaso en ser fiel en esa cosa pequeña le impidió demostrar su fidelidad en las áreas de responsabilidad mayores.

Sin reserva puedo afirmar que todas nuestras hijas—las seis—son jovencitas muy trabajadoras que pueden enfrentar responsabilidades serias muy por encima de sus años.

Tanto Christi como Jamie han trabajado de tiempo completo en puestos de mucha responsabilidad. Mientras escribo esta sección, Jamie no se encuentra en casa, porque después de un día completo de trabajo como artista gráfica, está terminando el formateo y las ilustraciones para una revista de veinte páginas sobre candidatos presidenciales. Llegará a casa cerca de la medianoche.

Las dos muchachas mayores ahorraron el dinero suficiente para pagar de contado sus propios automóviles. Christi ahorró además suficiente para pagar la mitad de sus gastos de universidad en la mayor parte de sus dos primeros años de estudios.

Estoy totalmente confiado en cuanto a la capacidad de nuestras dos hijas mayores (y Katy, la tercera, les viene pisando los talones) para encargarse de una familia. Mi esposa y yo no titubeamos en cuanto a dejar a las muchachas mayores encargadas de la familia cuando tenemos que salir de la ciudad.

Jessica y Angie son excelentes ayudas en el hogar. Para cuando se les considere de una edad “confiable” para cuidar niños, estarán sobre-calificadas para hacerlo.

Ni Vickie ni yo podemos decir que nos propusimos en un principio de una manera organizada formar a nuestras hijas de tal manera que pudieran funcionar a un nivel extraordinariamente alto de responsabilidad. Pero ciertos requisitos que establecimos ayudaron a nuestras hijas a desarrollar hábitos fuertes en esta área. Aunque nosotros avanzamos a tumbos y tropezones y salimos con buenos resultados, quizás ustedes lo puedan lograr de una manera planificada. Nuestra pauta básica fue la lección que mi secretaria Karina necesitaba aprender: Sé fiel en las cosas pequeñas, y tendrás oportunidad de mostrarte fiel en cosas mayores.

 

Trabajo y Responsabilidad

Como he dicho, cuando tienes una familia de nueve hijos, no tienes alternativa. Todos tus hijos tienen que aprender a trabajar duro. Entre la niñez de Vickie y la mía, la mía fue la que me preparó mejor para el trabajo que hemos enfrentado con nuestra familia”extra-grande.”

Mi madre fue una hija entre once. Durante los últimos años de la depresión, cuando ella era adolescente, su familia completa siguió el patrón de trabajadores migrantes inmortalizado en The Grapes of Wrath (Las Uvas de Ira). Mi padre es el mayor de cinco hermanos. En su niñez vivió lo peor de la depresión en una granja pedregosa en medio de la región de los Ozark en Arkansas. Su padre, mi abuelo, no era un trabajador de lo más diligente, y una gran parte de la responsabilidad de la familia recayó sobre mi padre.

Yo fui uno de cuatro hermanos—el segundo hijo, el mayor varón. A mis hermanas, a mi hermano y a mí se nos exigió de niños que trabajáramos bastante duro. Pizcábamos fruta en el verano. Hacíamos trabajos significativos todo el año. Yo pintaba, cortaba césped, y volteamos la tierra de todo el jardín del frente de la casa para acabar con la mala hierba—en dos ocasiones. Le ayudé a mi papá a cavar un pozo a mano. Cavé un canal de riego de 30 metros. Lo odiaba. Yo quería jugar. Pero no había opción. Se me exigía. Se esperaba de mí. Mis padres constantemente nos recordaban que nos había tocado mucho más fácil a nosotros que a ellos en su niñez. Y tenían razón.

Vickie, por otro lado, había sido hija única. Le pedían que mantuviera limpia su recámara. Tenía unas cuantas tareas domésticas, pero en la mayor parte se esperaba que dedicara sus esfuerzos y su esmero a sus estudios académicos. Y así lo hizo, terminando en su generación con el honor de pronunciar el discurso de apertura en su ceremonia de graduación. Vickie dice que batalla para obligar a nuestras hijas a trabajar porque a ella se le pedía mucho menos cuando era niña. Pero todos nos damos cuenta de la absoluta necesidad de los esfuerzos mutuos para mantener funcionando nuestra familia. Así que nuestras hijas trabajan. Y yo constantemente les recuerdo que a mí me tocaron más difíciles las cosas cuando yo era niño. (Exagero bastante.)

Dimos por equivocación con muchos de los principios que recomiendan los expertos en crianza de los hijos. Lo que te podemos decir es que estos principios funcionan.

Principio 1: Dale a tu hija responsabilidades serias y espera de ella que trabaje duro.

No hay duda en cuanto al valor del trabajo pesado que se les ha exigido a nuestras hijas que realicen. Y francamente, la lección a aprenderse es bastante sencilla. Dales a tus hijas verdaderas oportunidades de trabajar y aumentarán considerablemente las probabilidades de que sean capaces de asumir y equilibrar responsabilidades sustanciales en un tiempo futuro. Y no necesitas tener nueve hijos para hacer que esto suceda. A una hija única se le puede enseñar a ir desempeñando mayores responsabilidades si decides seguir ese camino.

El trabajo pesado para una niña de cinco años puede ser tan sencillo como recoger sus cosas (tres o cuatro veces al día), tender su cama, ayudar a recoger la mesa, ayudar a recoger el tiradero hecho por el bebé, y alimentar a los animales domésticos.

A una niña de diez años se le puede pedir que lave los platos, que doble la ropa lavada, que cuide de niños más pequeños (estando un adulto en la casa), que ayuda a cocinar cosas sencillas, que le ayude a Papá a recoger el jardín antes de la poda del césped, que ayude a arrancar hierba mala de la huerta, y, por supuesto, que mantenga ordenada su propia recámara.

No quisiera que alguien pensara que nuestras hijas nunca han tenido tiempo para jugar. Juegan varias horas al día en sus primeros años (antes de los doce años) y disponen de bastante tiempo para actividades recreativas en su adolescencia.

Principio 2: Elimina la televisión

Una de las principales razones por las que tienen tanto tiempo para trabajo significativo (incluyendo sus estudios) y juego significativo es que nuestros hijos ven muy poca televisión. De hecho hemos sido un poco más tolerantes en los últimos años y les hemos permitido unas cuatro o cinco horas de programas de televisión por semana.

Un niño sentado frente a un televisor no está aprendiendo a trabajar, jugar ni leer. El trabajo, el juego y la lectura son actividades con propósito para los niños.

Si no puedes controlar tus propios hábitos en cuanto a la televisión (mi esposa no ve televisión, y yo veo un evento deportivo aproximadamente cada dos semanas), no esperes que tus hijas se refrenen solas. Necesitas poner el buen ejemplo.

Si eres de esas personas que sencillamente no pueden controlarse ante un televisor, bótalo a la basura. Es mejor nunca ver las noticias que permitir que tus malos hábitos conviertan a tus hijas en vegetales del video.

Principio 3: Asigna el trabajo al niño más pequeño capaz de realizarlo e incrementa constantemente los niveles de responsabilidad.

Nosotros tenemos un perro grande. Casi cincuenta y cinco kilos. Exige su alimentación. Antes rotábamos las responsabilidades de alimentación entre nuestros tres hijos “medianos.” Pero descubrimos que nuestras dos hijas “medianas” podían doblar ropa limpia, y que Michael (nuestro hijo mayor) no podía doblar ropa limpia. Michael ahora es el alimentador de planta del perro (hasta que Emily llegue a tener la edad suficiente para compartir esa responsabilidad.)

Al asignar cada tarea al niño más pequeño capaz de realizarla, proporcionas una forma de aliviar la carga de trabajo de un niño mayor (lo cual ayuda a evitar el resentimiento). Y tiene la enorme ventaja de empujar a tus hijos a niveles cada vez mayores de responsabilidad.

Principio 4: Premia los esfuerzos especiales.

En nuestra manera de pensar, los niños deben hacer una cierta cantidad de trabajo para tener su parte en la responsabilidad que va junto con el pertenecer a una familia. Si una hija no quiere trabajar, tampoco tendrá privilegios. (Es sólo una ligera modificación de II Tesalonicenses 3:10.)

Sin embargo, yo creo que es muy importante, también, que nuestras hijas aprendan la relación que existe entre el trabajo y el dinero. En nuestra casa, el trabajo adicional produce dinero. Si los bebés han hecho un desorden en el sótano, tenemos que pedirles a nuestros hijos medianos (y a veces a los mayores) que lo recojan. Si es un tiradero particularmente grande, o si sólo uno o dos niños tienen que recogerlo, les pagamos algo por emprender una tarea que requiere de mucho esfuerzo adicional.

Me gusta particularmente proveer pequeñas recompensas (de cincuenta centavos a un dólar) cuando alguna de nuestras hijas toma la iniciativa para hacer pequeñas tareas sin que se le pida.. Un niño de diez años que mediante los estímulos y el refuerzo que recibe aprende a ver un tiradero que ha hecho el bebé, y a recogerlo sin que se le ordene, podría algún día tener la iniciativa y la capacidad de ser director general de una empresa de la altura de Fortune 500. El trabajo esforzado y la iniciativa son tan infrecuentemente vistos hoy en día que un poco de entrenamiento y aliento en esta área puede producir resultados muy superiores a los que quizás imagines.

 

 

Responsabilidad con el dinero

Principio 1: Enséñale a tu hija que el dinero viene por trabajar.

Tocamos este principio en la sección relativa al trabajo, pero vale la pena hacer hincapié en ello.

Muchas familias crían hijos con la misma filosofía desacreditada que actualmente está destruyendo las finanzas del gobierno federal: las dotaciones. Los niños que creen que tienen derecho a que se les concedan todos sus deseos adquirirán los gustos de altos ejecutivos, pero manifestarán los hábitos laborales de los desempleados crónicos.

Aun en las familias más pudientes, debe haber ciertas cosas que los niños no puedan obtener a menos que trabajen por ellas.

En nuestras hijas medianas se ha despertado un fuerte interés por la colección de muñecas American Girl. Estos son artículos de buena calidad, pero un tanto caros. Jessica acaba de solicitarme permiso de pedir un artículo gratuito llamado “El Juego del Ahorro.” Es una libreta creada por la compañía Pleasant, que fabrica las muñecas American Girl, y contiene algunas etiquetas que enseñan a las muchachas a crear un plan de trabajo y ahorros para permitirles juntar el dinero suficiente para comprar los artículos que desean. Esta es una idea sumamente valiosa. Nosotros pedimos dos planes de ahorro “gratuitos.” La compañía sabe que el enseñar a las muchachas a ahorrar les resultará en el largo plazo en la venta de más productos, pero me da gusto que se beneficien con esto, porque el enseñar a las muchachas a sublimar sus deseos inmediatos para participar en un plan de trabajo y ahorros de largo plazo es algo sencillamente invaluable.

Principio 2: Enseña a tu hija a diezmar.

Esto no es difícil de hacer. En realidad sólo se necesitan dos cosas. Primero, enseña a tu hija que ella necesita dedicar las primicias de su trabajo al Señor. Segundo, modela tú la conducta deseada.

Los Garvis, una familia de nuestra iglesia que tiene cinco hijas y un bebé, recientemente dieron una tremenda lección ilustrada en cuanto a la virtud de dar. La mamá alentó a las muchachas a poner un puesto de helados este verano pasado. Ella les adelantó el precio de la primera partida de helados, pero debían devolverle su inversión. Vendieron una buena cantidad de helados y tuvieron buenas utilidades para cuando terminó el verano.

Desde un principio, estas muchachas habían emprendido esta actividad con la meta de donar todas sus ganancias a una misionera—una mujer soltera que iba a trabajar en un empleo secular en una país islámico como medio para alcanzar a las mujeres islámicas para Cristo. La mamá de las muchachas (cuyas edades iban desde cinco hasta once años) hizo arreglos para que el donativo fuera entregado por ellas delante de toda la iglesia. Uno podía ver el centelleo en los ojos de las muchachas cuando veían cómo los resultados tangibles de sus esfuerzos estaban siendo usados para Dios.

Lo normal debería ser enseñar a tu hija a diezmar. Pero de vez en cuando no sería mala idea emprender alguna actividad especial y dar la totalidad del dinero a la obra del Señor.

Principio 3: Enseña a tu hija que el dinero debe gastarse cuidadosamente

Cuando mis hijas mayores tenían doce o trece años, prestaban poca atención a los precios cuando salíamos a comprar ropa. Papá siempre pagaba. Simplemente no les interesaba.

Algo curioso sucedió cuando empezaron a ganar suficiente dinero propio como para comprar por lo menos una parte de su propia ropa. No sólo eran cuidadosas con su dinero, sino que eran cuidadosas y prudentes con el mío. Cuando tuvieron la responsabilidad de ganar y gastar su propio dinero, aprendieron el valor de hacer las compras con cuidado.

Yo hago la mayor parte de las compras del mandado de la casa.  Frecuentemente me acompaño de uno de mis hijos. Una de las cosas que procuro hacer es enseñarles a nuestras hijas (y finalmente a los hijos varones, también) algunos principios de la compra comparativa. Les enseño a leer las etiquetas de precios unitarios para que sepan qué artículo es realmente el más barato.

Una habilidad práctica de compras que aprendí de mi papá y que mis hijas me han visto aplicar con mucha frecuencia es esta: Si hay un precio de oferta muy especial para un artículo que consumimos de manera rutinaria, frecuentemente compro todo lo que la tienda me permita comprar. Hay un producto de lavandería que mi esposa usa mucho (nueve hijos, recuerda). Yo estaba comprando una botella de US $3 cada dos semanas. Pero hace como dieciocho meses una tienda local de abarrotes tuvo una oferta de dos-por-uno. Compré tres cajas.

Principio 4: Enseña a tu hija a asumir

responsabilidad por sus errores.

Mi mejor ilustración de este principio proviene de un ejemplo con mi hijo, pero la lección realmente se aplica a ambos sexos, así que doy la ilustración. Michael decidió esconderse dentro del gabinete del estéreo que estaba (nótese el tiempo verbal) cubierto con una puerta de vidrio. No parecía importarle el hecho de que un niño de dos años no cabía allí. El era demasiado grande, y travieso ni se diga, para meterse en ese gabinete.

De sobra está decir que la puerta de vidrio se estrelló, pero afortunadamente Michael salió ileso. Era imposible que Michael pudiera ganar suficiente dinero fuera de nuestra familia para pagar esa puerta. La verdad es que ni siquiera he intentado reponerla. Pero iba a hacer que Michael pagara para que aprendiera responsabilidad. Estábamos como a tres semanas del inicio de un viaje de vacaciones. Se le exigió, bajo severas amenazas de restricciones durante el tiempo vacacional, que encontrara cincuenta trabajos adicionales que él pudiera hacer voluntariamente, y que los terminara antes de que saliéramos de viaje. Tuvimos que presionar y engatusarle un poco, pero sí pudo encontrar y realizar el número requerido de trabajos.

Yo creo que tanto Michael como sus hermanas aprendieron que si uno rompe algo a causa de una conducta irresponsable, le va a costar.  Nunca exigimos que nuestros hijos paguen por cosas que se rompen en el proceso del uso normal (vasos que se caen, etc.). Pero si se rompe algo porque están jugando o manifestando una conducta considerada irresponsable para su edad, tendrán que pagarlo en efectivo o con trabajo. Esto enseña la necesidad de cuidar las cosas que son propias y asumir responsabilidad por daños a lo ajeno.

Principio 5: Enseña a tu hija a ser

totalmente honesta.

Cuando una de nuestras hijas mayores tenía como cinco años, descubrimos que había tomado un chocolate de una tienda de abarrotes. El Antiguo Testamento dice que si una persona roba una oveja, deberá pagar con cuatro ovejas. Y en Lucas 19, Zaqueo, el recaudador de impuestos, ofreció devolver cuatro tantos a cualquiera a quien hubiese defraudado. Así que le dijimos a nuestra hija que fuera a la tienda, le dijera al gerente lo que había hecho, y ofreciera pagar cuatro veces el precio del chocolate, con sus propios recursos.

Era una niña tan simpática que pensábamos que el gerente le sonreiría, aceptaría sólo el precio real del chocolate, y suavemente la alentaría a ser honesta en lo sucesivo. Estábamos preparados para insistir en que ella pagara la multa cuádruple.

No era necesario que nos preocupáramos. El gerente no sólo recibió todo el dinero que ella ofrecía, sino que fue extraordinariamente duro con ella y parecía estar a punto de llamar a la policía. A pesar de que él fue más severo de lo que esperábamos, en realidad fue lo mejor para nuestra hija. Tuvo un encuentro con la autoridad que le produjo un buen susto, y esta hija nunca ha hecho nada ni ligeramente deshonesto en más de una década transcurrida desde entonces.

No cabe duda en cuanto a cuál es la mejor manera de enseñar a tu hija la honestidad financiera. Cuando vas al cine y tu hija paga dos dólares menos si es menor de doce años, ¿mientes para ahorrar dos dólares? Cuando viajas en avión y la línea aérea establece que tu hijo de dos años debe pagar boleto, ¿le dices a tu hija de seis años, “No olvides decirle a la azafata que Jenny tiene veinte meses. No le digas que tiene dos años”?

Tu deshonestidad fomentará la deshonestidad en ella. Si eres fraudulento en las cosas pequeñas, no te sorprenda el descubrir en tu hija alguna deshonestidad que consideras tanto significativa como sagrada.

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Nuestra meta como padres es criar hijas que sean responsables cuando sean adultas. Actitudes adultas con respecto al dinero pueden inculcarse a lo largo de la niñez.

Mi madre se crio en circunstancias económicas muy difíciles durante los últimos años de la depresión. Le exigían que pizcara algodón en Texas en el invierno, que cultivara lechuga en Colorado en el verano, y pudo asistir a la escuela sólo en forma muy esporádica.

Ahora es dueña de dos grandes librerías cristianas y ha prosperado económicamente porque lo que aprendió de su padre fue a no concentrarse en las privaciones, sino a trabajar intensamente, usar el dinero en forma responsable . . . y ser totalmente honesta en su trato con la gente.

Yo quiero que mis hijas sean como ella. (¡Gracias, Mamá!)

 

Para Reflexionar y Comentar

1.  ¿Con qué frecuencia se prende el televisor en tu casa? ¿La vida familiar gira en torno a la televisión o a la familia? ¿Tú o tu hija se han enriquecido económicamente o espiritualmente por la cantidad de tiempo que pasan sólo viendo la televisión?

2.  ¿Qué le has enseñado a tu hija verbalmente en cuanto al diezmo? ¿Y por tu ejemplo?

3.  ¿Qué trabajo puedes darle a tu hija para empezar a enseñarle responsabilidad? ¿Qué recompensas puedes darle para enseñarle el valor correcto del dinero?