Capítulo Ocho
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Capítulo Ocho:
Mujeres Responsables
Tuve una vez
una secretaria, “Karina,” que en general era muy competente en casi todo.
Pero tenía un defecto importante. Sencillamente no llegaba a tiempo al trabajo.
Se suponía que entraba a las 8:30, pero siempre entraba furtivamente unos
minutos antes de las nueve. En desesperación, le cambié su hora de entrada a
las nueve, retrasando en la misma medida su hora de salida. Empezó a llegar más
cerca de las 9:30. Con el tiempo, tuve que darle un ultimátum: si acumulaba 60
minutos de retraso en su entrada, la despediría. Renunció unos días más
tarde porque se dio cuenta que sencillamente no podía obligarse a llegar a
tiempo. El llegar a
tiempo era una porción pequeña de las responsabilidades de Karina. Pero su
fracaso en ser fiel en esa cosa pequeña le impidió demostrar su fidelidad en
las áreas de responsabilidad mayores. Sin reserva
puedo afirmar que todas nuestras hijas—las seis—son jovencitas muy
trabajadoras que pueden enfrentar responsabilidades serias muy por encima de sus
años. Tanto Christi
como Jamie han trabajado de tiempo completo en puestos de mucha responsabilidad.
Mientras escribo esta sección, Jamie no se encuentra en casa, porque después
de un día completo de trabajo como artista gráfica, está terminando el
formateo y las ilustraciones para una revista de veinte páginas sobre
candidatos presidenciales. Llegará a casa cerca de la medianoche. Las dos
muchachas mayores ahorraron el dinero suficiente para pagar de contado sus
propios automóviles. Christi ahorró además suficiente para pagar la mitad de
sus gastos de universidad en la mayor parte de sus dos primeros años de
estudios. Estoy
totalmente confiado en cuanto a la capacidad de nuestras dos hijas mayores (y
Katy, la tercera, les viene pisando los talones) para encargarse de una familia.
Mi esposa y yo no titubeamos en cuanto a dejar a las muchachas mayores
encargadas de la familia cuando tenemos que salir de la ciudad. Jessica y
Angie son excelentes ayudas en el hogar. Para cuando se les considere de una
edad “confiable” para cuidar niños, estarán sobre-calificadas para
hacerlo. Ni Vickie ni
yo podemos decir que nos propusimos en un principio de una manera organizada
formar a nuestras hijas de tal manera que pudieran funcionar a un nivel
extraordinariamente alto de responsabilidad. Pero ciertos requisitos que
establecimos ayudaron a nuestras hijas a desarrollar hábitos fuertes en esta área.
Aunque nosotros avanzamos a tumbos y tropezones y salimos con buenos resultados,
quizás ustedes lo puedan lograr de una manera planificada. Nuestra pauta básica
fue la lección que mi secretaria Karina necesitaba aprender: Sé fiel en las
cosas pequeñas, y tendrás oportunidad de mostrarte fiel en cosas mayores. Trabajo y
Responsabilidad Como he dicho,
cuando tienes una familia de nueve hijos, no tienes alternativa. Todos tus hijos
tienen que aprender a trabajar duro. Entre la niñez de Vickie y la mía, la mía
fue la que me preparó mejor para el trabajo que hemos enfrentado con nuestra
familia”extra-grande.” Mi madre fue
una hija entre once. Durante los últimos años de la depresión, cuando ella
era adolescente, su familia completa siguió el patrón de trabajadores
migrantes inmortalizado en The Grapes of Wrath (Las Uvas de Ira). Mi padre es el
mayor de cinco hermanos. En su niñez vivió lo peor de la depresión en una
granja pedregosa en medio de la región de los Ozark en Arkansas. Su padre, mi
abuelo, no era un trabajador de lo más diligente, y una gran parte de la
responsabilidad de la familia recayó sobre mi padre. Yo fui uno de
cuatro hermanos—el segundo hijo, el mayor varón. A mis hermanas, a mi hermano
y a mí se nos exigió de niños que trabajáramos bastante duro. Pizcábamos
fruta en el verano. Hacíamos trabajos significativos todo el año. Yo pintaba,
cortaba césped, y volteamos la tierra de todo el jardín del frente de la casa
para acabar con la mala hierba—en dos ocasiones. Le ayudé a mi papá a cavar
un pozo a mano. Cavé un canal de riego de 30 metros. Lo odiaba. Yo quería
jugar. Pero no había opción. Se me exigía. Se esperaba de mí. Mis padres
constantemente nos recordaban que nos había tocado mucho más fácil a nosotros
que a ellos en su niñez. Y tenían razón. Vickie, por
otro lado, había sido hija única. Le pedían que mantuviera limpia su recámara.
Tenía unas cuantas tareas domésticas, pero en la mayor parte se esperaba que
dedicara sus esfuerzos y su esmero a sus estudios académicos. Y así lo hizo,
terminando en su generación con el honor de pronunciar el discurso de apertura
en su ceremonia de graduación. Vickie dice que batalla para obligar a nuestras
hijas a trabajar porque a ella se le pedía mucho menos cuando era niña. Pero
todos nos damos cuenta de la absoluta necesidad de los esfuerzos mutuos para
mantener funcionando nuestra familia. Así que nuestras hijas trabajan. Y yo
constantemente les recuerdo que a mí me tocaron más difíciles las cosas
cuando yo era niño. (Exagero bastante.) Dimos por
equivocación con muchos de los principios que recomiendan los expertos en
crianza de los hijos. Lo que te podemos decir es que estos principios funcionan. Principio 1:
Dale a tu hija responsabilidades serias y espera de ella que trabaje duro. No hay duda en
cuanto al valor del trabajo pesado que se les ha exigido a nuestras hijas que
realicen. Y francamente, la lección a aprenderse es bastante sencilla. Dales a
tus hijas verdaderas oportunidades de trabajar y aumentarán considerablemente
las probabilidades de que sean capaces de asumir y equilibrar responsabilidades
sustanciales en un tiempo futuro. Y no necesitas tener nueve hijos para hacer
que esto suceda. A una hija única se le puede enseñar a ir desempeñando
mayores responsabilidades si decides seguir ese camino. El trabajo
pesado para una niña de cinco años puede ser tan sencillo como recoger sus
cosas (tres o cuatro veces al día), tender su cama, ayudar a recoger la mesa,
ayudar a recoger el tiradero hecho por el bebé, y alimentar a los animales domésticos. A una niña de
diez años se le puede pedir que lave los platos, que doble la ropa lavada, que
cuide de niños más pequeños (estando un adulto en la casa), que ayuda a
cocinar cosas sencillas, que le ayude a Papá a recoger el jardín antes de la
poda del césped, que ayude a arrancar hierba mala de la huerta, y, por
supuesto, que mantenga ordenada su propia recámara. No quisiera
que alguien pensara que nuestras hijas nunca han tenido tiempo para jugar.
Juegan varias horas al día en sus primeros años (antes de los doce años) y
disponen de bastante tiempo para actividades recreativas en su adolescencia. Principio 2:
Elimina la televisión Una de las
principales razones por las que tienen tanto tiempo para trabajo significativo
(incluyendo sus estudios) y juego significativo es que nuestros hijos ven muy
poca televisión. De hecho hemos sido un poco más tolerantes en los últimos años
y les hemos permitido unas cuatro o cinco horas de programas de televisión por
semana. Un niño
sentado frente a un televisor no está aprendiendo a trabajar, jugar ni leer. El
trabajo, el juego y la lectura son actividades con propósito para los niños. Si no puedes
controlar tus propios hábitos en cuanto a la televisión (mi esposa no ve
televisión, y yo veo un evento deportivo aproximadamente cada dos semanas), no
esperes que tus hijas se refrenen solas. Necesitas poner el buen ejemplo. Si eres de
esas personas que sencillamente no pueden controlarse ante un televisor, bótalo
a la basura. Es mejor nunca ver las noticias que permitir que tus malos hábitos
conviertan a tus hijas en vegetales del video. Principio 3:
Asigna el trabajo al niño más pequeño capaz de realizarlo e incrementa
constantemente los niveles de responsabilidad. Nosotros
tenemos un perro grande. Casi cincuenta y cinco kilos. Exige su alimentación.
Antes rotábamos las responsabilidades de alimentación entre nuestros tres
hijos “medianos.” Pero descubrimos que nuestras dos hijas “medianas” podían
doblar ropa limpia, y que Michael (nuestro hijo mayor) no podía doblar ropa
limpia. Michael ahora es el alimentador de planta del perro (hasta que Emily
llegue a tener la edad suficiente para compartir esa responsabilidad.) Al asignar
cada tarea al niño más pequeño capaz de realizarla, proporcionas una forma de
aliviar la carga de trabajo de un niño mayor (lo cual ayuda a evitar el
resentimiento). Y tiene la enorme ventaja de empujar a tus hijos a niveles cada
vez mayores de responsabilidad. Principio 4:
Premia los esfuerzos especiales. En nuestra
manera de pensar, los niños deben hacer una cierta cantidad de trabajo para
tener su parte en la responsabilidad que va junto con el pertenecer a una
familia. Si una hija no quiere trabajar, tampoco tendrá privilegios. (Es sólo
una ligera modificación de II Tesalonicenses 3:10.) Sin embargo,
yo creo que es muy importante, también, que nuestras hijas aprendan la relación
que existe entre el trabajo y el dinero. En nuestra casa, el trabajo adicional
produce dinero. Si los bebés han hecho un desorden en el sótano, tenemos que
pedirles a nuestros hijos medianos (y a veces a los mayores) que lo recojan. Si
es un tiradero particularmente grande, o si sólo uno o dos niños tienen que
recogerlo, les pagamos algo por emprender una tarea que requiere de mucho
esfuerzo adicional. Me gusta
particularmente proveer pequeñas recompensas (de cincuenta centavos a un dólar)
cuando alguna de nuestras hijas toma la iniciativa para hacer pequeñas tareas
sin que se le pida.. Un niño de diez años que mediante los estímulos y el
refuerzo que recibe aprende a ver un tiradero que ha hecho el bebé, y a
recogerlo sin que se le ordene, podría algún día tener la iniciativa y la
capacidad de ser director general de una empresa de la altura de Fortune 500. El
trabajo esforzado y la iniciativa son tan infrecuentemente vistos hoy en día
que un poco de entrenamiento y aliento en esta área puede producir resultados
muy superiores a los que quizás imagines. Responsabilidad
con el dinero Principio 1:
Enséñale a tu hija que el dinero viene por trabajar. Tocamos este
principio en la sección relativa al trabajo, pero vale la pena hacer hincapié
en ello. Muchas
familias crían hijos con la misma filosofía desacreditada que actualmente está
destruyendo las finanzas del gobierno federal: las dotaciones. Los niños que
creen que tienen derecho a que se les concedan todos sus deseos adquirirán los
gustos de altos ejecutivos, pero manifestarán los hábitos laborales de los
desempleados crónicos. Aun en las
familias más pudientes, debe haber ciertas cosas que los niños no puedan
obtener a menos que trabajen por ellas. En nuestras
hijas medianas se ha despertado un fuerte interés por la colección de muñecas
American Girl. Estos son artículos de buena calidad, pero un tanto caros.
Jessica acaba de solicitarme permiso de pedir un artículo gratuito llamado
“El Juego del Ahorro.” Es una libreta creada por la compañía Pleasant, que
fabrica las muñecas American Girl, y contiene algunas etiquetas que enseñan a
las muchachas a crear un plan de trabajo y ahorros para permitirles juntar el
dinero suficiente para comprar los artículos que desean. Esta es una idea
sumamente valiosa. Nosotros pedimos dos planes de ahorro “gratuitos.” La
compañía sabe que el enseñar a las muchachas a ahorrar les resultará en el
largo plazo en la venta de más productos, pero me da gusto que se beneficien
con esto, porque el enseñar a las muchachas a sublimar sus deseos inmediatos
para participar en un plan de trabajo y ahorros de largo plazo es algo
sencillamente invaluable. Principio 2:
Enseña a tu hija a diezmar. Esto no es difícil
de hacer. En realidad sólo se necesitan dos cosas. Primero, enseña a tu hija
que ella necesita dedicar las primicias de su trabajo al Señor. Segundo, modela
tú la conducta deseada. Los Garvis,
una familia de nuestra iglesia que tiene cinco hijas y un bebé, recientemente
dieron una tremenda lección ilustrada en cuanto a la virtud de dar. La mamá
alentó a las muchachas a poner un puesto de helados este verano pasado. Ella
les adelantó el precio de la primera partida de helados, pero debían
devolverle su inversión. Vendieron una buena cantidad de helados y tuvieron
buenas utilidades para cuando terminó el verano. Desde un
principio, estas muchachas habían emprendido esta actividad con la meta de
donar todas sus ganancias a una misionera—una mujer soltera que iba a trabajar
en un empleo secular en una país islámico como medio para alcanzar a las
mujeres islámicas para Cristo. La mamá de las muchachas (cuyas edades iban
desde cinco hasta once años) hizo arreglos para que el donativo fuera entregado
por ellas delante de toda la iglesia. Uno podía ver el centelleo en los ojos de
las muchachas cuando veían cómo los resultados tangibles de sus esfuerzos
estaban siendo usados para Dios. Lo normal
debería ser enseñar a tu hija a diezmar. Pero de vez en cuando no sería mala
idea emprender alguna actividad especial y dar la totalidad del dinero a la obra
del Señor. Principio 3:
Enseña a tu hija que el dinero debe gastarse cuidadosamente Cuando mis
hijas mayores tenían doce o trece años, prestaban poca atención a los precios
cuando salíamos a comprar ropa. Papá siempre pagaba. Simplemente no les
interesaba. Algo curioso
sucedió cuando empezaron a ganar suficiente dinero propio como para comprar por
lo menos una parte de su propia ropa. No sólo eran cuidadosas con su dinero,
sino que eran cuidadosas y prudentes con el mío. Cuando tuvieron la
responsabilidad de ganar y gastar su propio dinero, aprendieron el valor de
hacer las compras con cuidado. Yo hago la
mayor parte de las compras del mandado de la casa.
Frecuentemente me acompaño de uno de mis hijos. Una de las cosas que
procuro hacer es enseñarles a nuestras hijas (y finalmente a los hijos varones,
también) algunos principios de la compra comparativa. Les enseño a leer las
etiquetas de precios unitarios para que sepan qué artículo es realmente el más
barato. Una habilidad
práctica de compras que aprendí de mi papá y que mis hijas me han visto
aplicar con mucha frecuencia es esta: Si hay un precio de oferta muy especial
para un artículo que consumimos de manera rutinaria, frecuentemente compro todo
lo que la tienda me permita comprar. Hay un producto de lavandería que mi
esposa usa mucho (nueve hijos, recuerda). Yo estaba comprando una botella de US
$3 cada dos semanas. Pero hace como dieciocho meses una tienda local de
abarrotes tuvo una oferta de dos-por-uno. Compré tres cajas. Principio 4:
Enseña a tu hija a asumir responsabilidad
por sus errores. Mi mejor
ilustración de este principio proviene de un ejemplo con mi hijo, pero la lección
realmente se aplica a ambos sexos, así que doy la ilustración. Michael decidió
esconderse dentro del gabinete del estéreo que estaba (nótese el tiempo
verbal) cubierto con una puerta de vidrio. No parecía importarle el hecho de
que un niño de dos años no cabía allí. El era demasiado grande, y travieso
ni se diga, para meterse en ese gabinete. De sobra está
decir que la puerta de vidrio se estrelló, pero afortunadamente Michael salió
ileso. Era imposible que Michael pudiera ganar suficiente dinero fuera de
nuestra familia para pagar esa puerta. La verdad es que ni siquiera he intentado
reponerla. Pero iba a hacer que Michael pagara para que aprendiera
responsabilidad. Estábamos como a tres semanas del inicio de un viaje de
vacaciones. Se le exigió, bajo severas amenazas de restricciones durante el
tiempo vacacional, que encontrara cincuenta trabajos adicionales que él pudiera
hacer voluntariamente, y que los terminara antes de que saliéramos de viaje.
Tuvimos que presionar y engatusarle un poco, pero sí pudo encontrar y realizar
el número requerido de trabajos. Yo creo que
tanto Michael como sus hermanas aprendieron que si uno rompe algo a causa de una
conducta irresponsable, le va a costar. Nunca
exigimos que nuestros hijos paguen por cosas que se rompen en el proceso del uso
normal (vasos que se caen, etc.). Pero si se rompe algo porque están jugando o
manifestando una conducta considerada irresponsable para su edad, tendrán que
pagarlo en efectivo o con trabajo. Esto enseña la necesidad de cuidar las cosas
que son propias y asumir responsabilidad por daños a lo ajeno. Principio 5:
Enseña a tu hija a ser totalmente
honesta. Cuando una de
nuestras hijas mayores tenía como cinco años, descubrimos que había tomado un
chocolate de una tienda de abarrotes. El Antiguo Testamento dice que si una
persona roba una oveja, deberá pagar con cuatro ovejas. Y en Lucas 19, Zaqueo,
el recaudador de impuestos, ofreció devolver cuatro tantos a cualquiera a quien
hubiese defraudado. Así que le dijimos a nuestra hija que fuera a la tienda, le
dijera al gerente lo que había hecho, y ofreciera pagar cuatro veces el precio
del chocolate, con sus propios recursos. Era una niña
tan simpática que pensábamos que el gerente le sonreiría, aceptaría sólo el
precio real del chocolate, y suavemente la alentaría a ser honesta en lo
sucesivo. Estábamos preparados para insistir en que ella pagara la multa cuádruple. No era
necesario que nos preocupáramos. El gerente no sólo recibió todo el dinero
que ella ofrecía, sino que fue extraordinariamente duro con ella y parecía
estar a punto de llamar a la policía. A pesar de que él fue más severo de lo
que esperábamos, en realidad fue lo mejor para nuestra hija. Tuvo un encuentro
con la autoridad que le produjo un buen susto, y esta hija nunca ha hecho nada
ni ligeramente deshonesto en más de una década transcurrida desde entonces. No cabe duda
en cuanto a cuál es la mejor manera de enseñar a tu hija la honestidad
financiera. Cuando vas al cine y tu hija paga dos dólares menos si es menor de
doce años, ¿mientes para ahorrar dos dólares? Cuando viajas en avión y la línea
aérea establece que tu hijo de dos años debe pagar boleto, ¿le dices a tu
hija de seis años, “No olvides decirle a la azafata que Jenny tiene veinte
meses. No le digas que tiene dos años”? Tu
deshonestidad fomentará la deshonestidad en ella. Si eres fraudulento en las
cosas pequeñas, no te sorprenda el descubrir en tu hija alguna deshonestidad
que consideras tanto significativa como sagrada. ______ Nuestra meta
como padres es criar hijas que sean responsables cuando sean adultas. Actitudes
adultas con respecto al dinero pueden inculcarse a lo largo de la niñez. Mi madre se
crio en circunstancias económicas muy difíciles durante los últimos años de
la depresión. Le exigían que pizcara algodón en Texas en el invierno, que
cultivara lechuga en Colorado en el verano, y pudo asistir a la escuela sólo en
forma muy esporádica. Ahora es dueña
de dos grandes librerías cristianas y ha prosperado económicamente porque lo
que aprendió de su padre fue a no concentrarse en las privaciones, sino a
trabajar intensamente, usar el dinero en forma responsable . . . y ser
totalmente honesta en su trato con la gente. Yo quiero que
mis hijas sean como ella. (¡Gracias, Mamá!) Para
Reflexionar y Comentar 1.
¿Con qué frecuencia se prende el televisor en tu casa? ¿La vida
familiar gira en torno a la televisión o a la familia? ¿Tú o tu hija se han
enriquecido económicamente o espiritualmente por la cantidad de tiempo que
pasan sólo viendo la televisión? 2.
¿Qué le has enseñado a tu hija verbalmente en cuanto al diezmo? ¿Y
por tu ejemplo? 3.
¿Qué trabajo puedes darle a tu hija para empezar a enseñarle
responsabilidad? ¿Qué recompensas puedes darle para enseñarle el valor
correcto del dinero? |