La Última Palabra - Abril 2001
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La Última Palabra –
Abril 2001
Hace pocas semanas, el día antes de que tuviera que recoger a algunos
amigos nuestros en el aeropuerto, empecé a oír un “ruido nuevo” en nuestra
camioneta. Me parecía que estaba fallando la transmisión. Empecé a hacer una
oración más o menos como lo que sigue: “Señor, permite que esta camioneta
siga funcionando hasta que se vayan mis amigos y tenga más tiempo para
repararla.” Los recogí al día siguiente en el aeropuerto de Saltillo, unas dos horas
antes de que él debía predicar en La Iglesia de Baratillo. Como la iglesia está
como a dos horas del aeropuerto, teníamos mucha presión de tiempo. Después de
pasar por Los Lirios y tomar el camino de terracería, vimos a un hombre
caminando. Como es mi costumbre en esa región, me detuve para levantarlo. En
cuanto volvimos a arrancar, percibí olor a humo y la camioneta se detuvo. Después
de agregar dos litros más de aceite para transmisión, pudimos avanzar otros
cien metros. Nos detuvimos de nuevo. Nuestro pasajero decidió seguir a pie. Me bajé de la camioneta y les informé a mis amigos que teníamos dos
opciones. Podíamos caminar los 30 kilómetros restantes (con todo su equipaje)
o podíamos pedir aventón. Para mi gran alivio, decidieron que pidiéramos
aventón. Media hora más tarde pasó un hombre muy amable y nos dio un aventón
en la caja de su camioneta. Se desvió de su camino para llevarnos hasta nuestra
casa. Muchas veces hacemos eso mismo con nuestros hijos. Vemos algún aspecto de
su vida en el que tenemos que trabajar. Luego hacemos una oración más o menos
como la que sigue: “Señor, ayuda a mi hijo hasta que yo tenga más tiempo
para trabajar con él. Ayúdalo a conformarse más a la imagen tuya.” Y luego
nosotros como padres seguimos adelante y no hacemos absolutamente nada para
resolver el problema. La Palabra de Dios nos dice que nuestros hijos son una bendición. No nos
dice que la bendición venga sin trabajo. Mi oración por mí mismo y por cada
uno de ustedes es que seamos hallados fieles en la tarea de criar a nuestros
hijos, para que lleguen a ser jóvenes y señoritas piadosos. En Cristo, |