La Preparatoria en el Hogar
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La
Preparatoria en el Hogar
Como padre, Dios te ha llamado para que aceptes la responsabilidad de
entrenar a tus hijos para su gloria. Como
educador en el hogar, has reconocido esto, escogiendo enseñar a tus
propios hijos en vez de ponerlos bajo la autoridad ajena.
Tú decides qué materias estudiar y cuándo.
Tú decides qué materiales usar. Tú
decides a qué hora se levantan
todos en la mañana y empiezan el trabajo diario.
Finalmente, tú decides cuándo está listo tu alumno para graduarse. Inconscientemente, habrás decidido que tu alumno se va a graduar una vez
que termine los cursos en la lista de tu ISP, en la de la típica escuela pública,
o en la lista de requisitos esenciales específicos para la admisión a una
universidad. Desafortunadamente,
este tipo de plan educativo facilita que un alumno caiga en la rutina de simplemente trabajar unas cuantas horas
cada día en los estudios académicos y luego “se despide” una vez que haya
cumplido con su tiempo. Como educadores cristianos en el hogar, exigimos más de la educación de
nuestros hijos que el simplemente cumplir con cuatro años de español, tres años
de matemáticas, dos años de ciencias naturales, etc. Queremos que nuestros hijos terminen la preparatoria listos
para administrar un hogar, capaces de ganarse la vida, calcular los impuestos
que deben pagar, y–por encima de todo – listos y dispuestos a seguir a
Cristo por toda la vida. La pregunta que los padres deben hacer es la siguiente: cumplir con cuatro años
de estudiar literatura, matemáticas, ciencias, y todas las demás materias,
agregando el tiempo dedicado a la iglesia, a los devocionales familiares y a
ayudar en la casa, ¿resultará en un alumno que está listo y dispuesto a
seguir a Cristo por toda una vida? Nos
gusta pensar que sí, pero es interesante comparar la cantidad de tiempo
invertido en planear los cursos académicos (comprar materiales, estudiar los
manuales del maestro, preparar un plan de estudios, enseñar y calificar las
tareas, etc.) con la cantidad de tiempo invertido en planear el discipulado de
nuestros hijos. Entrenamiento de DiscípulosPara el entrenamiento de discípulos, tenemos la tendencia a esperar que sea
suficiente el asistir a la iglesia una o dos veces a la semana, llevar a cabo un
estudio bíblico ya preparado, y platicar de asuntos del corazón según se
presenten. Confiamos en que cumplir
con los quehaceres y aprender a tratar bien a los hermanos de uno y hacer todas
las demás cosas que surgen al estar en familia, de alguna manera produzcan
un alumno preparado para ser un adulto piadoso. Sugiero que es necesario cambiar la forma en que distribuimos nuestro tiempo
para la planeación de la preparatoria. La
decisión de qué hacer con el español y las matemáticas y la historia debería
estar subordinada a la decisión en cuanto al entrenamiento de discipulado.
Primero necesitamos tomar el tiempo para orar acerca del desarrollo
espiritual de nuestro alumno, y buscar un plan de estudio específico que lo
preparará para crecer más estrechamente cada año en su relación con Cristo. Necesitamos planear dedicar tanto tiempo al Desarrollo de Carácter
y a los ajustes de actitud como estamos dispuestos a invertir en ecuaciones de
álgebra. Esto significa apartar el
tiempo para los tipos de tareas que enseñan a nuestros alumnos cómo vivir una
vida cristiana. Si simplemente
esperamos hasta que se presenten las necesidades–por ejemplo, la falta de una
característica en particular o la inhabilidad de tomar una decisión basada en
preceptos bíblicos–entonces es demasiado fácil considerar estos asuntos como
interrupciones de nuestros días escolares “verdaderos”. Antes de planear los estudios académicos, los padres necesitan tomar el
tiempo para orar acerca de qué flaquezas se tienen que tratar antes que se
conviertan en malos hábitos o aquellos murallas difíciles de tumbar.
Por ejemplo, si parece que un alumno da por sentado las bendiciones del
Señor, el padre sabio planeará estudiar la gratitud durante el año.
Lecciones específicas sobre el dar a otros y dar gracias por lo que
tiene se deberían incluir en el plan de estudios.
Puede ser una buena idea planear una actividad de ayuda a otros o un
viaje misionero para toda la familia ese año, con el fin de enseñar al alumno
qué significa dar por sacrificio. O quizás parece que un alumno está empezando a presentar un mal genio o
una actitud malhumorada. En vez de
preocuparse por ello, orando y esperando pasivamente que todo salga bien, un
padre puede orar acerca del asunto y planear a propósito incorporar materiales
y tareas en las lecciones normales del alumno.
Libros específicos como El Corazón del Enojo (The Heart of Anger), por
Lou Pricolo, o El Conciliador (The Peacemaker), por Ken Sande, pueden ser
asignados y estudiados. Si no se
dedica tiempo deliberadamente a estudiar cómo tratar el enojo y los altercados,
no es probable que el alumno se gradúe de la preparatoria con un dominio de
estas habilidades. Empezar con una lista de materias académicas y luego añadir la oración y
el estudio bíblico es proceder al revés.
Dios desea nuestras “primicias,” y creo que esto se aplica a las
primicias de nuestros planes educativos. Debemos
acercarnos a Dios humildemente, no con ideas ya formadas en cuanto a lo que
nuestros alumnos tienen que estudiar este año. Una buena manera de empezar a planear un año escolar es que el esposo y la
esposa dediquen un tiempo específico para orar juntos con el fin de preparar
sus corazones en seguir seriamente a Dios en el entrenamiento de los hijos de él.
Los padres quizás deseen incluir a su alumno en este tiempo de juntarse
con el Señor buscando su dirección. Toma apuntes durante el tiempo de oración, y termina con un tiempo de
compartir necesidades y deseos. De
tus apuntes, puedes empezar a hacer un plan de estudios basado en la dirección
especial de Dios para los de tu familia. Luego,
ora específicamente que Dios te guíe al planear las lecciones que habrán de
entrenar al alumno en las áreas que Dios ha señalado. Si no eres una persona orientada a las listas, te podrá ayudar anotar los
temas que quieras tratar. Por ejemplo, si has determinado que lo más importante para este año es que
tu alumno aprenda cómo compartir su fe, tu lista de temas podrá incluir 1)
compartir testimonios, 2) memorizar los versículos claves que exponen el plan
de salvación, 3) escoger a una persona por la cual orar durante el año
escolar, 4) aprender varias maneras de mostrar amor a los perdidos, y 5)
habilidades de conversación orientadas a testificar. Después, haz una lista de materiales que tienes o te gustaría comprar para
ayudarte a enseñar estos temas. Quizás
ya tienes uno o dos libros que explican el evangelismo o lo ilustran por medio
de contar una historia acerca de un evangelista, o quizás necesitas pedir unas
sugerencias de tu pastor o librería cristiana. Finalmente, haz una lista de ejercicios específicos o tareas para la
formación de carácter que podrían tratar con cada tema.
Por ejemplo, al idear diferentes tareas, podrás escribir lo siguiente
bajo “1) compartir testimonios”: “invitar
por lo menos a una persona cada mes a comer con nosotros y compartir su
testimonio personal con nuestra familia; escribir una composición que relata tu
testimonio personal; asistir a un evento en que el orador comparte su testimonio
con el grupo; planear un tiempo para presentar tu testimonio a un individuo o un
grupo.” Tu lista de libros, tareas, o actividades llegará a ser, de
hecho, un bosquejo para tu propio curso de discipulado. Planear la preparatoria y preparar a los adolescentes para que lleguen a ser
adultos piadosos es verdaderamente un reto.
Sin embargo, al proponerse buscar primero la dirección de Dios, tomar el
tiempo para orar y evaluar las necesidades y el desarrollo de cada alumno, y
luego comprometerse a enseñarle y entrenarle con metas específicas en mente,
los padres pueden esperar con confianza la graduación de su alumno.
No solamente estará preparado su alumno académicamente para seguir la
dirección de vida que Dios le da, sino que los padres sabrán que usaron
sabiamente el tiempo que Dios les ha dado para discipular y enseñar a los hijos
de él para su gloria. |