Entre Mamás - Abril 2001
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Entre
Mamás – Abril 2001
Ser madre es un puesto vitalicio. Cuando tenemos recién nacidos, dependen
de nosotros al cien por ciento. Conforme crecen, deben estar aumentando su
responsabilidad. Cosas que gustosamente hacemos por un recién nacido (vestir,
alimentar, cambiar pañal) no lo haríamos con tanto gozo por un hijo de doce años.
Algún día dejarán de necesitar que cuidemos de sus necesidades físicas. Sin
embargo, seguimos siendo madres. Más que ninguna otra cosa, oramos por nuestros
hijos adultos. Damos consejo ¡CUANDO NOS LO PIDAN! No tenemos que estar dando
nuestra opinión respecto a cada decisión que tomen nuestros hijos adultos. Los
hemos instruido y los hemos cuidado toda la vida. Saben lo que creemos y lo que
sentimos respecto a la mayoría de las cosas. Posiblemente hayamos fallado en
algunas áreas. No existen padres perfectos ni hijos perfectos. Pero sí
servimos a un Dios perfecto. Dios sí nos tiene por responsables de aplicar las verdades que Él nos ha
enseñado. Sin embargo, a veces actuamos en ignorancia. (No me refiero a la
irresponsabilidad en la tarea de ser padres.) Frecuentemente se ven nuestras
propias debilidades en la vida de nuestros hijos. Pero podemos confiar en Dios.
Podemos orar. Y de hecho, oraremos. . . y oraremos. . . y oraremos. I
Tesalonicenses 5:17 dice: “Orad sin cesar.” Este es un excelente consejo
para quienes somos madres de adultos. No permitas que Satanás estorbe tus
oraciones con lamentaciones por tus fracasos pasados. Cuando por nuestra mente
está pasando el “si tan sólo hubiera...” entonces estaremos afanándonos
en lugar de estar orando. Queridas madres, estoy con ustedes. Tres de nuestros ocho hijos son adultos,
de 21, 22 y 24 años. Me gozo al ver cómo obra Dios en la vida de cada uno de
ellos. Todos están sirviendo en iglesias locales y están participando en algún
ministerio. Jeremy colabora con la música en su iglesia. Michael predica y
trabaja con niños y jóvenes mientras continúa con su preparación para el
ministerio de tiempo completo. Misty colabora con nosotros enseñando,
traduciendo y sirviendo en todo lo que pueda. Veo en ellos puntos fuertes que
Dios ha puesto en sus vidas. No me puedo adjudicar el mérito por todo lo que
ellos logran. Como seres orgullosos que somos, nos encanta recibir el
reconocimiento por lo que Dios y otros han hecho. Tampoco creo que seamos
culpables por todas nuestras debilidades. Algunas de ustedes pudieran ser el
resultado de una instrucción insuficiente o inexistente. Sólo podemos orar. Yo
no fui criada en un hogar cristiano, pero Dios, en su gracia, me acercó a sí
mismo. Podemos confiar en su obra en nuestros hijos. Ellos deben aprender a oír
la voz de Dios por sí mismos, seguirle y crecer en Él como hijos. Mike siempre
dice: “Dios no tiene nietos, ¡sólo hijos!” Así que yo las animo. Oren. Si les han fallado a sus hijos, arrepiéntanse.
Pidan a Dios y a sus hijos que les perdonen, y luego sigan orando. Dios nos ha
dado a estos hijos. Pidan la dirección de Él, sigánlo a Él ¡y oren! Desde
el momento en que nazcan y hasta que ellos o nosotros muramos, nunca dejemos de
orar. Galletas de Crema de Cacahuate, Realmente Fáciles 1 taza crema de cacahuate Mezcla todos los ingredientes. Forma pequeñas bolas y colócalas en una
charola para galletas engrasada. Con un tenedor, aplasta cada galleta dos veces
formando una cruz. Antes de aplastar cada galleta, mete el tenedor al azúcar.
Hornea por unos diez minutos a 200 grados C. Déjalos enfriar antes de
retirarlos de la charola. Esta es una receta sencilla para cuando vas a recibir visita y no tienes
mucho tiempo para preparar. |