Entre Mamás - Agosto 2000
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Entre Mamás -
Agosto 2000 Yo tuve una madre que era como la mujer de Proverbios 31 — muy virtuosa.
¿Y yo? Oh, quisiera decir que yo
también, pero estoy muy lejos todavía de ser como cualquiera de las dos.
¡Muy lejos, sí, pero no eierdo la esperanza! Mi mamá me dice que yo caminaba a los diez meses, que todas sus hijas habían
dejado el pañal para los dieciocho meses, y que al año y medio ya me sentaba
callada y quieta en las reuniones de la iglesia. ¿Se desanima alguien? Pues,
¡ánimo! Yo tampoco he logrado lo
mismo con los míos. Sí, caminan y
se entrenan, pero no de manera precoz. Y,
¡cómo hemos batallado con ellos en los cultos! Yo deseo que mis hijos estén sentados y ordenados en las reuniones de la
iglesia porque eso lleva a la sabiduría. Así
que, siguiendo el ejemplo de mi madre, empecé con mis hijos desde chiquitos a
llevarlos conmigo y a enseñarles a guardar silencio y estar sentaditos. Cuál seria mi desilusión al ver que aparentemente entendían una semana, y
a la semana siguiente ¡había que empezar desde cero otra vez!
Ay, ay, ay. Eso iba muy mal.
Además, me parecía que pasaba más tiempo afuera disciplinando niños
(que tenían bastante más que el año y medio, por cierto) que adentro. ¡Ni
sabía de qué se había tratado el sermón, a veces! Pues, aquí quisiera recordarnos de algo que se dice de la mujer virtuosa,
acerca de cómo enseña a sus hijos. “Abre
su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua.”
Proverbios 31:26 Otras
traducciones dicen “Y la ley de fidelidad está en su lengua.” Tanto la mujer de Proverbios como mi mamá sabían algo que yo he tenido que
ir aprendiendo, y es esto: para enseñar, es necesario ser amable y FIEL.
O sea, si tienes que decir lo mismo vez tras vez tras vez hasta que
quieres volverte loca, no te vuelves loca.
Tenemos que fielmente repetir y repetir y repetir las enseñanzas y
disciplinas y no dejar de hacerlo aún cuando aparentemente todavía no da
resultado. Un día escribí una carta a mi suegra expresando mi desánimo al no tener
éxito con el comportamiento de mis pequeños y no poder escuchar el mensaje. ¿Saben
qué me dijo? No lo esperaba. Me dijo que no era el momento de poner atención a la predicación — era
el momento de poner atención al entrenamiento de mis hijos. Hay etapas en la vida, y yo me encontraba (como todavía me encuentro) en la
etapa de asistir a las reuniones con el propósito de formar hábitos en mis
hijos; hábitos de atención, dominio propio, y fidelidad.
(Ver Proverbios 22:6) Si logro escuchar el mensaje ¡qué bueno!
Pero ese no es mi propósito principal. ¿Cómo les entrenamos nosotros a controlarse? Bueno, les puedo decir, aunque a lo mejor ustedes tendrán métodos
más adecuados a sus propiás necesidades. 1. Intentamos poner el ejemplo.
Evitamos hablar o movernos innecesariamente.
Cantamos. Miramos al que
habla. 2. Les damos instrucciones
específicas: no es tiempo de hablar ni jugar, sino sentarse, etc. 3. Los tengo sentados cerca de
mí donde los alcanzo con una pequeña varita y les doy un golpecito ligero
cuando no siguen instrucciones. 4. Si no siguen instrucciones
aun con el recordatorio, los saco afuera para una disciplina calmada pero
ineludible. 5. Terminada la disciplina, les
doy de nuevo las instrucciones, y volvemos a sentarnos — no sea que se porten
mal adrede para lograr salir de la reunión. Es de mucha ayuda seguir estos pasos durante la semana también, tal vez en
el tiempo devocional familiar. Eso
da arraigo al hábito. Aquí les doy la receta que ha usado mi mamá para convivios de la iglesia
durante muchos años: Ensalada de Coditos de Doña Elena 2 paquetes codito cocido
1 taza queso en trozos 2 tomates picados
6 salchichas picadas 1 pepino pelado y picado
1 taza mayonesa 2 zanahorias ralladas
2 cdas. mostaza 6 huevos cocidos, picados
sal al gusto 2 pepinillos agrios, picados
jugo de los pepinillos al gusto Se enfría bien después de mezclar. |