Cuándo Empezar
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La Formación Académica: Cuándo Empezar
por Michael Pearl

Esta es la última de tres partes en que se ha dividido un artículo de Michael Pearl publicado originalmente en No Greater Joy, Vol. 6, # 2, March/April 2000.

El error más grande es ver la educación como algo distinto a la familia, a la vida cotidiana.  No debemos verla como un evento que empieza y termina de acuerdo con el reloj.  Cuando se hace de manera más eficiente, no hay una edad en la cual empezar.  Nada cambia.  La enseñanza es la vida.  Conozco a niños que no “hacen la escuela” y sin embargo se encuentran más avanzados que otros niños de su edad.

La forma más pura de la educación en el hogar es un estilo de vida.  Una madre joven le dice a su infante, “Dame el calcetín azul.  No, el verde no.  El azul.  Mira, éste es el calcetín azul, como el vestido de Mami.  Ves, este juguete es azul también.  Gracias, eres un niño inteligente.”

Otra madre le dice a su hijo de dos años, “Aquí están tres uvas pasas .  Mira, cuéntalas.  ¡Una, dos, tres!”  Una madre dice a su hijo de tres años, “¿Cuántas pasas tienes?  Correcto, cinco.  Ahora dame una.  Ahora ¿cuántas tienes?  ¡Cuatro!  ¡Cinco menos uno son cuatro!”

Entretén a los niños con colores, lápices, montones de papel.  Ve a una imprenta cercana y diles que necesitas papel para tus hijos.  Te regalarán camiones de pedacitos de papel.  Puedes conseguir papel de buena calidad de un metro de ancho.  A los niños les encanta esto.  Escribe sus nombres arriba y déjales intentar escribir.  Cuelga su trabajo en la pared.  Haz alarde de ello.  Lee a tus hijos y deja que ellos pronuncien las palabras.  Enséñales a los de tres años la palabra “gato” y deja que subrayen la palabra con una pluma amarilla cada vez que aparezca en el libro.  Haz tarjetas pedagógicas–no las compres.  Los niños necesitan verte hacer cosas específicamente para ellos.  No sientes al niño en un pupitre mostrándole tarjetas hasta que se duerma.  Al caminar por la casa, toma una tarjeta y enséñasela, diciendo la palabra.  No tienes que hacer preguntas.  Están aprendiendo.  Escribe nombres de alimentos en las tarjetas y pide que señalen la palabra que representa la comida que quieren.  Escribe “siesta” en una tarjeta y muéstrala cuando sea tiempo de dormir.  Lee las señales en las calles.  Escribe cartas a amigos.  Deja notas escritas en la casa para que las encuentren y las lean, notas que prometen un regalito.  Lee el material en las cajas de cereal.  Habla del cuerpo humano, nombrando las partes del cuerpo, los huesos, los músculos, los órganos.  ¿No los sabes tú?  Consigue una planilla; cuélgala en la pared y aprende con tus hijos.  Mira los fotos.  Platica de temas en la cena.  Platica de la historia y la ciencia.  Investiga en tu jardín y luego ve a la biblioteca e investiga los libros sobre las plantas, los insectos, el universo, los animales, los terremotos, cualquier cosa interesante y divertida.  Eso es la educación en el hogar.  Los niños nunca se dan cuenta de que están en la escuela, y tú nunca te sientes como un maestro.  No importa que los niños sepan detalles de cualquier tema; o si saben detalles, no importa que sus conocimientos sean completos.  Es mucho más importante que desarrollen una actitud de aprender que aprender cierto material prescrito.  Piénsalo de esta manera: tu trabajo como maestro no es prepararlos para un examen y para contestar preguntas.  Tu trabajo es inculcarles un amor por aprender, disfrutar la investigación, ser inquisitivos, y saber que pueden aprender cualquier cosa que necesiten saber si simplemente disponen sus mentes.  Lo peor que puedes hacer es atiborrarlos de conocimientos para que aprueben un examen, y dejarlos con un temor de aprender y un sentimiento de insuficiencia en sí mismos.

La educación en el hogar no puede ser un evento del día; tiene que ser el día, la noche, el estilo de vida de los padres que educan en el hogar.

Lo más importante es que siempre sea divertido.  Si no es divertido para ti, no lo va a ser para ellos.  Nunca, nunca, nunca practiques la educación en el hogar con aprensión o impaciencia.  No permitas que el sistema ni los parientes te intimiden o empiecen a exigir que los hijos produzcan resultados.  El día que esto suceda habrás fracasado, y ellos fracasarán.

En resumen; la vida de un niño no debe ser segmentada.  Empieza a enseñar y entrenar tan pronto el niño pueda fijarse en ti y responder a tus expresiones faciales.  No esperes para tratar de introducir un elemento ajeno a su vida después que se haya acostumbrado pensando que entiende cómo es la vida.  Deja que la educación, el entrenamiento, y el trabajo sean parte de la vida desde los primeros momentos conscientes.