Primero Lo Primero
por Michael y Susan B.
Al considerar la tarea de educar en el hogar a una familia en crecimiento,
los padres deben contestar dos preguntas fundamentales. Las consecuencias de sus
respuestas se multiplican, positiva o negativamente, a medida que la familia
crece.
preguntas cruciales
En la medida que se pueda dar una respuesta afirmativa a estas preguntas, los
padres podrán avanzar hacia otros asuntos con la paz y el gozo que procede de
una familia que está viviendo conforme al plan de Dios. En la medida que las
respuestas sean negativas, la familia tendrá conflicto interno y una tensión
que obstaculiza todos los planes.
¿Mis Hijos Respetan Mi Persona y Mis Palabras?
El mundo acepta como normal y hasta saludable toda clase de autonomía, falta
de dominio propio, falta de respeto y resistencia de parte de los niños.
Los padres cristianos necesitan saber que esencial y posible que sus hijos de
cualquier edad les honren y les obedezcan habitual y genuinamente. Los padres
cristianos deben entender que la conducta que Dios espera de sus hijos se ha de
enseñar diligentemente en el hogar.
Dios no está pidiendo más de lo que es posible cuando ordena que los hijos
obedezcan a los padres (Colosenses 3:20), que los padres disciplinen y amonesten
a sus hijos con amabilidad (Efesios 6:4), que nuestras palabras sean con gracia
(Efesios 4:29-31), que amemos (I Corintios 13), que seamos amables y perdonemos
(Efesios 4:32), que tengamos cuidado de otros (Filipenses 2:3-4), que tengamos
respuestas y actitudes alegres (Filipenses 2:14-15), que controlemos nuestras
emociones (Efesios 4:26), que seamos humildes, amables y unidos (Efesios 4:1-3),
que usemos el tiempo productivamente (Efesios 5:15-16, I Tesalonicenses 4:11-12)
y que tengamos contentamiento (I Timoteo 6:8).
Cuando las normas de Dios son la regla del hogar, la vida familiar deja de
ser asunto de la preferencia de los padres versus la de los hijos, la
personalidad de los padres en conflicto con la del hijo, o las opiniones de los
padres contra las de los hijos. Es asunto de que tanto los padres como los hijos
hagan las cosas como Dios lo ordena.
¿Mis Hijos Se Respetan y Se Sirven Entre Sí?
Recuerda las palabras de Jesús: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este
es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo” (Marcos 12:39-31).
La tarea primordial de los padres es enseñar a sus hijos a amar a Dios. Esto
necesariamente tendrá que incluir el enseñarles a obedecer el mandato de Dios
de obedecer y honrar a sus padres. Una segunda tarea es la de enseñar a sus
hijos a amar a sus hermanos y hermanas como a sí mismos.
Los hijos siempre deben hablarse entre ellos con amabilidad y respeto. Se les
debe enseñar a responder al mal trato con una bendición y no con maldición (I
Pedro 3:8-9). Se les debe enseñar a compartir sus pertenencias gustosamente
(Mateo 5:42), a perdonarse unos a otros(Mateo 18:21-35) y a servirse unos a
otros (Juan 13:12-17).
Esta enseñanza constituye una preparación para tener sus propias familias y
para la comunión en el cuerpo de Cristo. El mundo nos quisiera hacer creer que
los celos, las discusiones y la enemistad (comúnmente llamada “rivalidad
fraternal”) son conductas normales y esperadas entre hermanos y hermanas, pero
que los hijos dejan eso atrás automáticamente cuando maduran.
Lo cierto es que Dios ha diseñado el hogar como un “laboratorio de
aprendizaje” en el que los niños reciben su entrenamiento para responder
bíblicamente a la clase de tentaciones y conflictos que surgen entre las
personas.
las respuestas de dios
¿Cómo podemos nosotros, como padres, enseñar a nuestros hijos a honrar y
obedecernos a nosotros y a servir a sus hermanos y hermanas, así honrando y
obedeciendo a Dios?
II Timoteo 3:16-17 presenta un proceso de cuatro pasos mediante el cual Dios
perfecciona a sus hijos. Podemos usar estos versículos como ejemplo de cómo
instruir a nuestros hijos para Él. “Toda la Escritura es inspirada por Dios y
es útil 1) para la enseñanza, 2) para la reprensión, 3) para la corrección,
4) para la instrucción en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente capacitado para toda buena obra.”
Paso # 1
Enseñanza
Este paso comienza cuando tú aprendes las normas, los mandamientos y los
procesos de la Escritura. No intentes cambiar a tus hijos basándote en lo que
dice algún otro. Ve a la Palabra de Dios e implórale que te capacite por medio
de ella con la sabiduría que necesitas.
Usando una concordancia o una Biblia de estudio, busca la mentalidad de
Cristo respecto a cada aspecto de la vida en familia, especialmente cualquier
área en la que tengas problemas. Convéncete de estas cosas. Luego
comprométanse a apegarse a las normas de Él, cueste lo que cueste.
Enseguida, usando la Escritura, enseñen a sus hijos las normas de Dios
pacientemente, amablemente y diligentemente, señalando tanto las consecuencias
de obedecer estas normas como de violarlas.
Finalmente, informa a los niños que esperas que te obedezcan desde la
primera vez cuando les hables en voz baja, sea que comprendan o no las razones o
estén de acuerdo con tus razones o tus decisiones. Esto no únicamente elimina
gran parte de la desidia de parte del hijo, sino que le enseña a obedecer
rápidamente la voz callada y apacible de Dios.
No dejen de tratar con los problemas, las actitudes y conductas aparentemente
insignificantes. De esa manera rara vez llegarán a ser grandes.
Por ejemplo, una conducta de leve irritabilidad pudiera ser corregida
fácilmente cuando se empieza a observar; pero si no se frena, es probable que
se convierta en una profundamente arraigada falta de cortesía y amabilidad
contra otros. Un problema serio de deshonestidad frecuentemente pudiera ser
cortado de raíz si se confronta tempranamente y se maneja bíblicamente cuando
aún está en la etapa de robo de galletas. Los problemas de franca rebeldía,
inmoralidad, consumo de drogas y alcohol, etc., comienzan como “pequeños”
pecados inalterados que maduran.
Paso # 2
Reprensión
Es muy difícil romper un hábito, y mucha conducta pecaminosa es habitual.
Una vez que hayas invertido el tiempo necesario para instruir adecuadamente a tu
hijo en la conducta que esperas de él (sea su respuesta ante el egoísmo de su
hermano o cómo doblar la ropa), observa cuidadosamente e intercepta sus
acciones en el instante que veas que se desvía del camino especificado. Esto
requiere de una vigilancia constante por los padres.
Recuérdale amablemente a tu hijo cuál es la conducta correcta y/o piadosa,
preguntándole con frecuencia qué es lo que Dios quiere que haga en esta
situación. Luego ayúdale a escoger la actitud correcta o a realizar la acción
apropiada.
Es esencial reprender después de la enseñanza. Reprender no es regañar ni
fastidiar ni amenazar. Reprender es ayudar pacientemente a hacer lo que es
correcto y advertir con firmeza respecto a las consecuencias de hacer lo malo.
Cuando se vuelve obvio que el niño sabe cuál es la conducta correcta y ha
recibido varias reprensiones suaves pero sigue desobedeciendo, el siguiente paso
es la corrección.
Paso # 3
Corrección
¿Qué es la corrección piadosa? Consulta la Palabra y realiza un estudio
meticuloso de las siguientes palabras: corrección, castigo, reprensión, vara,
padre, hijo, madre, padres, familia, instruir, enseñanza, disciplina, sabio,
necio y cualquier otra palabra que se te ocurra.
Es importante señalar aquí que no es necesario que la corrección vaya
precedida de reprensión en cada ocasión. Sin embargo, cuando se trata de una
conducta recién aprendida, la reprensión generalmente es útil, y nuestro
deseo es ayudar a nuestros hijos a obedecer.
Un patrón efectivo consiste en enseñar, reprender varias veces, y luego
corregir cada vez que el niño desobedezca esa petición precisa, o alguna muy
similar. Esto comunica que hablamos en serio y que esperamos que nuestro hijo
cambie su conducta permanentemente.
Evita los siguientes errores comunes tratándose de un problema de conducta
repetido que no se corrige cada vez después de una adecuada enseñanza y
reprensión:
Enseñar, reprender, reprender, reprender, ¡reprender! Este patrón le
comunica al niño que realmente no esperas obediencia hasta que levantes tu voz.
Enseñar, reprender, reprender, reprender, corregir; reprender, reprender,
reprender, corregir; reprender, reprender, reprender, corregir; etc. Este
patrón le comunica al niño que puede “escapar” con esa conducta varias
veces sin recibir corrección. Así, lo más probable es que se arriesgue en
repetidas ocasiones.
No te desalientes cuando veas que los resultados tardan en llegar. Persevera
en tu instrucción y sé fiel en tu obediencia a Dios. Si tu más alto deseo es
agradarle a Él y si buscas constantemente su ayuda, Él coronará tus esfuerzos.
Paso # 4
Instrucción en Justicia
Este paso es comparable con volver a subir a tu hijo al caballo una vez que
ha caído. Es decir, cuando tu hijo desobedece y es corregido, debes exigirle
que vuelva a la situación y haga lo correcto con la actitud correcta. (Si se
niega, se sigue rebelando, y es necesario repetir la corrección.)
Cuando sea apropiado, practiquen la respuesta correcta vez tras vez hasta que
el niño la haya dominado. Luego asegúrate de exigir de él esa respuesta en la
siguiente ocasión que se presente una circunstancia similar.
La instrucción en justicia también puede incluir la protección de ti mismo
y de tus hijos contra las influencias del mundo. Si Dios no quiere que ames al
mundo ni que seas como el mundo (I Juan 2:15-16), será sumamente importante que
retires las tentaciones de tu vida lo más posible.
La televisión y los compañeros de los niños son dos de los más grandes
obstáculos para la justicia personal y familiar el día de hoy. Cuando tus
hijos valoren demasiado la televisión y el tiempo con sus amigos, sus corazones
y sus mentes no serán tuyos. Su lealtad es hacia sus amigos y hacia el mundo
con sus placeres, no hacia ti ni hacia sus hermanos y hermanas.
Cuando eliminas de tu familia las influencias mundanas, los mejores amigos de
tus hijos pueden ser sus padres y sus hermanos. Entonces tus hijos disfrutarán
el tiempo que pasan contigo y con la familia. Desearán hacer lo que tú haces,
sus corazones estarán receptivos para lo que tú quieres enseñarles y muchos
detalles más de la educación en el hogar ocuparán su respectivo lugar.
Les recordamos a nuestros hijos que la manera en que habitualmente responden
a nosotros será la manera en que habitualmente responderán a Dios, y la manera
en que habitualmente tratan a sus hermanos y hermanas será como un día
tratarán a su cónyuge, a sus hijos y a otros creyentes.
Es importante que los padres tampoco olviden esta verdad. Tan fácilmente nos
podemos enredar con matemáticas, gramática, historia, ciencias y otras
actividades, que olvidamos los fundamentos verdaderamente importantes para todo
aprendizaje y para la vida: Los dos más grandes mandamientos, practicados
diariamente en el hogar.
Copyright October/November 1991
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