Aguza Tus Destrezas Como Escritor
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Aguza Tus Destrezas Como Escritor Para la Obra de Dios
por Layton T

Escribir es trabajo. La buena escritura es trabajo duro. Escribir excelentemente requiere trabajo esmerado. Pero la escritura bien hecha puede ser una herramienta valiosa o incluso un arma, en las manos del cristiano dedicado.

Las cartas escritas para el editor, dirigidas a nuestros representantes políticos, a la familia o a conocidos; ensayos para la escuela; críticas literarias; artículos periodísticos; cuentos para niños; hasta las memorias personales—todos estos pueden ser medios eficaces para expresar una perspectiva cristiana, para testificar a los incrédulos o para edificar a otros creyentes.

Si nuestra redacción es descuidada y tosca, le hacemos mala fama a nuestro Señor y a su verdad. Si invertimos el tiempo y el esfuerzo para redactar bien, nos convertimos en "olor de vida para vida" (II Corintios 2:16) y "adornamos la doctrina de Dios" (Tito 2:10).

Volviendo a la analogía de la herramienta o el arma, la buena redacción es como un martillo de orejas de buena calidad, contrabalanceada (sencilla pero efectiva) o como una espada bien afilada y balanceada (incisiva y convincente); la mala redacción es como intentar clavar un clavo con una llave inglesa o pelear con un mazo—quizá se logre el objetivo, pero no da gusto ver el resultado.

La redacción, lo mismo que el habla, es comunicación. Pero el cuidado al escribir es doblemente crítico porque la palabra escrita tiene una vida mucho más larga y un auditorio potencialmente mucho más amplio que la conversación casual. Una vez que algo se imprime y se lanza a la circulación, los errores de información o las torpezas de expresión son mucho más difíciles de corregir.

¿Qué es la Redacción?

James Kilpatrick revela el misterio de la buena redacción: "Les diré un secreto. El arte de la redacción consiste únicamente en esto: tener algo qué decir, y decirlo bien. Cuando un trabajo escrito fracasa, fracasa por una de estas razones o por la otra. O por ambas. Yo no te puedo ayudar con la tarea inicial de tener algo qué decir que valga la pena. Esa es tarea tuya. Medítalo.

"La segunda parte de la fórmula es decir ‘bien’ lo que tenemos que decir. Para escribir bien, uno debe esforzarse por escribir bien. Debemos constantemente estar leyendo de manera voraz. Debemos escribir incesantemente. Debemos usar cada uno de los sentidos con toda intención. Este es el meollo del arte de la redacción: Debemos mirar con intensa concentración y escuchar con intensa concentración, y debemos gustar y olfatear y tocar con toda la concentración que podamos aplicar a la tarea." (Fine Print: Reflections on the Writing Art).

Toda escritura se compone de por lo menos tres elementos: contenido, forma y tono. Una debilidad en cualquiera de estos elementos puede dañar toda la obra. Si hemos de aprender a redactar un escrito que sea fuerte en las tres áreas, tenemos que entender cómo se relacionan estos elementos.

CONTENIDO:

Tener Algo Qué Decir

Un prerrequisito para la buena escritura es tener algo qué decir que valga la pena decir. Debes identificar claramente tu tema (y apegarte a él), pero también debes identificar tu meta. Pregúntate: ¿Por qué había la gente de leer lo que yo escribo? ¿Qué es lo que espero que se lleven?

Existen muchas razones para escribir: para divertir a un auditorio, para relatar un evento, para conservar un recuerdo, para criticar una idea. En un contexto cristiano, la mayor parte de nuestros escritos deben estar encaminados a edificar a nuestros lectores.

La edificación puede adoptar muchas formas, aunque la mayoría de ellas caerán en una o más de las siguientes categorías: educación, exhortación o aliento. ¿Tu objetivo es instruir al lector sobre determinado tema, pasaje bíblico o movimiento? ¿Deseas exhortar al lector a tomar determinada acción o participación o actitud? ¿O deseas alentar al lector que enfrenta alguna tarea difícil o experiencia desagradable?

El contenido o la sustancia tiene que ver con el objetivo de decir algo valioso y significativo. Si no identificas con claridad exactamente lo que deseas expresar y por qué, lo más seguro es que el lector tampoco logre identificarlo.

Para el cristiano, la sustancia debe ser totalmente y únicamente lo que es bueno (ético), correcto (bíblico), y preciso (real). La imprecisión académica, investigación a medias, presuposiciones incautas y argumentos no verificados, sabotean la escritura eficaz, desmienten las buenas intenciones y dañan la credibilidad.

FORMA:

Decirlo bien

La forma tiene que ver con la progresión lógica y la organización general, así como con la elección de palabras y la construcción de oraciones que sean claras, concisas y comprensibles. Estas son algunas sugerencias:

Evita palabras y oraciones innecesarias. Un maestro exhortaba a sus alumnos: "Omitan palabras innecesarias. La redacción vigorosa es concisa. La oración no debe contener ninguna palabra innecesaria, el párrafo no debe contener ninguna oración innecesaria. Esto no requiere que el escritor haga que todas sus oraciones sean cortas, pero sí que cada palabra cuente."

Evita los clichés. James Kilpatrick señala que "por supuesto, no todos los clichés son tediosos y fastidiosos, y algunos clichés son insubstituibles. Úsalos cuando tengas que hacerlo, pero no los uses cuando la simple prosa pueda lograr el mismo efecto."

Identifica tu auditorio y dirígete a él. Puedes evitar que tus lectores se aburran, o que los pierdas totalmente, si no pierdes de vista exactamente quienes son tu auditorio. La redacción no dirigida es como una carta sin destinatario; nadie la recibe porque no está dirigida a nadie en particular.

Un proverbio árabe define al orador eficaz como aquél que logra convertir los oídos de los hombres en ojos. De manera semejante, el escritor eficaz busca palabras que comunican sonidos, olores, paisajes o expresiones inolvidables de verdad o experiencia. Eso requiere tiempo, reflexión y un poco de esfuerzo adicional.

TONO:

Comunicar un Espíritu Bíblico

Para el cristiano, la redacción excelente no sólo es decir lo que es bueno, sino decirlo bien. No todo lo que se podría decir se necesita o se debe decir. Y frecuentemente, la manera en que decimos algo puede minar por completo lo que decimos o lo que esperamos lograr al decirlo.

En el tenor o la actitud de un trabajo escrito puede estar el éxito o el fracaso de la comunicación eficaz. El escritor debe poner cuidado en escoger las palabras que comuniquen exactamente lo que siente, o su intención se pudiera malinterpretar. Por supuesto, lo que el escritor siente debe estar de acuerdo con los sentimientos bíblicos. Debemos estar "hablando la verdad en amor" (Efesios 4:15).

Una redacción que es pertinente, precisa, organizada y gramaticalmente perfecta puede verse arruinada por un tono paternalista, un espíritu arrogante, una actitud agresiva o un sarcasmo barato. La redacción cristiana debe ser genuina, humilde y sincera; precisa sin ser quisquillosa, detallada sin ser trivial, confiada sin ser arrogante, militante sin ser contenciosa, afirmativa sin ser impositiva.

Cuando los cristianos se vuelven lectores perezosos, pensadores débiles y escritores malos, la voz del cristianismo se debilita. Abundan las oportunidades para expresar una perspectiva bíblica entre la cacofonía y el caos del clamor del mundo.

En la medida que tomemos en serio la difusión de nuestra influencia cristiana y la representación digna del Señor, en esa misma medida tomaremos en serio el perfeccionamiento de todas nuestras destrezas para la comunicación.

Copyright Noviembre/Diciembre 1998

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