Capítulo Siete
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Capítulo Siete:
Resolviendo la Paradoja Feminista
Resolviendo la
Paradoja Feminista Como padre,
deseo que mis hijas realicen su potencial al máximo. Como conservador, no
quiero que mis hijas sean embaucadas por los argumentos y estratagemas de las
feministas radicales. En mi vida política,
he sostenido enfrentamientos con algunos de los símbolos feministas más
conocidos de nuestro tiempo—Geraldine Ferraro y la revista MS, por nombrar sólo
dos. Estas liberales de ala izquierda no se explican cómo es que quiero criar
hijas sumamente competentes aunque rechazo las ideologías feministas. Al fondo mismo
del feminismo radical se encuentra el concepto de que los hombres somos malvados
e irrelevantes. Siempre recordaré una calcomanía que vi en la defensa de un
automóvil a principios de los años ‘70 cuando yo estaba en la universidad:
“Una mujer sin hombre es como un pez sin bicicleta.” A las
feministas les encanta atacar a los hombres. Pero irónicamente parecen
asignarle un valor extraordinariamente alto al hecho de llegar a ser iguales a
los hombres. Algunas quieren vestir como los hombres, tener empleos
“masculinos,” y desdibujar toda distinción entre hombre y mujer en las
relaciones personales. El lesbianismo es considerado por muchos como el ápice
del feminismo—la prueba final de la verdadera irrelevancia del hombre. La
mentalidad feminista en gran medida ha invadido incluso a la Iglesia misma. Las feministas
no emplean como “carnada” sus argumentos más radicales para atraer a las
mujeres a su movimiento. Usan argumentos razonables pero con uno que otro sesgo
sutil. Señalan que
las mujeres ganan, en promedio, aproximadamente el 58% de lo que ganan los
hombres. Luego argumentan que las mujeres deben recibir igual paga por trabajo
igual. Pero hacen caso omiso de algunas razones muy reales de este fenómeno,
como el hecho de que los hombres colectivamente tienen mayor antigüedad porque
no toman tiempo de su trabajo para dar a luz hijos. Cuando los hombres y las
mujeres verdaderamente están ubicados en igualdad de circunstancias, la ley
actual exige igualdad de trato. Debido al prejuicio de los medios, las
feministas hacen sus argumentos sin ser rebatidas, argumentos que al ser
considerados superficialmente sí parecen ser atractivos. A las
jovencitas se les expone diariamente a estos argumentos en las escuelas.
Cualquier muchacha que “ingiere” en forma constante una dieta de libros de
texto escolares habrá adquirido un profundo adoctrinamiento en la filosofía
feminista para cuando haya salido de la escuela preparatoria. En la iglesia,
el “feminismo evangélico” cobra mucho ímpetu a causa de los excesos y
abusos de la enseñanza tradicionalista de algunos—y reconozcámoslo, sí ha
habido abusos. La Biblia enseña correctamente que la mujer debe someterse a su
marido. Pero la “sumisión” ha sido interpretada por algunos como
servidumbre, y en ciertas iglesias y en muchos hogares ha orillado a algunas
mujeres a una posición en la que no tienen voz y escasamente tienen
importancia. Yo creo que la
Biblia enseña claramente que hay papeles diferentes para hombres y mujeres,
tanto en el hogar como en la iglesia. Pero no enseña que las mujeres son
ciudadanas de segunda categoría. Lamentablemente, a muchas mujeres cristianas
se les ha dado motivo para ser tentadas por la ideología feminista cuando se
les trata como ciudadanas de segunda categoría—particularmente cuando ese
trato tan dispar proviene de sus propios hogares o iglesias. Aun el hombre
que no es tan bíblicamente conservador puede sostener una perspectiva de la
mujer y de su trabajo como de segunda categoría. Como dijo uno de nuestros
funcionarios de condado durante una huelga de maestros, “¿Para qué quieren más
dinero? ¡No es más que un montón de mujeres enseñando a un montón de niños!”
El reto para todos nosotros como padres es saber cómo criar a nuestras
hijas para que con entusiasmo acepten su papel femenino distintivo dado por Dios
sin crearles un sentido de ser ciudadanas de segunda clase. A nuestras dos
hijas mayores les gusta la expresión “Tradicionalista Facultada.”
Consideran que les queda a la perfección. Son dos señoritas equilibradas,
seguras de sí mismas, que son bastante capaces de sacar adelante una carrera
exitosa en el mundo laboral, pero que desean casarse y ser madres que permanecen
en el hogar con la misión primordial de criar hijos. Quieren vivir vidas de
impacto, y saben que la maternidad probablemente sea el principal componente en
ese impacto. Pero también están preparadas y desean tener impacto en otras áreas
de la vida. ¿Cómo sucedió
esto? Vickie y yo recientemente intentamos evaluar lo que habíamos hecho para
que Christy y Jamie llegaran a este punto en sus vidas. Es relativamente
sencillo observar lo que ha sucedido. Explicar por qué ha sucedido es un poco más
difícil. Pero yo creo que hay tres puntos críticos que puedo compartir de
nuestra experiencia. 1. Trata a tu
hija como a una persona pensante. Tu hija
necesita sentir que su vida es valiosa y que tiene propósito. Y no hay nada más
denigrante tanto para el valor como para el propósito que sentirse una
tonta—el síndrome de “Yo No Sé Nada.” Tratas a tu
hija como una persona pensante cuando le das una tarea y le dices que ella tiene
la capacidad para terminar el trabajo con éxito. Engendras sentimientos de
torpeza cuando le das una tarea . . . y luego le indicas por medios verbales y
no verbales que probablemente fracasará. Si tienes
gente a tu cargo en el trabajo, comprenderás lo que voy a decir. Es muy
diferente la manera en que asignas un trabajo a una persona que esperas que lo
hará bien a la manera en que asignas un trabajo a alguien de cuya capacidad
tienes dudas. La mayoría de las personas que reciben una encomienda de parte
del jefe saben fácilmente interpretar las señales. Saben si el jefe tiene o no
confianza en ellos por la manera en que les da las instrucciones. Algunos jefes
parecen no tener confianza en nadie, y tratan a todos los empleados como a imbéciles. Existen básicamente
tres alternativas que tienes como padre al interactuar con tu hija: (1) Puedes
exigir perfección; (2) puedes suponer que habrá fracaso; o (3) puedes esperar
el éxito. Tu hija sabrá la diferencia entre “una demanda de perfección” y
“una expectativa de éxito“ por la forma en que reaccionas ante una tarea
terminada. Supongamos que
le das a tu hija la tarea de lavar el automóvil, y todo queda excelente excepto
las copas de las ruedas. Si tú le dices, “Gracias. Se ve bien, en general.
Pero ¿no sabías que las copas son parte del auto?” tal comentario engendrará
un sentimiento de ineptitud. Tienes que manejar una situación de ese tipo con
mucha delicadeza. A veces lo mejor es sencillamente dejar que quede así la
tarea imperfecta. Porque, viéndolo bien, si ella tiene diez o doce años de
edad y le diste una tarea nueva o muy difícil para ella, lo más probable es
que la haya hecho lo mejor que podía para su edad. Si es necesario tratar con
las imperfecciones—y muchas veces sí es—no olvides reforzar las cosas
positivas que ella hizo. Considera las cosas negativas como motivo para darle más
adiestramiento, y no como evidencia de que es una “muchacha tonta.” Yo soy muy
partidario de darles a mis hijas responsabilidades muy serias. Christy fue
secretaria de prensa suplente en mi campaña para gobernador interino. Tenía la
responsabilidad diaria de tratar con la gente del Washington Post, Washington
Times, y otros diarios principales de nuestro estado. También tenía que
responder a solicitudes de entrevistas desde Connie Chung al nivel nacional
hasta los reporteros radiales locales de pequeñas difusoras rurales. Jamie es
actualmente la artista gráfica principal de nuestra organización, la Asociación
para la Defensa Legal de la Educación en el Hogar. Rutinariamente le doy
responsabilidades de diseño, dándole una descripción general de un
concepto—y casi siempre responde con un producto terminado excelente. Tanto
Christy como Jamie han demostrado que pueden desempeñar responsabilidades muy
significativas de nivel de adultos. Pero no
empezamos con esos niveles de responsabilidad. Ellas empezaron con tareas que
estaban quizás un poco por encima de su nivel—pero no mucho. Les dimos
responsabilidades de cuidado de niños desde temprana edad (no solas, por
supuesto, sino hasta alcanzar una edad adecuada). Vickie les enseñó a cocinar
cuando eran bastante pequeñas. Puesto que las educamos en el hogar, les dábamos
también tareas académicas transmitiéndoles la impresión de que creíamos que
las cumplirían con éxito. Tratábamos de elogiarlas siempre por sus éxitos. Encomendar
trabajos de cierto nivel de dificultad. Aumentar niveles de confianza. Esperar
el éxito. Elogiar. Estos son los factores clave en demostrar que crees que tu
hija es una persona pensante. 2. Guía a tu
hija hacia una visión de su vida que afirma su femineidad. Si tú
presionas a tu hija hacia una carrera como su mayor prioridad, podría llegar a
tener dificultad para aceptar la maternidad. Si algún día tiene hijos, podría
cargar con una tendencia depresiva a decir, “Papá siempre quiso que yo fuera
médico, y mírame. Soy solamente una madre y ama de casa.” O si
constantemente le comunicas la idea de que su único destino es ser esposa y
madre—podrías minar su habilidad de alcanzar otras metas importantes que Dios
tiene para ella. Además, podría no llegar a ser ni esposa ni madre, y verse
frente a algunos problemas emocionales significativos si esta “visión” tan
largamente esperada nunca se cumple. Vickie y yo
les decimos a nuestras hijas que nadie—ni hombre ni mujer—puede “tenerlo
todo.” No hay una persona capaz de tener en su vida más de una sola “máxima
prioridad.” Nosotros creemos que la máxima prioridad de una madre son sus
hijos. Pero hay una marcada diferencia entre “máxima prioridad” y “única
prioridad.” Transmíteles
a tus hijas adolescentes que la universidad y los planes para una vocación
futura deben considerarse a la luz de todo el espectro completo de prioridades
que puede enfrentar algún día la mujer—como la maternidad. En nuestro caso,
alentamos a nuestras hijas a considerar vocaciones que puedan desarrollarse en
tiempo parcial desde el hogar mientras que ellas funcionan como madres amorosas
de tiempo completo. Por ejemplo,
Christy lleva un buen avance en su preparación como periodista política. Es
algo que ella puede hacer ya sea de tiempo completo en una oficina, o en tiempo
parcial desde el hogar. A la madura y
respetable edad de dieciocho años, Jamie es una excelente artista gráfica y
muy buena editora. Igualmente, ella podrá algún día desarrollar estas
vocaciones afines en una oficina en su casa si acaso algún día llega a ser
madre. Tanto una
profesión como la otra son cosas que pueden ejercerse o suspenderse a lo largo
de las vidas de ellas cuando la maternidad demande más de su tiempo. Parte de este
rompecabezas consiste en encontrar una vocación que pueda ejercerse
razonablemente en tiempo parcial en el hogar. Pero otra parte consiste en
inculcar en tu hija un sentido de la importancia de ser una madre que permanece
en el hogar, si acaso el Señor la bendice con hijos. La clave para crear ese
deseo, creo yo, se encuentra en el tercer factor. 3. El dar a tu
esposa un trato de dignidad y valor es la manera más importante de alentar a tu
hija a aceptar con entusiasmo el don de la maternidad que Dios le da. Quizás la razón
más importante por la que nuestras hijas tienen la visión de adoptar el papel
tradicional de esposa y madre es que ven a Vickie y les agrada lo que ven. Tu esposa va a
jugar un papel extremadamente importante en crear la visión correcta para tu
hija. Pero tu relación con tu esposa—el que la trates o no con respeto—es
de tremenda importancia. El mundo
considera el “trabajo de hombres” como una ocupación verdaderamente
valiosa. Tú eres el representante del “trabajo de hombres” para tu familia.
Si tu conducta refleja una actitud de que tu papel es mucho más importante que
el papel que juega tu esposa que permanece en casa, no te sorprenda que tu hija
en un futuro rechace la vida familiar y quiera mejor tu papel en el mundo
laboral. Hay por lo
menos cuatro aspectos de mi relación con Vickie que creo han ayudado a nuestras
hijas a llegar al punto en el que sostienen la visión de sus potenciales
papeles futuros como esposas y madres. Yo nunca tomo
decisiones importantes en mi vida sin el apoyo entusiasta de Vickie—y las
muchachas lo saben. Durante más de veinte años la gente ha tratado de
convencerme de que me postule para algún cargo público. Es un tema que se ha
comentado en nuestra casa desde que nacieron nuestros hijos. Nuestras hijas
saben que cada vez que se me pedía que considerara un puesto específico, yo lo
comentaba a fondo con Vickie. También saben que si Vickie expresaba dudas o
reservas, mi respuesta sería “no.” También han
observado este mismo proceso de toma de decisiones mutua en otras áreas
importantes—la compra de una casa, cambios de residencia, decisiones de
trabajo—y decisiones no tan importantes, como el color de una pintura o el
dibujo de un papel tapiz. La Biblia enseña
que el marido en última instancia es el responsable de las decisiones
familiares. Pero ay del marido que no consulta a su esposa, y que no considera
las opiniones de ella como equivalentes a un poder de veto. Sin duda llegará un
momento en que tendrás que tomar una decisión contraria a la opinión de tu
esposa. Esa acción debe ser una excepción, y realizarse con gran cautela y
ternura. Aun siendo tan
importante que yo consulte a Vickie en decisiones mayores y siga su consejo
inicialmente, es aun más importante que yo evite hablar despectivamente de la
decisión posteriormente. Si mi hijas oyeran que yo cuestionara una decisión
tomada conjuntamente por Vickie y por mí, diciendo, por ejemplo, “Si sólo tu
mamá no hubiera dicho que no, podríamos estar viviendo en esa nueva casa
grande en tal o cual colonia”—minaría todo. A medida que
nuestras hijas han ido creciendo, las he incluido en el círculo de consejeros a
quienes acudo ante las decisiones importantes de mi vida. No sólo tengo en alta
estima sus observaciones, sino que el pedirles su opinión tiene el beneficio
secundario de irles enseñando que su futuro papel de consejeras para sus
maridos es de gran valor. Nuestras hijas
me han visto “ceder el paso” ante la visión y vocación de mi esposa para
su vida. Vickie, como ya se habrá inferido, es una madre de nueve hijos que
educa en el hogar. Cuando éramos novios yo gané un concurso universitario de
oratoria y debate defendiendo el “crecimiento de población cero.” El tener
una familia grande ha sido básicamente idea de mi esposa—con lo cual se
comprueba que ella es mejor para el debate que yo. Nuestras hijas
están conscientes de esta dinámica en nuestra relación. Ellas saben que su
mamá me ha convencido de que tengamos una familia grande y entienden que Vickie
cree que criar hijos piadosos es su misión primordial para Dios en la vida. Lo que yo diga
a este respecto es muy importante para mis hijas. Si yo me quejo de tener una
familia grande después de haber estado de acuerdo con la creación de cada
hijo, yo estaría transmitiendo señales muy peligrosas. Yo sencillamente no
puedo decir algo como, “Si no estuviéramos esperando otro bebé yo tendría
dinero para mandarte a una mejor universidad.” O, “Como tenemos tantos hijos
tenemos que andar en una van Dodge ‘89 de quince pasajeros en vez de una Dodge
Viper ‘96.” Sin duda la
visión de Vickie para su vida ha creado a veces algunos conflictos con las
cosas que yo quisiera hacer. Como antes mencioné, yo tenía toda la intención
de postularme para el senado de los Estados Unidos en 1996. Sin ninguna presión
de parte de Vickie, yo decidí no lanzarme porque tenemos muchos hijos pequeños.
Viendo esta decisión desde cierta perspectiva, alguno podría decir, “La visión
de tu esposa para su vida fue un estorbo a la visión tuya para tu vida.” Yo
rechazo esa forma de pensar. Yo quiero que mis hijas conozcan el valor que yo le
asigno a la visión que su madre tiene para su vida. Además, el verbalizar ese
pensamiento haría que mis hijos más pequeños sintieran que su misma
existencia es un estorbo para mí. Cuando hemos
comentado este tema en familia, he sido cuidadoso de reafirmar nuestro
compromiso con la familia grande y asegurarles que yo sé que el plan de Dios
para mi futuro los incluye a todos ellos. No quiero dar
la impresión de que todo esto es unilateral y de que solamente yo cedo ante
Vickie. Ella cede bastante por respeto al llamado que Dios ha puesto sobre mi
vida. La verdad es que ella me apoyó con entusiasmo en mi campaña por la
candidatura al puesto de tiempo parcial de gobernador interino. Durante algunos
años he participado como orador en conferencias. Como parte de mi trabajo se me
alienta a que tenga esas participaciones como conferencista, aunque
definitivamente no se me exige que lo haga. Vickie podría decir, “Tres
conferencias por año. Punto. Yo te necesito en casa.” Pero no lo hace. Hemos
acordado un límite, pero es un límite muy generoso considerando la enorme
responsabilidad que Vickie tiene que sobrellevar cuando yo no estoy. Es
importante que mis hijas (y mis hijos) vean un balance. La verdad es que cedemos
el uno al otro y mostramos respeto por los llamados que cada uno ha recibido de
parte de Dios para su vida. Y no sólo en
las cosas grandes. Es casi igualmente importante que yo muestre respeto por mi
esposa en las actividades cotidianas. Si yo siempre “sigo mi onda” (y soy
muy propenso a hacerlo) en lugar de mostrar un grado adecuado de ayuda en el
hogar, les transmito a mis hijas el mensaje de que el trabajo de Vickie no es
tan importante como el mío. Tengo ciertas luchas en esta área, pero trato de
transmitir por palabra y hecho que yo considero que el “trabajo de Vickie”
es importante y valioso. Una de las dinámicas
más importantes en nuestra vida familiar es la educación en el hogar. Antes de
que empezáramos a educar en el hogar, Vickie hacía comentarios como, “¿No
será mejor que yo consiga un empleo en vez de estar nada más aquí en casa
recogiendo tiraderos y cambiando pañales?” Vickie terminó sus estudios de
preparatoria con el segundo lugar de su generación, y antes de que empezara a
dar clases a nuestros hijos, extrañaba a veces la estimulación intelectual.
Pero a pesar de estos pensamientos momentáneos, ella siguió comprometida con
su papel de mamá de tiempo completo. Cuando
empezamos a educar en el hogar, la dinámica cambió. Ahora ella estaba
involucrada en instrucción académica—una tarea altamente valorada por el
mundo que nos rodea. Ella tenía abundante estimulación intelectual y abundante
valor percibido para su vida. No trato de
decir que la educación en el hogar es la única manera en que la mamá que
permanece en casa puede tener verdadero valor en su papel. Yo no fui educado en
el hogar y mi madre que también permanecía en casa jugó un papel muy
importante en mi vida. Lo que trato de decir es que la educación en el hogar ha
sido algo muy útil en ayudar a mi esposa a tener una visión para su femineidad
en la que encuentra realización y propósito. Nuestras hijas ven esta visión.
Ellas aceptan con entusiasmo esta visión modelada por su madre. Y a mí me
corresponde apoyar esta visión con entusiasmo. Yo le hablo a
Vickie de una manera que demuestra respeto por su inteligencia. Trato a Vickie
como a una persona pensante, no como veo que algunos hombres tratan a sus
esposas. Tus hijas ven más de tu relación con tu esposa que lo que ni tú ni ella probablemente quisieran. Seas quien seas, vas a cometer algunos errores en tu forma de comunicarte con tu esposa ante tus hijos. Lo importante es que tu comunicación normal sea respetuosa, y que las violaciones a esta regla sean raras. El sarcasmo probablemente sea la forma más común en que los hombres transmiten a su esposa la actitud de considerarla una tonta. Son demasiados los hombres que hacen comentarios torpes que dan a entender, “Cállate, mujer.” No es necesario que tu esposa sea una gigante intelectual—ni que entienda de economía, política o el Internet—para tener compasión y gran sabiduría. Háblale con respeto, y tus hijas recibirán un refuerzo positivo también. Les digo a mis hijas en lenguaje claro que el papel de su madre es importante. Aunque las acciones hablan más fuerte que las palabras, las palabras son importantes también. De vez en cuando mis hijas me oyen elogiar a mi esposa por el papel valioso que desempeña en nuestra familia. Me oyen decir, “Hiciste muy buen trabajo de enseñarle álgebra a Katy en este año. Sé que no ha sido fácil, pero era importante que ella lo aprendiera.” Y en otros momentos les digo a las muchachas más directamente que yo considero que es valioso lo que hace su mamá. Les digo algo como, “Jessica, tu mamá sacrifica mucho tiempo para prepararte las lecciones. Necesitas darles tu mejor esfuerzo.” También me oyen hacer comentarios de ese tipo en público y por escrito. Si no dijera lo mismo en casa, los comentarios públicos serían hipocresía y crearían amargura. Un mensaje constante de elogio para mi esposa es un factor extremadamente importante en ayudar a nuestras hijas a aceptar con entusiasmo el rol de ella como su primera elección para su futuro a largo plazo. Las feministas encuentran fácil presa en las hijas de madres no valoradas. Demuestra gratitud y dale valor a tu esposa. Tus hijas, también, llegarán a ser “Tradicionalistas Facultadas.” Para Reflexionar y Comentar 1. ¿Le das a tu esposa o a tu hija un trato condescendiente? ¿De qué maneras piensas que una actitud anti-masculina podría empezar a parecerles atractiva como resultado de tus palabras y acciones? 2. ¿Tu forma de hablar refleja que la maternidad es tan importante como tu trabajo? Si no, ¿qué efecto crees que tenga esto en tu hija en un futuro y en tu mujer actualmente? 3. ¿Cómo
puedes familiarizar a tu hija con algunas oportunidades vocacionales que puedan
potencialmente realizarse desde su hogar? |