La Última Palabra - Junio 2000
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La Última
Palabra – Junio 2000 A
principios de este año intenté enviar un correo electrónico a un amigo que
vive en los Estados Unidos. El correo me fue devuelto. Había sido cerrada su
cuenta. Eso me pareció extraño porque “Juan” (no su verdadero nombre) había
estado usando Internet por muchos años y siempre me estaba animando a entrar
“en línea.” No
había sido la intención de Juan ser atrapado. Mas bien fue un proceso largo y
lento que inició con la revisión aparentemente inocente de algunas páginas de
Internet. Él consideraba que necesitaba conocer estas páginas, aunque fuera sólo
para proteger a sus propios hijos. Pero la curiosidad tiene manera de abrir
puertas que deben permanecer cerradas. Pronto
Juan descubrió que sus deseos lo atraían a su computadora, sólo que ahora era
más que curiosidad B
mucho más. Era un apetito, no, una lascivia profundamente arraigada, que lo
impulsaba hacia la pantalla a altas horas de la noche y siempre que su familia
estaba fuera de la casa. A
fines de enero Juan me escribió y me contó: “El 2 de junio de 1999 fui
arrestado por posesión y distribución de pornografía infantil. Estuve en la cárcel
del condado del 2 al 30 de junio de 1999. El 8 de octubre fui condenado. Se me
había acusado de cuatro instancias de delito, cada una con una pena máxima de
diez años de prisión y US$100,000 de multa. Fui muy afortunado de recibir sólo
dos años de prisión y tres años de libertad condicional. . . Es espantoso
pensar que pude haber recibido cuarenta años en la cárcel y US400,000 de
multa.” Después
de leer la carta de Juan, me senté a escribirle. Le aseguré que estaba orando
por su esposa y sus hijos. También lo dirigí hacia la cruz, porque Cristo es
el único que puede traer verdadero perdón a nuestra vida. Luego le hice una
pregunta: “¿El Internet tuvo algo qué ver con esto?” La
siguiente carta de Juan contenía esto: “Todos tenemos una naturaleza
pecaminosa y tenemos la libertad para tomar decisiones correctas y equivocadas
en nuestra vida. Desgraciadamente, yo tomé algunas decisiones muy malas. Como
expliqué en mi última carta, he aceptado toda la responsabilidad por mis
acciones y no tengo ninguna excusa.” “Ahora,
para contestar tu pregunta: El Internet y las cosas que hay allí
definitivamente tuvieron qué ver con esto. Si no hubiera sido por el Internet
yo no estaría en la prisión hoy. Las imágenes que bajé fueron publicadas por
un gran servidor de Internet.” “Tus
preocupaciones respecto al uso del Internet tienen amplio fundamento. Hay
demasiado disponible para cualquiera que desee verlo.” Muchas
personas tratan de esconder y encubrir el pecado secreto. El camuflaje de
nuestra vida interior a través de logros públicos sólo sirve para engañarnos
y permitir que nuestro mundo privado escape toda censura. Incluso algunos
consideran que sólo es algo pequeño y que no daña a nadie más, pero
Proverbios 23:7 dice: “Cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.” Necesitamos
dejar de engañarnos a nosotros mismos --
nuestro mundo privado es donde Dios se encuentra con nosotros. I Samuel 16:7
dice: “El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el
corazón.” Jesús enseñó que lo que está en el corazón tarde o temprano
saldrá. En
su siguiente carta Juan escribió, “A veces me siento como un fumador
reformado que desea advertir a otros viajeros del Internet respecto a los
peligros que existen allí. . . . Lamento tanto la vergüenza y la humillación
que me he acarreado a mí mismo, a mi esposa y a mis hijos.” Juan
nos ha dado a todos una advertencia urgente -- unos cuantos minutos de placer
(pecado) nunca valdrán toda una vida de pesar. En
Cristo, P.
D. La protección de Internet más eficaz que yo he encontrado es Characterlink.
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