Entre Mamás Junio 2000
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Entre
Mamás Junio 2000 Una de las preguntas que con más frecuencia me
hacen es: “¿A qué edad debo empezar a instruir a mis hijos?” Generalmente
les pregunto qué edad tiene su hijo y si me dicen que tiene dos años,
contesto: “Empezaste hace dos años.” La verdad es que cuando cargamos a
nuestro bebé recién nacido, lo amamantamos y le hablamos, hemos iniciado su
instrucción. Está aprendiendo a
reconocer nuestra voz. Le enseñamos sus primeras palabras, cómo sostener la
cuchara y cómo dar sus primeros pasos. Esa instrucción continúa cuando le
enseñamos a identificar colores y a contar. Al vestirlo pudiéramos decir:
“Esta es tu camisa azul,” o, “Tienes dos calcetines blancos.” Cada tarea
es una nueva oportunidad para aprender una destreza. No vivamos tan apresurados
que olvidamos aprovechar esos momentos para la enseñanza. El tiempo en el coche
es excelente para la enseñanza. “¿Ves el pájaro al lado izquierdo?”
“Papá va del lado izquierdo porque está manejando.” Las oportunidades son
ilimitadas. Existen dos libros muy populares en inglés
sobre educación en el hogar. Uno se llama “Más Vale Tarde que Temprano.”
Habla acerca de los peligros de colocar a tus hijos en el aula a una edad
demasiado temprana, y la ventaja de demorar la educación “formal.” El otro
libro es “Nunca Es Demasiado Temprano” que habla acerca del aprovechamiento
de los primeros años en la enseñanza de los hijos. Mientras pareciera que los
títulos son contradictorios, ambos libros contienen muchas verdades. La
instrucción formal en el aula puede ser abrumadora para muchos pequeños‑‑especialmente
para varones. Sin embargo, nunca es demasiado temprano para instruir a nuestros
hijos. Algunos están listos para sentarse a aprender con un libro a edad
temprana. Esta es la belleza de la educación en el hogar. Ustedes, como padres,
deciden esto con base en su conocimiento de su propio hijo. El hecho de que otro
niño esté leyendo a los cuatro años no es razón para que empujes a tu hijo
de cuatro años para que lea. No estamos en una competencia. Estamos instruyendo
individuos. Lo que la hermana mayor hizo a los cinco años, el hermano menor
pudiera no hacerlo hasta los siete. Dentro de diez años nadie lo sabrá, ni
importará. Yo hago lo que se pudiera llamar “escuela
formal” con Samuel, de cinco años, y con Isaac de cuatro, durante unos 30
minutos al día. Ana, de dos años, se sienta a la mesa y colorea, y
frecuentemente repite las letras y los sonidos con sus hermanos. Leemos barajas
con letras, sonidos y números. Cantamos un coro de fonética y practicamos la
escritura de las letras y los números y contamos. Es divertido. Hay días
cuando los treinta minutos son demasiado. Nos detenemos después de quince
minutos y hacemos letras con plastilina. Contamos frijoles, macarrones y pasas.
Les gustan las pasas porque se las pueden comer. En estos tiempos breves están
aprendiendo, y el solo hecho de tener un tiempo establecido para “hacer
escuela” es muy provechoso. Frecuentemente me recuerdan: “No olvides mis
tareas de escuela.” Además, leemos en voz alta todos los días, tachamos la
fecha en el calendario, y hacemos el quehacer cotidiano. Los pequeños pueden y
deben trabajar y aprender a servir a temprana edad. Pueden echar su ropa sucia
al canasto y recoger juguetes. Tú puedes facilitar las cosas si designas un
lugar para cada cosa. Todo esto es parte de la instrucción y es muy importante. No te aflijas respecto al momento de empezar. Ya
has empezado. Sólo pide a Dios cada día que te muestre maneras nuevas y
creativas al cantar, memorizar versículos, leer la Biblia como familia,
preparar y tomar los alimentos juntos, limpiar e ir a la tienda. Que Dios les
bendiga al redimir los días – dirigiendo las flechas que Dios les ha
encargado. Un alimento favorito de mis hijos es la granola.
Es bueno tenerla preparada con anticipación para las mañanas ocupadas cuando
no puedes preparar un gran desayuno. Granola Calienta el aceite, la miel y la vainilla en una
olla hasta que empiece a hervir. Mezcla bien y vierte sobre avena y nuez cruda.
Mezcla bien y vacía en un recipiente para hornear a 200 durante 30 minutos.
Mezcla después de los primeros 10 minutos y posteriormente cada cinco minutos.
Esto evita que el cereal forme grumos. Después de sacarlo del horno revuélvelo
frecuentemente hasta que enfríe. Guárdalo en un recipiente hermético. Se
pueden agregar pasas, otras nueces, coco, semillas de sésamo o cualquier fruta
deshidratada. A mi familia le gusta más la versión sencilla. Yo pongo pasas
sobre la mesa para quienes deseen. Lo servimos con leche, yoghurt y plátano. |