Construyendo Esperanza en Rumania
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Construyendo Esperanza en Rumania El
verano pasado mi familia tuvo el placer de pasar tiempo con la familia de Mike
Farris. Fue en esa ocasión que conocimos a su segunda hija, Jayme. Ella es una
joven que el Señor está usando de muchas maneras asombrosas. No sólo ha
servido al Señor en Rumania, sino que bajo la dirección de su padre, durante
un año ha ayudado a construir un orfanatorio en Rumania que está contribuyendo
a la solución de las necesidades de muchos de los numerosos niños de la calle
en ese país. He pedido a Jayme que escriba una serie de tres artículos. Tratarán
con algunas de las cosas más importantes que sus padres le enseñaron, el
trabajo que hizo en Rumania, además del trabajo actual del orfanatorio que está
ayudando a construir. Si
quisieran comunicarse con ella directamente, pueden escribirle a: Jayme
Farris Conocí
a Alina en mayo de 1996, cuando ella tenía cinco meses de edad. Aún a esa
edad, ya había vivido una vida más triste que la mayoría de los niños que yo
conozco. Hija de una muchacha joven que se había criado en un orfelinato rumano
antes de dedicarse a la prostitución, Alina nació a una vida que no ofrecía más
esperanza que la de su madre. Cuando tenía dos semanas de edad, su madre la había
dejado en una canasta en la calle, escondiéndose a una distancia para ver si
alguien la recogería. Milagrosamente,
alguien sí la recogió. Corina Caba, una joven cristiana rumana que
recientemente había remodelado su departamento para convertirlo en un
orfelinato privado, encontró a Alina y la llevó a su casa. Fue el inicio de un
ministerio transformador de vidas, que ahora se conoce como Centro Familiar Casa
de Esperanza, en Oradea, Rumania. Centro
Familiar Casa de Esperanza nació de la meta temprana de Corina Caba de ayudar a
los niños necesitados en Africa. Pero, cuando cayó el comunismo en 1989 y se
supo la verdad acerca de los niños abandonados en Rumania, Corina se dio cuenta
de que no necesitaba salir más allá de su propia ciudad. Comenzó por trabajar
con niños en los orfelinatos de gobierno y en las calles, pero pronto se dio
cuenta de que muchos de ellos ya estaban endurecidos más allá de cualquier
esperanza. Decidida a rescatar niños antes de que aprendieran el arte de
sobrevivir en la calle, Corina se enfocó sobre los bebés. Hoy,
Centro Familiar Casa de Esperanza, todavía ubicado en el departamento de
Corina, alberga de seis a ocho bebés a la vez. Los bebés, que provienen de
orfelinatos de gobierno, el hospital infantil y la calle, permanecen en el
Centro Familiar Casa de Esperanza sólo hasta que se puedan encontrar familias
cristianas que los adopten. Mientras tanto, reciben alimento, cuidado y la
atención amorosa que necesitan para recuperarse del daño recibido por su
institucionalización. Durante el año de 1997, cuando viví en Rumania y fui
voluntaria en Casa de Esperanza, fui testigo de la transformación que ocurre en
cada niño después de su llegada. He visto llegar a niños tan débiles que no
podían levantar la cabeza y que en unos pocos meses ya están caminando. Más
precioso aún es cuando un niño emocionalmente dañado aprende por primera vez
a hacer contacto visual, y después a sonreír. Pero
la cosa más hermosa que he visto en Casa de Esperanza son los días cuando los
padres adoptivos finalmente llegan a llevar a sus nuevos hijos a su hogar. Desde
1996, Casa de Esperanza ha colocado a más de treinta niños en vidas nuevas con
familias adoptivas cristianas. Las cifras son pequeñas en comparación con la
enorme población de huérfanos rumanos. Pero en términos del valor eterno de
cada alma, Casa de Esperanza está haciendo una obra poderosa. O,
para ser más precisos, Dios está haciendo una obra poderosa. Corina y su
personal serán los primeros en decirles quién está cambiando vidas y
satisfaciendo las necesidades diarias de Casa de Esperanza. Como el ministerio
no genera ingresos, el personal debe esperar fielmente la provisión de Dios,
que en algunas ocasiones ha llegado en el momento en que nadie sabía de dónde
llegaría la siguiente comida. “He visto tantos milagros,” dice Corina “¡que
temo que me voy a acostumbrar a ellos!” En
meses recientes, Dios ha estado obrando aún otro milagro para Corina y sus niños.
Con el departamento cada vez más saturado y la lista de niños en espera cada
vez mayor, Corina ha visto desde hace mucho tiempo la necesidad de instalaciones
nuevas. El problema ha sido la falta de dinero. Con sólo lo suficiente para
alimentar a los niños cada mes, parecía imposible pagar la construcción de un
edificio nuevo. Yo
todavía vivía en Rumania cuando Dios comenzó a poner esta necesidad de un
nuevo edificio en mi corazón. En ese tiempo, yo estaba orando respecto a si
debiera permanecer en Rumania cuando terminara mi compromiso de un año. Al
orar, Dios me seguía recordando que Casa de Esperanza necesitaba un edificio, y
empecé a preguntarme si Él quería que yo hiciera algo al respecto. Continué
orando y Dios me dirigió a 1 de Juan 3:17-18: “Pero el que tiene bienes de
este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón,
¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de
lengua, sino de hecho y en verdad.” Al
leer este pasaje, me di cuenta de que Dios había puesto una gran necesidad--un
nuevo edificio para un orfanato--justo en frente de mí. También me di cuenta
de que, como norteamericana, yo tenía acceso a una abundancia de posesiones
materiales que sencillamente no estaban disponibles en Rumania. La pregunta era:
¿Iba a amar a mis hermanos rumanos de hecho y en verdad, o sólo de palabra y
de lengua? Al
llegar el fin de 1997, decidí seguir la dirección de Dios, regresar a los
Estados Unidos, y comenzar un esfuerzo para recaudar fondos para el nuevo
edificio para el orfelinato. En julio de 1998, con un poco de temor y temblor,
fundé una pequeña organización no lucrativa que se llama Ministerios de
Regeneración. Desde entonces he estado trabajando con una dedicada mesa
directiva y unos pocos fieles y generosos donadores para recaudar los fondos
para construir el nuevo edificio para el Centro Familiar Casa de Esperanza. En
los últimos dos años Dios ha usado Ministerios de Regeneración para proveer más
de US$130,000 para la construcción de Casa de Esperanza. El trabajo de
construcción comenzó en junio de 1999, y conforme Dios provea, esperamos que
Corina y los niños se cambiarán a las nuevas instalaciones en el verano del
2000. ¡Gloria a Dios! Mi
trabajo para Ministerios de Regeneración ha sido una bendición increíble para
mí en lo personal. Como “contacto” entre los hermanos cristianos en Rumania
y América he podido ver el gozo que hay cuando el cuerpo de Cristo funciona
como debiera. En primer lugar, los que dan aclaran que están dando al Señor, y
que tienen gran gozo en poder regresar una pequeña porción de la bendición
que ellos han recibido de Él. En segundo lugar, los que reciben tienen gran
gozo al ver a Dios proveyendo para sus necesidades. Y finalmente ambos, los que
dan y los que reciben, pueden orar unos por otros y alabar a Dios por la obra
que está haciendo en Rumania. Todo el intercambio se parece mucho a la iglesia
primitiva de la que Pablo hablaba en II Corintios 9:12-15: “Porque la
ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta,
sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; pues por la
experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis
al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos
y para todos; asimismo en la oración de ellos por vosotros, a quienes aman a
causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros. “Gracias a Dios por su
don inefable!” Al
ver las vidas cambiadas de niños como Alina, que ahora tiene cinco años y vive
con su familia adoptiva, puedo ver lo que Dios puede lograr mediante su iglesia
unida. Al igual que Pablo, digo: “¡Gracias a Dios por su don inefable!” |