Protegiendo a los Hijos
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Protegiendo a los Hijos
Por Jonathan Lindvall

Muchos educadores en el hogar han sido acusados de "sobre-proteger" y de "aislar" a sus hijos. Según mi entendimiento de los principios bíblicos para la crianza de los hijos, esto es exactamente lo que Dios nos ha pedido. Proteger a nuestros hijos no es un defecto del que nos debamos avergonzar. Cuando somos acusados de sobre-proteger a nuestros hijos, debemos gozarnos, sabiendo que el mundo está reaccionando ante nuestra obediencia a Dios.

Ciertamente hay un tiempo para soltar a nuestros hijos, pero ese tiempo debe ser precedido por control por parte de los padres y debe estar basado en la fidelidad y dominio propio que podamos observar en nuestros hijos. Dios te pudiera dirigir a ser más o menos estricto que lo que soy yo, pero quisiera compartir algunas de las áreas específicas con las que nosotros hemos tratado, para estimularte a considerar los aspectos en los que el estilo de vida de tu familia pudiera ser tropiezo para tus hijos.

Como sabemos que somos responsables por las influencias que ayudan a formar a nuestros hijos, hemos tomado en serio aun las causas más pequeñas de tentación. Como pedimos a nuestro Padre Celestial que "no nos meta en tentación" (Lucas 11:4), entonces nosotros mismos debemos evitar meter a nuestros hijos en tentación. En Marcos 9:42 se nos advierte a no "hacer tropezar a uno de estos pequeñitos." Los versículos 43-47 dan a entender que es mejor quitar ciertas cosas de nuestra vida antes que permitir que sean piedras de tropiezo.

Una de las cosas que nosotros hemos eliminado de la experiencia de nuestros hijos son las fantasías que no son piadosas. Esto incluye juguetes, juegos y pasatiempos en los que se simula hacer algo que no agradaría a Dios en la vida real (por ej., pelear, chocar carros a propósito, etc.). Jesús enseñó que desear y disfrutar la visualización del pecado era tan malo como cometerlo (Mateo 5:28).

También protegemos a nuestros hijos de la literatura no piadosa o no apropiada. Cuando los niños apenas empiezan a leer, es posible revisar todo lo que leen. Más adelante cuando han demostrado ser fieles, podemos darles la responsabilidad de traer a nosotros cualquier cosa que les parezca dudosa.

También protegemos a nuestros hijos de usar ropa inmodesta o inapropiada. Hemos estudiado juntos los propósitos de Dios para el vestido y aplicamos los principios de Dios a nuestras decisiones en cuanto al vestuario (véase Deut. 22:5, I Tim. 2:9). Es probable que el patrón de vestido que se sigue durante la juventud afecte los hábitos de toda la vida.

Hemos enseñado a nuestros hijos a someterse a nuestra protección en el área del romance. Nuestros hijos no experimentarán los patrones típicos del noviazgo de la cultura americana. El noviazgo mina los matrimonios de nuestra sociedad al fomentar que los jóvenes desarrollen una serie de relaciones íntimas con varias personas en lugar de guardar su primer y único compromiso emocional para su cónyuge.

Además, no hemos permitido que nuestros hijos tengan ni sean responsables por radios. Los radios no son malos en sí mismos (nosotros tenemos varios), y ciertamente la música puede glorificar a Dios. Pero yo sé por mi propia experiencia de joven que muy pocos jóvenes pueden resistir la tentación de rechazar los gustos y las normas de sus padres en cuanto a la música. Los radios hacen que sea demasiado fácil sumergirse en la música perversa que reina en nuestra cultura, con resultados desastrosos. Por tanto, les damos tocacintas y gran número de cassettes, pero los protegemos de la tentación que representaría controlar su propio radio.

Otra herramienta tecnológica que hemos sido dirigidos a eliminar de nuestra vida es la televisión. David dijo en el Salmo 101:3, "No pondré delante de mis ojos cosa injusta." Muy pocos de nosotros controlamos la televisión con suficiente cuidado como para hacer esa misma afirmación. Antes de deshacernos de nuestra televisión, yo era culpable de poner cosas injustas no sólo delante de mis ojos, sino también de los ojos de mis hijos. Me asusta pensar en algunas de las cosas a las que yo permití que estuvieran expuestos mis hijos. Me fue necesario prohibir por completo la televisión en lugar de seguir metiendo a mis hijos en tentación.

Por último, protegemos a nuestros hijos de un contacto extenso con compañeros de su edad. Claro, protegemos a nuestros hijos de las situaciones escolares orientadas hacia compañeros de la misma edad. Pero también creemos que, mientras no sean liberados sobre la base de su fidelidad demostrada para poder manejar la presión de grupo, debemos estar donde los podamos ver y oír siempre que estén presentes personas que no son miembros de la familia. Por tanto, no los exponemos a juego no supervisado con niños vecinos, ni aun con amigos cristianos. Esta posición aparentemente restrictiva nos ha evitado muchos problemas que parecen enfrentar otras familias. En las pocas ocasiones en que hemos relajado esta norma, lo hemos lamentado.

Cuando es necesario encargarlos con alguien, permitimos que sean supervisados sólo por otros adultos en un ambiente familiar donde hay una relación constante y personal con, y la protección de, su figura de autoridad delegada. No los exponemos a participar en ambientes con compañeros de la misma edad apartados de nosotros, ni aun en la iglesia. De nuevo, las pocas veces que hemos relajado esta norma lo hemos lamentado.

Se me ha advertido que mis hijos están en peligro de crecer "ingenuos" respecto al mundo real. El razonamiento es que deben ser expuestos con liberalidad a un amplio espectro de puntos de vista y experiencias para ser realmente maduros.

¿Será posible que la pureza que el Señor desea en nuestra vida haga que el mundo piense que somos "ingenuos"? El mundo quiere que seamos "socializados" como ellos. Pero Dios nos llama a ser separados, o "santos," en lugar de conformarnos al mundo (I Pedro 1:14-16). A lo que el mundo llama "socializado," Dios llama "conformados a este mundo."

Si existe un continuo que va desde "ingenuo" en un extremo hasta "socializado" en el otro, yo quiero permanecer fuera de lo que pudiera llamarse balance, pero que realmente es tibieza. Yo pido en oración la pureza de ser "ingenuo."

 

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August / September 1990