La Preparatoria en el Hogar
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La Preparatoria en el Hogar
Discipulado I
por Mary Schofield

Como padre, Dios te ha llamado para que aceptes la responsabilidad de entrenar a tus hijos para su gloria.  Como  educador en el hogar, has reconocido esto, escogiendo enseñar a tus propios hijos en vez de ponerlos bajo la autoridad ajena.  Tú decides qué materias estudiar y cuándo.  Tú decides qué materiales usar.  Tú decides a qué hora  se levantan todos en la mañana y empiezan el trabajo diario.  Finalmente, tú decides cuándo está listo tu alumno para graduarse.  

Inconscientemente, habrás decidido que tu alumno se va a graduar una vez que termine los cursos en la lista de tu ISP, en la de la típica escuela pública, o en la lista de requisitos esenciales específicos para la admisión a una universidad.  Desafortunadamente, este tipo de plan educativo facilita que un alumno  caiga en la rutina de simplemente trabajar unas cuantas horas cada día en los estudios académicos y luego “se despide” una vez que haya cumplido con su tiempo.

Como educadores cristianos en el hogar, exigimos más de la educación de nuestros hijos que el simplemente cumplir con cuatro años de español, tres años de matemáticas, dos años de ciencias naturales, etc.  Queremos que nuestros hijos terminen la preparatoria listos para administrar un hogar, capaces de ganarse la vida, calcular los impuestos que deben pagar, y–por encima de todo – listos y dispuestos a seguir a Cristo por toda la vida.

La pregunta que los padres deben hacer es la siguiente: cumplir con cuatro años de estudiar literatura, matemáticas, ciencias, y todas las demás materias, agregando el tiempo dedicado a la iglesia, a los devocionales familiares y a ayudar en la casa, ¿resultará en un alumno que está listo y dispuesto a seguir a Cristo por toda una vida?  Nos gusta pensar que sí, pero es interesante comparar la cantidad de tiempo invertido en planear los cursos académicos (comprar materiales, estudiar los manuales del maestro, preparar un plan de estudios, enseñar y calificar las tareas, etc.) con la cantidad de tiempo invertido en planear el discipulado de nuestros hijos.

Entrenamiento de Discípulos

Para el entrenamiento de discípulos, tenemos la tendencia a esperar que sea suficiente el asistir a la iglesia una o dos veces a la semana, llevar a cabo un estudio bíblico ya preparado, y platicar de asuntos del corazón según se presenten.  Confiamos en que cumplir con los quehaceres y aprender a tratar bien a los hermanos de uno y hacer todas las demás cosas que surgen al estar en familia, de alguna manera produzcan  un alumno preparado para ser un adulto piadoso.

Sugiero que es necesario cambiar la forma en que distribuimos nuestro tiempo para la planeación de la preparatoria.  La decisión de qué hacer con el español y las matemáticas y la historia debería estar subordinada a la decisión en cuanto al entrenamiento de discipulado.  Primero necesitamos tomar el tiempo para orar acerca del desarrollo espiritual de nuestro alumno, y buscar un plan de estudio específico que lo preparará para crecer más estrechamente cada año en su relación con Cristo.  Necesitamos planear dedicar tanto tiempo al Desarrollo de Carácter y a los ajustes de actitud como estamos dispuestos a invertir en ecuaciones de álgebra.  Esto significa apartar el tiempo para los tipos de tareas que enseñan a nuestros alumnos cómo vivir una vida cristiana.  Si simplemente esperamos hasta que se presenten las necesidades–por ejemplo, la falta de una característica en particular o la inhabilidad de tomar una decisión basada en preceptos bíblicos–entonces es demasiado fácil considerar estos asuntos como interrupciones de nuestros días escolares “verdaderos”.

Antes de planear los estudios académicos, los padres necesitan tomar el tiempo para orar acerca de qué flaquezas se tienen que tratar antes que se conviertan en malos hábitos o aquellos murallas difíciles de tumbar.  Por ejemplo, si parece que un alumno da por sentado las bendiciones del Señor, el padre sabio planeará estudiar la gratitud durante el año.  Lecciones específicas sobre el dar a otros y dar gracias por lo que tiene se deberían incluir en el plan de estudios.  Puede ser una buena idea planear una actividad de ayuda a otros o un viaje misionero para toda la familia ese año, con el fin de enseñar al alumno qué significa dar por sacrificio.

O quizás parece que un alumno está empezando a presentar un mal genio o una actitud malhumorada.  En vez de preocuparse por ello, orando y esperando pasivamente que todo salga bien, un padre puede orar acerca del asunto y planear a propósito incorporar materiales y tareas en las lecciones normales del alumno.  Libros específicos como El Corazón del Enojo (The Heart of Anger), por Lou Pricolo, o El Conciliador (The Peacemaker), por Ken Sande, pueden ser asignados y estudiados.  Si no se dedica tiempo deliberadamente a estudiar cómo tratar el enojo y los altercados, no es probable que el alumno se gradúe de la preparatoria con un dominio de estas habilidades.

Empezar con una lista de materias académicas y luego añadir la oración y el estudio bíblico es proceder al revés.  Dios desea nuestras “primicias,” y creo que esto se aplica a las primicias de nuestros planes educativos.  Debemos acercarnos a Dios humildemente, no con ideas ya formadas en cuanto a lo que nuestros alumnos tienen que estudiar este año.

Una buena manera de empezar a planear un año escolar es que el esposo y la esposa dediquen un tiempo específico para orar juntos con el fin de preparar sus corazones en seguir seriamente a Dios en el entrenamiento de los hijos de él.  Los padres quizás deseen incluir a su alumno en este tiempo de juntarse con el Señor buscando su dirección.

Toma apuntes durante el tiempo de oración, y termina con un tiempo de compartir necesidades y deseos.  De tus apuntes, puedes empezar a hacer un plan de estudios basado en la dirección especial de Dios para los de tu familia.  Luego, ora específicamente que Dios te guíe al planear las lecciones que habrán de entrenar al alumno en las áreas que Dios ha señalado.

Si no eres una persona orientada a las listas, te podrá ayudar anotar los temas que quieras tratar.

Por ejemplo, si has determinado que lo más importante para este año es que tu alumno aprenda cómo compartir su fe, tu lista de temas podrá incluir 1) compartir testimonios, 2) memorizar los versículos claves que exponen el plan de salvación, 3) escoger a una persona por la cual orar durante el año escolar, 4) aprender varias maneras de mostrar amor a los perdidos, y 5) habilidades de conversación orientadas a testificar.

Después, haz una lista de materiales que tienes o te gustaría comprar para ayudarte a enseñar estos temas.  Quizás ya tienes uno o dos libros que explican el evangelismo o lo ilustran por medio de contar una historia acerca de un evangelista, o quizás necesitas pedir unas sugerencias de tu pastor o librería cristiana.

Finalmente, haz una lista de ejercicios específicos o tareas para la formación de carácter que podrían tratar con cada tema.  Por ejemplo, al idear diferentes tareas, podrás escribir lo siguiente bajo “1) compartir testimonios”:  “invitar por lo menos a una persona cada mes a comer con nosotros y compartir su testimonio personal con nuestra familia; escribir una composición que relata tu testimonio personal; asistir a un evento en que el orador comparte su testimonio con el grupo; planear un tiempo para presentar tu testimonio a un individuo o un grupo.”  Tu lista de libros, tareas, o actividades llegará a ser, de hecho, un bosquejo para tu propio curso de discipulado.

Planear la preparatoria y preparar a los adolescentes para que lleguen a ser adultos piadosos es verdaderamente un reto.  Sin embargo, al proponerse buscar primero la dirección de Dios, tomar el tiempo para orar y evaluar las necesidades y el desarrollo de cada alumno, y luego comprometerse a enseñarle y entrenarle con metas específicas en mente, los padres pueden esperar con confianza la graduación de su alumno.  No solamente estará preparado su alumno académicamente para seguir la dirección de vida que Dios le da, sino que los padres sabrán que usaron sabiamente el tiempo que Dios les ha dado para discipular y enseñar a los hijos de él para su gloria.