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Separaciones Matutinas Se Convierten en Bendiciones Matutinas
por Tricia G.
"¡Mamá! ¡Mamá! ¡Quiero quedarme contigo!" Nuestro hijo de 3 años estaba llorando y se aferraba a mi pierna.
"Pero tienes que ir a pre-escolar," le expliqué al tiempo que lo empujaba por la puerta del aula.
"Va a estar bien dentro de un ratito," me aseguró la maestra.
Sí, estará bien. Después de todo, es por su bien, reflexioné mientras manejaba tristemente a casa otra vez. Necesita socialización. Necesita adelantarle a su educación. Necesita aprender a no depender tanto de mí. Por lógica estas racionalizaciones me parecían correctas, pero emocionalmente, mi corazón me decía otra cosa.
Después de dos años de difíciles separaciones matutinas, descubrí que no era necesario que las cosas fueran así. Dios vio mi conflicto entre la lógica y los sentimientos y amorosamente proveyó gente cristiana que dirigiera mi atención hacia otro camino–el de la educación en el hogar.
A lo largo de un periodo de varios meses, tuve contacto con programas sobre educación en casa, libros sobre educación por los padres y revistas sobre educación en el hogar.
Durante este tiempo, cuando me empezaba a sentir motivada a instruir en el hogar, por medio de su trabajo mi marido también estaba conociendo a familias que educaban en el hogar. Juntos llegamos a la convicción de que sería lo mejor para nuestra familia.
Después de haber tomado la decisión, nuestro siguiente paso fue asistir a unas conferencias para educadores en el hogar. En esas conferencias sentimos que Dios nos estaba mostrando que la instrucción en el hogar no sólo era una cosa buena, sino que era lo correcto.
Actualmente, estamos en nuestro segundo año de educación en el hogar, y no lo haríamos de ninguna otra manera. Me encanta estar con nuestros tres hijos cada momento de su día. Me deleita verlos aprender a su propio nivel y a su propio paso.
Pero sobre todo, me alegra saber que en todo lo que hagan, en horas de estudio o fuera de ellas, están recibiendo instrucción conforme a los valores bíblicos que tenemos en tan alta estima. Están creciendo en su amor por su Salvador, por nuestra familia y por otros.
Instruir en el hogar no siempre es fácil, y tenemos días difíciles, pero aun en esos momentos, Dios ha puesto en mi corazón la seguridad de que, efectivamente, estamos haciendo lo correcto.
Todos los afanes respecto a socialización, estudios superiores y dependencia, ya no nos preocupan.
Nuestros hijos socializan con otras personas de todas edades y especialmente disfrutan de un estrecho lazo entre hermanos.
Nuestros hijos están avanzando más rápidamente que los alumnos en las escuelas públicas de nuestra comunidad, y con menos horas de "escuela".
Y gracias a que nuestros hijos dependen de mi esposo y de mí como padres, tenemos la oportunidad de enseñarles a depender de Dios.
Ahora, en lugar de "separaciones" tenemos bendiciones matutinas–y de mediodía y de tarde y de noche, etc.
Sí, mis hijos están conmigo, y están bien y es lo mejor.
Copyright March/April 1996
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