Entre Mamás - Diciembre 2000
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Entre Mamás – Diciembre
2000 ¿Con
cuánta frecuencia nos comparamos a nosotros mismos, a nuestros hijos, y aun a
nuestros esposos? Es un hábito dañino. II Corintios 10:12 dice que cuando nos
comparamos con los que se alaban a sí mismos, no somos sabios. En el versículo
siete, el apóstol Pablo declara: "Miráis las cosas según la
apariencia." Así suele ser, porque eso es lo único que podemos ver. El
hombre ve lo de afuera, pero ¡Dios ve el corazón! Hace
varios años estuve en una conferencia en Dallas, en el salón de madres
lactantes. Samuel tenía como un año. Se estaba moviendo, hablando–en pocas
palabras, era una distracción. ¡No
podía tomar notas ni escuchar lo que se estaba diciendo! Vi a otra madre que
tenía un bebé como de la edad de Samuel.
Él estaba sentado quieto mientras ella tomaba apuntes y escuchaba
atentamente. Como a mí me gusta mucho tomar apuntes en las conferencias, comencé
a comparar a Samuel con ese bebé quieto, e incluso empecé a compararme con esa
mamá. Ella debía ser mejor que yo para haber entrenado tan bien a su hijo. ¿Por
qué no podía estar así de quieto mi hijo? En
el receso fuí a hablar con esa mamá y a conocer a su bebé. Al acercarme vi
que el niño tenía el Síndrome de Down. Mi comparación era muy necia. Dios
nos había dado a cada una un reto especial y un regalo hermoso ¡que no debía
compararse! También
es fácil comparar académicamente. "Su niño de seis años puede leer
bien, el mío apenas conoce el sonido de las letras." "El cuenta hasta
cien, mi hijo sólo cuenta hasta diez." Realmente es tan necio como
comparar la talla de la ropa o del calzado. En el aula de primer grado se les da
el mismo material a todos los niños. Algunos se superan, otros se atrasan. Lo más
probable es que algún día todos aprenderán a leer, unos con más dificultad
que otros. Imagina
si el maestro sacara zapatos para cada niño en el aula – todos del mismo tamaño.
Al ponérselos cada niño, algunos están muy apretados, otros muy grandes; quizá
algunos queden bien. Al correr y jugar, los niños son impedidos por los
zapatos. Esto es lo que hacemos cuando esperamos cierto nivel académico sólo
por la edad del niño. Yo conozco a muchos niños que han aprendido a leer a una
edad temprana – otros mucho tiempo más tarde – pero se emparejan. Los dos
grupos se convierten en buenos lectores. Miremos
a Dios para recibir dirección y después presentar a nuestros hijos el reto de
hacer lo mejor que puedan – no atrasarse por flojera – ¡ni la nuestra ni la
de ellos! Tampoco debemos permitir que nuestro orgullo nos haga presionar a
nuestros hijos a alcanzar las normas de otros. Esta
es una receta para un pastel fácil. Es rápido de preparar y hay muy poco que
limpiar. Pastel
Vaciado de Manzana 6
tazas de manzana, fresca o enlatada. (Puedes substituir con otros tipos de
frutas) 1
lata de piña picada
½ taza de azúcar 1
cucharadita de canela
Harina preparada para pastel amarillo 1½
barras de mantequilla
½ taza de nuez picada (opcional) Engrasa
un molde de 22 x 33 centímetros. Llena con manzana y pon la piña encima.
Espolvorea con azúcar y canela. Después
vierte la harina seca para pastel (sí, la harina seca) y extiende con un
tenedor. Derrite la mantequilla y vacíala sobre la superficie de la mezcla.
Agrega las nueces arriba si deseas. Hornea a 205°
C por 35 a 45 minutos hasta que esté dorado. La
cubierta forma una capa deliciosa sobre la fruta. Un excelente platillo para la
visita, y no hay loza que lavar. |