¿Debe Emplearse la Presión?
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¿Debe
Emplearse la Presión en la Enseñanza? Por más que un padre trate de evitar los conflictos en el proceso
educativo, tarde o temprano se presentarán.. La mayoría de los niños experimenta tanto períodos fáciles como períodos
difíciles en el aprendizaje. El niño
como individuo responderá de diversas maneras a distintas materias en
diferentes momentos de su vida. Un
niño parece disfrutar de avanzar aceleradamente en Matemáticas hasta llegar a
una sección que no comprende y luego negarse obstinadamente a avanzar en esta
sección difícil. Otro niño puede
aburrirse con problemas demasiado sencillos y ser lento en realizar operaciones
rutinarias, pero disfrutar enormemente el reto de una carrera contra el reloj en
esas mismas operaciones. Será en
estos puntos de renuencia, o de franca rebelión contra la tarea del
aprendizaje, donde un padre se verá enfrentado a la decisión, “¿Debo
aplicar presión en esta situación de aprendizaje, o no?” La única manera de evitar el conflicto sería nunca exigir que tu hijo haga
algo que no desea hacer. Si tu hijo no quiere hablar más lentamente y
pronunciar las palabras correctamente, déjalo que “se las coma” por ahora,
esperando que algún día de alguna manera desarrolle suficiente autodisciplina
como para hacerlo por sí mismo. O
si tu hija se está resistiendo a aprender sus tablas de multiplicación, así déjalo
por lo pronto. Quizás algún día cuando ella quiera esas tablas se volverán fáciles
y divertidas de aprender. Al fin y al cabo, algunos expertos de la educación
promueven una filosofía de aprendizaje no‑presionado. Obviamente, la enseñanza sería mucho más fácil con este
enfoque. Si a un niño nunca se le
exige que haga lo que no desea hacer, definitivamente se evitarían muchos
conflictos. Este enfoque en la educación funciona solamente con niños que están
motivados internamente ( y aun con ellos, sólo en las áreas en las que tienen
un interés personal) o con niños que tienen un fuerte deseo o necesidad de
aprobación de sus padres. Evita el enfrentamiento tan necesario con las
debilidades del niño: el orgullo, la pereza, la rebeldía. La educación, al fin y al cabo, es trabajo, y no juego.
El tener que memorizar por obligación fórmulas, paradigmas, y discursos
famosos, forma carácter y enseña la auto‑disciplina y la confianza en sí
mismo. Cuando los padres no esperan
más de un hijo que lo que él quiere dar, se pierden esa formación de carácter.
Recuerden, algunas de las lecciones más valiosas que la mayoría de nosotros
aprendimos en la escuela y en la vida fueron aprendidas bajo presión. Cuando mi esposa y yo sacamos a nuestros hijos de las escuelas públicas y
privadas, les aplicamos pruebas a todos ellos.
Nos quedamos pasmados al descubrir que nuestra hija que terminaba primer
año de secundaria, que estaba en el grupo avanzado en la escuela pública, no
podía con las matemáticas ni la gramática de quinto grado y estaba muy
deficiente en lectura. Los primeros meses en casa se pasaba la mitad de cada día
en fonética y leyendo lecciones de historia y ciencias naturales del nivel de
sexto grado, con un diccionario a la mano. En la escuela pública se le había
dicho que se brincara las palabras que no pudiera leer.
Descubrimos que no podía pronunciar la mayoría de las palabras multisilábicas
y desconocía los significados de muchas palabras comunes. Aproximadamente una
hora cada noche nos leía de lo que había hecho durante el día. Tenía que
pronunciar correctamente cada palabra, y conocer su significado. Esto
significaba que durante el día consultaba en el diccionario prácticamente
todas las palabras, debiendo pronunciarlas fonéticamente, y saber sus
significados. Hubo literalmente
mucho lloro y crujir de dientes durante varios meses, pero amábamos a nuestra
hija lo suficiente como para pagar el precio. Ella probaba con quejarse,
lloriquear–todos los recursos menos la rebelión abierta–para lograr que
desistiéramos y la dejáramos permanecer ignorante.
Con el tiempo sí llegó a ser competente en matemáticas, y llegó a ser
una persona segura de sí misma. Terminó
la preparatoria a los 19 años, pero en su examen S.A.T. obtuvo niveles de
primer año de estudios universitarios en todas las materias. El ejemplo de la necesidad de nuestra hija de sobreponerse a su falta de
conocimientos y a su mala actitud hacia el estudio es un ejemplo severo pero
frecuentemente repetido cuando a los adolescentes se les saca de la escuela pública.
Por lo mismo, compréndase que no todo aprendizaje ha de lograrse forzosamente
bajo presión. Algunas partes del aprendizaje pueden ser agradables, ¡pero el
agrado no ha de convertirse en el objetivo!
No es necesario preocuparse indebidamente por hacer que cada lección sea
emocionante, divertida o siquiera interesante. La vida real no siempre es así,
y sería un engaño preparar a un niño para la vida de adulto con esta
perspectiva distorsionada. Si estás experimentando una gran cantidad de conflicto con tu hijo,
considera la posibilidad de que esté trabajando con material que está por
encima de su capacidad actual. Hay pruebas que se pueden aplicar para determinar
qué es lo que sabe tu hijo y cuál es el nivel de habilidades en el que él
debe poder funcionar. No te preocupes por el grado escolar. Es una crueldad
obligar a un niño a trabajar más allá de su capacidad y le causará frustración
y sentimientos de ignorancia, fracaso, y falta de valor como persona. Sin embargo, si el conflicto se debe a que esperas que tu hijo trabaje de
acuerdo con sus capacidades, Dios te fortalezca en aplicar la presión necesaria
para educarlo. Una vez que el niño renuente entiende que no aceptarás menos
que diligencia en su trabajo escolar (y doméstico), habrá desarrollado la
primera etapa de dominio propio y tu vida como padre será más fácil conforme
él se vuelve más responsable y maduro. Y la educación en el hogar habrá sido
el instrumento de esa formación. Copyright The
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