El Propósito de Dios para el Matrimonio
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Allá del Matrimonio Para Mí:
Bill y Mary Pride viven en Fenton, Missouri.
Ella es madre educadora en
el hogar, tiene seis hijos y es la autora de The New Big Book Of Home Learning
(El Nuevo Libro Grande De Aprendizaje En Casa).
El siguiente pasaje fue seleccionado del Capítulo 2 de su libro, The Way
Home (El Camino A Casa). ¿Se
limita el disparado índice de divorcio solamente al mundo no cristiano?
¡Cómo quisiéramos que fuera así!
Ustedes y yo sabemos que las familias que asisten a la iglesia están
pasando por tiempos difíciles. Basta
observar la avalancha de libros sobre la familia. Buscamos algo a tientas, lo que sea, que ayude a nuestras
iglesias a aguantar la oleada de quebrantamiento que azota a este país. No
tiene que ser así. Algunos
dicen que esta condición lamentable es una verdadera señal del fin.
Pero sea el final o no, la iglesia siempre ha de ser una luz en el mundo.
Dios espera que brillemos intensamente, ¡no que parpadeemos de manera
irregular! Quizás en nuestro
fervor por querer ser relevantes hemos reemplazado la cultura cristiana con la
cultura humanista del siglo veinte. El
divorcio en la iglesia nos dice que ésta se ha desviado del camino en cuanto a
su prédica sobre el matrimonio. El
primer punto de vista popular es que Dios creó el matrimonio para compañerismo. Dios sí dijo, “No es bueno que el hombre esté solo,”
pero el motivo que dio fue que Adán necesitaba una ayuda. Adán estaba solo: incompleto, pero no se sentía solo.
Necesitaba una ayuda–una mujer. El
segundo punto de vista popular del matrimonio cristiano se puede llamar
“Intimidad.” La teología de la intimidad va un paso más allá de la
teología del compañerismo. Pero
una cosa es hablar con entusiasmo del romance, y otra cosa es demostrar que el
romance es el motivo del matrimonio. Esto
es lo que dice la teología del romance, al quitarle todo menos lo estrictamente
esencial. El
romance es la flor del matrimonio, no la raíz.
Es hermoso; es un regalo de Dios, pero el matrimonio puede sobrevivir sin
ello. Y,
de hecho, el intento de convertir un matrimonio perfectamente bueno en uno que
sea íntimo, ha causado muchos, muchos divorcios.
El matrimonio íntimo no es bíblico.
Insiste en que el placer y la emoción son el motivo para la existencia
del matrimonio. El
último punto de vista popular del matrimonio es el contrato social.
Según la teoría del matrimonio
de contrato, es vital que cada pareja tanto reciba como dé. El
problema con estos tres puntos de vista del matrimonio – compañerismo,
intimidad, y contrato – es que todos se centran en el “yo.”
Si la necesidad en cuestión no está siendo suplida, o se puede suplir
por otro lado, entonces desaparece todo el motivo para matrimonio. No
creo que la Biblia enseñe que el matrimonio sea para mí, ni siquiere para
nosotros. Entonces, ¿para qué es? Dios
dio a Eva a Adán para que fuera su ayuda.
¿Por qué? Porque a Adán
se le había asignado una tarea. Dios
les dijo, “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla.”
Sin Eva, de ninguna manera podía Adán ser fructífero y multiplicarse.
Tampoco podía Adán, por sí solo, llenar la tierra.
Se necesitaba a Eva para que la pareja diera fruto.
El motivo bíblico para el matrimonio es producir fruto para Dios. El matrimonio es para producir hijos y hacer la tierra fructífera
para Dios. En otras palabras, el
matrimonio cristiano se centra en Dios (produciendo lo que Dios quiere) en vez
de centrarse en mí o nosotros (cumpliendo mis o nuestros deseos). De
acuerdo con todos los planes de Dios, se suplen nuestras necesidades, pero por
la ruta de la fe. Primero hacemos
lo que manda Dios; luego, para nuestra sorpresa, nos vemos bendecidos.
Primero nos negamos a nosotros mismos y tomamos nuestra cruz, y luego
encontramos que la carga es ligera y placentera. Entonces nos encontramos a nosotros mismos.
Entonces encontramos que nuestro corazón está liberado, y el amor de
Dios es derramado en nuestro corazón, y nuestro matrimonio es floreciente y
radiante. En
un matrimonio centrado en Dios, el esposo y la esposa quieren portarse como Dios
dirige. Dios requiere que las
esposas jóvenes “amen a sus esposos” (Tito 2:4), y el “amor” que nos
pide es amor phileo: amor fraternal. Este
se basa en nuestra relación, no en nuestras emociones. Ser
esposa, entonces, consta de dos partes: compromiso a largo plazo y sacrificio
diario. Pero el matrimonio “para
mí” refleja el valor feminista, la realización egoísta.
“Tengo que hacer lo que yo quiero o no sirvo para nadie más.”
“No puedes amar a otro sin amarte a ti mismo.” Tu
esposo es tu socio. Eres su socia. Por esto Dios odia el divorcio.
El profeta Malaquías puso este mensaje sobre los hombres de Israel: La
razón por la cual la iglesia se ha puesto poco estricta en cuanto al divorcio
es porque ya no entendemos el matrimonio. Si
un cónyuge tiene problemas, por ejemplo borrachera o arranques de ira, el otro
concluye que no es un “buen” matrimonio y se va.
Aquellos que adoptan esta perspectiva terminan permitiendo el divorcio
“por cualquier motivo,” tal como lo hacían los fariseos en el tiempo de Jesús.
Jesús contestó a los Fariseos diciendo que la destrucción de cualquier
matrimonio ordenado por Dios siempre está mal.
“Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre,” dice nuestro Señor.
Mateo 19:3‑11 Dado
que el matrimonio se debe centrar en Dios, no en mí, nuestra preocupación
primordial debe ser honrar el santo nombre de Dios y cumplir su santo propósito. Una actitud poco estricta hacia el divorcio es resultado de
poner los sentimientos de los pecadores por encima de los de Dios.
Dios creó el matrimonio no primordial y principalmente para cumplir
nuestros deseos sino para avanzar su Reino. Si
el matrimonio es solamente para satisfacer mi necesidad de amistad, sexo, o para
obtener deducciones fiscales, entonces la familia es realmente intrascendente,
tal como lo afirman las feministas. Porque
los tres modelos del matrimonio omiten un pequeño ingrediente el cual hace que el matrimonio sea diferente a todas las demás
relaciones humanas: los hijos. Los
hijos son el fruto esencial del matrimonio, no un efecto secundario
circunstancial. El esposo y la
esposa se unen en el plan de Dios no solamente para ellos mismos, sino para bien
del fruto que producirán también. Ni
el hombre ni la mujer consideran el matrimonio como un fin en sí mismo que
puede ser descartado, como el placer, sino como un medio para la gran
responsabilidad de sojuzgar la tierra, donde cada parte tiene una función
asignada por Dios. Con
este entendimiento del matrimonio como una asociación fructífera, se desvanece
gran parte del descontento que impulsa a las parejas hacia el divorcio.
Si nos damos cuenta de que Dios nos dio metas que tenemos que alcanzar
juntos, podemos soportar los obstáculos en aras de los resultados. Copyright
1989 |