Cambios y Retos
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Cambios y Retos
por Jackie Polley

El crecimiento que experimentan los nuevos educadores en el hogar puede ser doloroso a veces.

Al tomar la decisión de educar a nuestras hijas en el hogar, sabíamos que nos esperaban muchos nuevos retos y ajustes. Y por qué no, si las niñas se estaban viniendo del ambiente de la escuela pública para estar de tiempo completo en el ambiente de hogar. Los horarios necesariamente serían diferentes debido a otros cambios en nuestro estilo de vida, especialmente para Mamá. Estábamos preparados para estos cambios, o así pensábamos.

Uno de los primeros ajustes importantes en nuestro hogar fue el de inculcar la disciplina y enseñar una adecuada obediencia. No es que no hubiéramos disciplinado anteriormente a nuestras hijas. Sí lo habíamos hecho, pero no muy bien, y no de una manera piadosa. Ahora, no sólo las niñas estaban aprendiendo disciplina y obediencia, sino que Papá y Mamá también estaban en proceso de ser instruidos.

¡La educación en el hogar es una excelente manera de aprender estas habilidades porque hay oportunidad de practicar intensivamente!

Nuestras hijas estaban sorprendidas por nuestro grado de compromiso con estas nuevas responsabilidades que teníamos como padres. Nosotros, como padres, estábamos sorprendidos por el cansancio que sentíamos. La constancia cansa, especialmente cuando te das cuenta de que gran parte del trabajo de disciplinar podría haberse evitado si tan sólo hubieras perseverado cuando los niños eran más chicos.

Durante uno de esos días de alta tensión, en el que me estaba sintiendo muy derrotada, Dios me mostró que no soy tan diferente a mis propias hijas. Yo también desobedezco y necesito corrección, pero él no deja de tratar conmigo. Esto me ayudó a perseverar. No soy perfecta; mis hijas todavía necesitan mucha corrección y disciplina, pero yo también. Dios nos ha asegurado a través de su Palabra en Filipenses 1:6 que él llevará a término la buena obra que inició en nosotros.

El otro ajuste importante que tuvimos que hacer en el primer año fue aprender a vivir juntos por largos períodos de tiempo y seguir viéndonos como familia. Sé que esto suena extraño, pero cuando tus hijos están en la escuela pública, se puede restar mucho tiempo a la vida familiar.

Puede hasta llegar a sentirse como que todos son huéspedes que comparten una casa, y sin embargo no están "conectados" entre sí. Así que el aprender a interactuar de una manera constante definitivamente fue un reto. Desafortunadamente, tengo que reconocer que no respondimos al reto con mucha gracia. Fracasamos miserablemente a veces, Papá y Mamá incluidos.

En retrospecto, veo que mis malas actitudes, que se relejaban en la conducta de mis hijas, frecuentemente se debían a expectativas no realistas. Yo estaba esforzándome por ser la super-mamá. (¿Qué no son unas "santas" todas las mamás que educan en el hogar?) Esto naturalmente puso bajo tensión innecesaria a la familia. Yo esperaba perfección de mí misma, y esto crecía en forma espiral hasta culminar en el caos.

Yo detestaba ese círculo vicioso; quería ponerle fin. Pero ¿cómo?

Gracias a Dios, su gracia fluye en abundancia, y él empezó a mostrarme que yo estaba tratando de edificar mi casa sin consultar al Arquitecto que la había planeado.

El cederle a Dios el control total incluía el permitirle poner en evidencia aquellas cosas de nuestra vida familiar e individual que necesitaban cambiar. Esto dolía, pero era un dolor necesario. Reconozco que no quería ver nuestros defectos. Temía que de alguna forma nos descalificaría como "buenos" educadores en el hogar si confesábamos que teníamos problemas.

Pero Dios es fiel. El sólo quiere ayudarnos – no perjudicarnos – si somos obedientes. Aprendimos a través de estos tiempos que algunos hábitos nuestros tenían que cambiar y/o ser erradicados totalmente de nuestra vida. Al reconocer nuestras fallas y buscar el perdón, Dios podía empezar a usar nuestras cualidades buenas.

Ante el comienzo de otro año escolar sabemos que Dios tiene cosas buenas para nosotros, pero también cosas difíciles. Habrá nuevos ajustes y más cambios. No siempre reaccionaremos como debemos reaccionar.

Estamos convencidos de que no podemos iniciar ni un solo día de este nuevo año sin consultar a nuestro Padre, el gran Arquitecto. Su plan para nuestras vidas es demasiado bueno y grande como para que nos lo perdamos. El nos dice en Jeremías 29:11 (Biblia de las Américas), "Porque yo sé los planes que tengo para vosotros...planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza."