Capítulo Cinco
Hogar ] Arriba ] Buenos Libros ] Caminar ] [ Capítulo Cinco ] Consejos y Recompensas ] Entre Mamás - Feb 2002 ] Historia ] Juegos Matemáticos ] La Relación Padre/Hijo ] Lectura En Voz Alta ] Nuestros Lectores Escriben - Feb 2002 ] Tan Resbaloso El Hielo ] Practicar La Preeminencia De Cristo ] Un Mensaje Escrito ] La Última Palabra - Feb 2002 ]

 

Capítulo Cinco: Guiando a Tu Hija Hacia Amistades Positivas
por Michael Farris

Guiando a Tu Hija Hacia Amistades Positivas

Cuando yo era un abogado muy joven en Spokane, Washington, me asignaron para que defendiera un caso en el que dos creyentes profesantes, "Esteban" y "Lina", estaban tramitando un divorcio.  Lina buscaba el divorcio por el consejo de sus "amigas." Ella y Esteban, a quien yo defendía, discutieron una noche y él la tomó del brazo y le dio un apretón.  Le dejó un moretón en el brazo como del tamaño de una moneda.  El se avergonzó de haberlo hecho – con justa razón – y le pidió perdón.  Pero distaba mucho de ser un caso de "síndrome de mujer golpeada." Sin embargo las amigas de Lina le dijeron que ella era víctima de abuso conyugal y que debía procurar el divorcio.  Por increíble que parezca, ella lo hizo.

Unas semanas después, las amigas de Lina le aconsejaron que empezara a salir con alguna otra persona, aun cuando Esteban estaba buscando activamente reconciliar el matrimonio.  Una noche cuando Lina había salido con un hombre, su hijito de dos años se cayó desde una litera, muriendo estrangulado entre la litera y la pared.

Lina sabía lo que Dios esperaba de ella en cuanto a perdón y reconciliación, pero prefirió hacerles caso a sus amigas.  Pagó un precio terrible por el consejo incorrecto de amigas incorrectas.

Como padres, sabemos que debe preocuparnos el asunto de las amistades de nuestras hijas porque reconocemos que los amigos de la infancia y la adolescencia – al igual que amistades adultas – tienen un efecto importante sobre nuestras hijas.  Pero necesitamos entender que el guiar a nuestras hijas hacia amistades positivas incluye más que simplemente ayudarles a salir adelante en los años formativos.  Una muchacha a la que se le enseña a formar buenas amistades cuando es joven – y a quien se le enseña a equilibrar el consejo de una amiga con la Palabra de Dios y el consejo de otros – manejará de forma más sabia sus amistades como adulta.

Manejando en mi auto por un barrio de nuestro pueblo pequeño vi a una mujer a quien llamaré "Alicia," cuya hija es amiga de una de nuestras hijas.  Me detuve y platicamos un poco ya que teníamos tiempo de no habernos visto.  "Cynthia" y nuestra hija no estaban pasando tanto tiempo juntas como lo habían hecho cuando jugaban anteriormente en un equipo deportivo las dos.

Después de unos minutos de plática ligera Alicia dijo, "Estoy muy preocupada por Cynthia.  Creo que está empezando a juntarse con malas amigas.  Probablemente esté fumando.  Tal vez algo peor."

En los meses anteriores recientes cuando yo había visto a Cynthia en la calle, andaba con jóvenes que parecían dar buen fundamento a la ansiedad de su mamá.

La confesión de Alicia me ponía en un dilema. ¿Hasta dónde deseo que mi hija se involucre con Cynthia? ¿Cómo puede mi hija ser una buena influencia para Cynthia sin que Cynthia sea una mala influencia para ella?

Las amistades no son neutrales.  La interacción entre dos personas generalmente da por resultado alguna modificación – para bien o para mal – de valores y conducta. La gran mayoría de las veces, dada la naturaleza pecaminosa del ser humano, las amistades arrastran por lo menos a una de las personas en una dirección negativa.  Pero el aislamiento no es una opción saludable para nadie.

Papás, enfrentamos un verdadero reto si deseamos guiar a nuestras hijas hacia amistades que "levanten" a ambas partes en una dirección positiva.

Hace algunos doce años, vivíamos en un barrio más cercano a Washington, D.C. – unos cuarenta kilómetros más cerca que donde vivimos ahora. El mismo día que llegamos a ese barrio, se presentaron varias muchachitas a la casa para hacer amistad con Cristi, Jaymi y Katy, que tenían aproximadamente ocho, seis y tres años de edad.

Prácticamente todas las muchachas de ese barrio parecían provenir de familias morales, responsables.  Muchas eran activas en sus iglesias, aunque ninguna parecía provenir de una familia que compartiera nuestras tradiciones evangélicas.  Estas nuevas amigas parecían ser perfectamente aceptables en casi todos los sentidos.  Todos los sentidos menos uno.

Varias de estas muchachas tomaban el nombre de Dios en vano–no como en una cadena de maldiciones, sino simplemente de una manera ligera e inapropiada con cierta frecuencia en su conversación.

Yo sabía por mi propia experiencia negativa en la secundaria y preparatoria que los niños aprenden las malas expresiones, y que éstas se quedan primeramente en el cerebro, y tarde o temprano empiezan a salir por la boca.  Yo quería proteger a mis hijas relativamente pequeñas, evitando que adoptaran malos hábitos verbales a través de estas amistades.

Vickie y yo alentamos a nuestras hijas a decirles sencillamente a sus amigas, "En nuestra casa no usamos el nombre de Dios más que cuando estamos hablando de él, o cuando realmente estamos refiriéndonos a él."  Y así lo hicieron – y sus amigas lo tomaron bien.  Es más, todo el círculo de amigas parecieron imponer esa norma en todo el barrio.  Surgieron buenas amistades que hemos considerado provechosas para todas la partes involucradas.  Una postura firme pero amable adoptada por nuestras hijas tuvo el efecto de jalar en una dirección positiva a sus amigas.

Unos años más tarde, Jaymi, nuestra segunda hija, estaba involucrándose en una amistad íntima con una niña que conoció en el ballet.  La niña misma parecía agradable, pero provenía de una familia que por ese tiempo se encontraba en gran confusión espiritual. Uno de sus padres profesaba ser cristiano nacido de nuevo, y el otro alternaba entre nuestra iglesia y una iglesia que la mayoría de los evangélicos consideraría bastante fuera de los límites del cristianismo bíblico.  Había en general una falta de estabilidad en el hogar.   Todo esto me hacía cuestionarme si quería que Jaymi pasara mucho tiempo con esta niña.  Una amistad estaba bien.  Una amistad estrecha era asunto de cuidado. Una amistad íntima me tenía preocupado.

Yo confiaba mucho en la madurez espiritual de Jaymi – a pesar de que sólo tenía como doce años.  Pero por mucha que fuera la madurez, una influencia no dejaba de ser una influencia.

Después de algunas ideas iniciales no prácticas para tratar de limitar esta amistad, finalmente le dije a Jaymi que yo vería bien una amistad muy estrecha únicamente si ella y su amiga hacían un estudio bíblico juntas de manera regular.   Le dije que esta niña definitivamente necesitaba ese tipo de ayuda espiritual.  Y es que en realidad yo no quería tampoco que Jaymi sostuviera una amistad tan estrecha sin que ésta tuviera una dimensión espiritual.

Jaymi aceptó mi propuesta, fue a la librería cristiana, compró un estudio bíblico apropiado, e inició un estudio semanal con su amiga entre clases de ballet.

De eso hace como seis años.  Esa muchacha sigue siendo una de las mejores amigas de Jaymi. Es evidente que es cristiana.  Ha crecido en madurez espiritual. Y su familia ha experimentado un cambio admirable al volverse a Dios.  Sería exagerar decir que la amistad entre Jaymi y la muchacha fue el catalizador en la renovación espiritual de esa familia.  Pero creo que ayudó.  Cuando uno de los padres jugaba con la idea de regresar a la "otra" iglesia, hubo renuencia porque no querían afectar la amistad entre Jaymi y su hija.  Las relaciones personales son uno de los factores más importantes en cualquier decisión relacionada con una iglesia.

Otra muchacha en nuestro círculo de amigos pasó por un período de mucha rebeldía.  Se fue de su casa y vivió con otros parientes a unas cuantas horas de su casa.  Empezó a andar con un grupo de amigos que ella describe como "muy dados a las fiestas."  La moralidad dominante era de que "todo se vale."  En sus propias palabras, "No había límites, y eso me agradaba."  Reconoció que ella era de las personas que fácilmente ceden a la presión de grupo.  En su caso, la presión de grupo culminó en que ella tuviera un bebé fuera del matrimonio.

Cuando volvió a casa para aliviarse del bebé (y ofrecerlo para adopción), sus padres hicieron lo que pudieron por involucrarla en un nuevo círculo de amigos positivos, la mayoría de ellos cristianos.  Ahora, en parte por la influencia y planificación de su padre, ella siente que estos amigos más sanos le ayudan a "volver al camino" cuando se ve tentada a descarriarse de nuevo.  Dice de sus amigos ahora, "Ellos me animan a hacer lo correcto, pero no me señalan con el dedo."

Para una jovencita, el aliento de los padres a hacer lo correcto siempre parece conllevar algo de señalamiento con el dedo.  Una amiga positiva puede reforzar las normas de los padres en una forma mucho menos amenazadora.

Tú también tienes historias como estas que contar.  Todos sabemos que es cierto.  Hay amistades buenas.  Y hay amistades malas.

A continuación veremos algunas sugerencias que a nosotros nos han resultado útiles en llevar a cabo nuestra responsabilidad de padres de guiar a nuestros hijos hacia amistades positivas:

Los amigos de tu hija no deben ser unos extraños para ti.

En nuestra casa tenemos un refrán: "Un papá informado es un papá feliz."  Esto generalmente se aplica a situaciones en que nuestras hijas mayores van a llegar a casa más tarde que lo que se pensaba originalmente.  Pero es aun más aplicable con relación a las amistades.  Tú debes conocer por lo menos en alguna medida los amigos significativos de tu hija.

Esto no significa que tienes que ser amigo de los amigos de tu hija.  Pero sí significa que has conocido a sus amigos, has hablado con ellos por lo menos un poco, e idealmente conoces algo con respecto a sus familias.

Hay varias maneras en que puedes llegar a conocer a las amigas de tu hija.  Si ella invita a una amiga a tu casa, invítala a quedarse a cenar en la fase más temprana posible de la amistad, de manera que tú y tu esposa tengan oportunidad de observarla y conocerla.

Como he mencionado, he sido entrenador de varios equipos de sóftbol en los que han estado nuestras hijas, y he llegado a conocer de esta manera a varias de sus amigas.  Ha habido ocasiones en que no he podido participar como entrenador, pero aun así ayudé en algún aspecto y eso también me dio oportunidad de ver e interactuar con una amplia variedad de amigas de nuestras hijas.

El transportar a tu hija y a su amiga a algún evento también es una manera aceptable de llegar a conocerla en alguna medida. (Hoy en día yo recomendaría enfáticamente que procures evitar en lo posible el ir solo en el coche con una muchacha a quien no conoces.) Yo tengo por costumbre intentar hacer conversación con la muchacha nueva, haciendo preguntas sobre su familia y otros datos de nivel superficial.  Algunas veces he obtenido valioso conocimiento del carácter de una muchacha con tan sólo conversar sobre cosas superficiales.

Nosotros hemos descubierto que el tener un hogar en el que los jovencitos se sienten a gusto es una buena manera de asegurar que Vickie y yo tengamos oportunidad de estar al tanto de las amistades de nuestros hijos.  No pretendemos que sea necesario escuchar cada palabra murmurada durante una merienda organizada para un niño de ocho años, ni cada palabra del parloteo de una hija de catorce, pero el solo hecho de que las amigas pasen por lo menos una parte del tiempo en nuestra casa ha dejado efectos positivos en términos generales.

No tengas temor de fijar normas de conducta para las amigas de tu hija – por lo menos cuando estén en tu casa.

Aunque es válido usar cierto grado de tolerancia, algunas conductas, como las malas palabras, deben de ser reprimidas de una manera amable pero firme.  Si tus hijas tienen la madurez suficiente como para decirles a sus amigas cuáles son las reglas, eso probablemente es lo que funciona mejor.  Si no, hazlo tú.

Cuidado con las amistades íntimas en las que no existe una dimensión espiritual.

Me veo tentado a decir que tu hija no debe cultivar amistades estrechas con personas no-creyentes.  Eso se aproxima bastante a mi postura, pero tiene dos deficiencias claras.

Primeramente, aun si la amiga de tu hija es cristiana, puede ser que la interacción entre ellas no incluya nunca temas o asuntos espirituales.  Particularmente conforme tu hija pasa de la edad de los once o doce años, debes alentar decididamente a tu hija a que se asegure de que ella y su amiga incluyan una dimensión espiritual en su relación.  Quizás sea tan sencillo como ponerse de acuerdo entre ellas para compartirse sus motivos de oración y orar una por la otra.  Quizás estudien la Biblia juntas. Pero algún grado de espiritualidad debe caracterizar nuestras amistades más íntimas.

Segundo, creo que estaríamos fallando si nunca tuviéramos amistades estrechas con personas no-creyentes.    Pero aun así creo que todas nuestras amistades íntimas deben tener una dimensión espiritual.  Si tu hija tiene una amiga íntima que no es creyente, debes alentarla a compartir el evangelio con esta amiga y a comentar continuamente asuntos espirituales en sus conversaciones. Las amistades íntimas de este tipo deben incluir una siembra constante de semilla que a su tiempo pueda florecer en salvación.

Los comentarios gratuitos, negativos, acerca de las amigas de tu hija no son muy útiles.

Esta es una lección que me costó caro aprender recientemente.

Mi hija Katy me informó de algunos cambios de última hora en la programación de los juegos de su equipo de básquetbol.  En forma brusca dije que creía que esos cambios de programación no estaban siendo manejados adecuadamente por las personas encargadas – que eran sus amigas.  Katy tomó mis comentarios como señal de menosprecio por sus amigas.  Se sintió obligada a defender a sus amigas ante mis comentarios acusadores.

Aunque mi intención fue mostrarme protector para con Katy, en realidad fue percibida como un ataque contra sus compañeras.  Katy se sintió herida, y con razón, y yo creé una situación en la que innecesariamente propicié un conflicto de lealtades.

Hay ocasiones cuando no te queda otra opción más que hacer comentarios negativos sobre las amigas de tu hija.  Pero cerciórate de los hechos.  Y también es útil aprender el refinado arte de la crítica constructiva.  Por ejemplo, "María es una persona con muchas cualidades – pero yo la vería mejor como amiga tuya si no estuviera siempre hablando mal de los demás.  Tal vez tú la pudieras alentar a ser más positiva y a enfocarse en las cosas buenas de las demás personas."

Si empiezas a hacer acusaciones contra las amigas de tu hija, abriendo fuego verbalmente contra ellas, es probable que veas una explosión. Sé por experiencia propia que cuando con toda calma hago críticas constructivas precisas y necesarias, rara vez provoco una reacción negativa en mis hijas.  Pero generalmente he encontrado que el consejo de Thumper (en la película Bambi) es un buen consejo para un padre:  "Si no puedes decir algo agradable, mejor no digas nada."

Promueve enfáticamente la amistad entre tus propios hijos.

Uno de mis recuerdos más tristes de mis años de adolescencia es de una ocasión en que hice algunos comentarios despectivos acerca de la constante presencia de mi hermanito.  Yo quería estar con mis amigos.  Herí profundamente los sentimientos de mi hermano. 

No tengo ahora la menor idea de quiénes eran esos amigos.  Y puesto que no veo de manera regular a ninguno de mis amigos de la preparatoria, sé sin lugar a duda que tengo mucha más interacción con mi hermano que con esos "importantísimos" amigos de identidad desconocida.

Nuestras tres hijas mayores tienen relaciones extraordinariamente estrechas entre sí.  Nuestra segunda "generación" de niñas parece estar siguiendo un patrón semejante al de sus hermanas mayores.

En cada uno de los tríos, las dos muchachas mayores son las más unidas.   Hay cierta tendencia de que la tercera hija de cada trío sea la que hace el "mal tercio." Es muy importante que estas hijas terceras sean aceptadas por sus dos hermanas inmediatamente mayores.  Es un poco más difícil cuando son pequeñas de edad.  Las diferencias de edad tienden a desaparecer cuando son adolescentes mayores.

A pesar de estos desafíos, si arreglas las vidas de tus hijos de tal manera que sean alentadas las amistades entre hermanos, estas amistades serán las más profundas y mejores que jamás lleguen a tener.

Nuestras hijas siempre han compartido recámaras.  Y por estar recibiendo su educación en el hogar, pasan mucho tiempo juntas.  Pero su tiempo recreativo frecuentemente lo pasan separadas.  Si tus hijas asisten a una escuela convencional de una forma tal que quedan separadas, podrías tratar de arreglar sus horas recreativas para que las pasen juntas.  Las amistades entre hermanos probablemente no prosperarán si éstos nunca pasan tiempos significativos juntos.

Las amistades desarrolladas en la niñez podrán o no durar toda la vida.  Pero las habilidades de amistad sí duran para siempre.  Una hija a quien se le enseña a encontrar sus amigas más íntimas entre quienes comparten sus convicciones morales y espirituales, de adulta se rodeará de amigas que le ayuden a crecer en su fe.

Y si se le enseña a entender la importancia de amistades sabias, cuando sea grande y tú no estés cerca, ella sabrá discernir la diferencia entre una mujer parlanchina superficial que suelta tonterías mundanas y la sabia amistad de una verdadera mujer de Dios.

 

 

Para Reflexión y Análisis

1. ¿Has tomado la acción apropiada para llegar a conocer a las amigas de tu hija? ¿Qué podrías hacer para que tu hogar fuera un lugar en el que los jovencitos se sintieran más a gusto?

2. ¿Tienes normas espirituales y morales en cuanto a tus propias amistades íntimas? ¿Tu hija te  está viendo practicar lo que predicas?

3.  Recuerda que aun las muchachas cristianas pueden perder de vista a Dios en el contexto de sus amistades. ¿Qué podrías hacer para alentar a tu hija a asegurarse de que haya alguna interacción espiritual entre ella y sus amigas cristianas?