Entre Mamás - Dic 1999
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Entre Mamás – Dic 1999
Por Pamela Richardson

Proverbios 29:15
La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre.

Proverbios 29:17
Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma.

Las filosofías de criar a los niños cambian de generación en generación y a menudo no nos damos cuenta del error hasta que es demasiado tarde. Hay una fuente que nunca cambia y siempre es aplicable — la Biblia. A diferencia de las filosofías del mundo, podemos aplicar con confianza lo que se enseña en las Escrituras.

Al pensar en los momentos cuando mis hijos me han avergonzado, ahora entiendo que fue por haberlos "consentido" (Proverbios 29:15). Por naturaleza los hijos son necios. Proverbios 22:15 dice, "La necedad está ligada en el corazón del muchacho." Los hijos tienden a hacer fondo común de su necedad. ¿Nunca has visto que lo que a uno no se le ocurre, a otro sí? Es raro un hijo que se enfrente a un compañero y le diga, "¡No, no lo haré! ¡Está mal!" Ojalá tú y yo podamos criar a ese "niño raro," pero se requiere diligencia.

Anoche estaba tratando de terminar alguna correspondencia. Había un montón de cartas en mi escritorio que se habían acumulado durante un período de dos semanas. Determiné, "¡¡Voy a terminar esto esta noche!!" Mientras escribía a máquina, tuve que calmar unos disturbios entre los hijos pequeños — pero no ponía mucha atención. Unos cuatro minutos habían transcurrido desde la última vez que tuve que corregir a uno de ellos cuando alguien tocó en la reja. Fui a la puerta. Al ver los papeles, los juguetes y los zapatos tirados en el piso, le pedí a Misty que lo recogiera rápidamente.

Al salir por la puerta principal, vi a Samuel parado allí descalzo y sin su camisa. Isaac tenía la manguera y estaba mojando a Samuel y Anna. Los tres estaban mojados y fríos, y yo estaba avergonzada.

Mi vecina venía para pedirme ayuda, pero me sentí muy inadecuada para ayudar a quienquiera. Cómo quisiera haber dejado mi correspondencia para otro día más o hasta que los pequeñitos estuvieran dormidos. Todavía estoy aprendiendo.

¿Cómo podría haber evitado esta situación vergonzosa? Podía haber hecho algo similar a lo que hago cuando preparo panecillos. Podía haberles hecho sentarse en la mesa a un lado de mi escritorio y "escribir cartas" a Abuelita o Abuelito. Ellos podrían haber aprendido la importancia de la correspondencia y también participado en lo que yo estaba haciendo.

Cuando preparo panecillos, siempre doy un pedacito de masa a cada niño para que prepare el suyo. Hacemos la primera letra de su nombre y la horneamos.

Panecillos

1/3 taza de manteca vegetal
1 3/4 tazas harina
2 1/2 cucharillas de polvo para hornear
3/4 cucharilla de sal
3/4 taza leche

Mezcla todos los ingredientes secos en un tazón grande. Luego agrega la manteca mezclándola con un tenedor. Agrega la leche revolviendo la masa hasta que se forme una bola grande. (Tendrás que agregar más o menos leche.)

Espolvorea la encimera con harina y vierte la masa sobre ella. Amásala ligeramente. Apisona la masa hasta el grosor deseado y córtala en círculos con una taza. Pon los panecillos en una charola para horno y hornea a 230º C por 10 a 15 minutos, hasta que se pongan dorados.