Atados
Hogar ] Arriba ] Señor, No Mi Voluntad sino la Tuya ] [ Atados ] ATIA (ATI México) ] La Última Palabra Junio 1997 ]

 

ATADOS
Por Debbie Pearl

Frecuentemente me pregunto a mí misma, ¿Han escogido el estar atados? De todas formas yo sé en mi corazón que nadie, ni el más insano escoge estar atado. Entonces, ¿por qué permanecen así? Mientras miro sobre la multitud de parejas encadenadas, me pregunto, ¿sabrán de sus cadenas? Veo gente "mimando" su carne, caras "piadosas", emociones "compuestas" y voluntades "disciplinadas" ocultando su esclavitud impuesta por ellos mismos. Sin embargo, en ocasiones la apariencia falla y sus almas se ven a través de los barrotes hechos por ellos mismos.

Miro a mi esposo, buscando respuestas en su rostro, mientras que silenciosamente susurro una oración para que él tenga la sabiduría que necesita para una tarea tan grande. ¿Podrá él decir algo que los haga ver que la telaraña que está atando a su familia fue hilada por ellos mismos? ¿Será capaz de decir a esta esposa exigente, atada en cuerdas gruesas de amargura, imaginaciones escandalosas, desprecio para con su hombre, y emociones románticas que cree son espirituales, que las cuerdas que atan a su esposo, cuerdas que ella desprecia, son cuerdas que ella ató?

Como Eva, ella arranca el fruto de amargura, lo comparte con su esposo, y después critica su falta de liderazgo. Su falta de confianza ante Dios y el hombre, su falta aparente de interés en estudiar la Palabra, y su indecisión para dirigir a su familia no son cuerdas que él haya hecho; son cuerdas que ella ató a través de su insatisfacción para con él como hombre. Él no entiende qué es lo que lo ata. Su enojo ante circunstancias que no puede entender y no parece controlar seca su confianza ante Dios. ¿Cómo puede él subir ante un Dios Todopoderoso si no puede complacer a su propia esposa? Ellos son "coherederos de la gracia de Dios," pero nunca pueden mantener una unión suficientemente larga para heredar. Así es que sus hijos deberán enfrentar la vida sin la gracia de la vida. ¿Qué esperanza tienen?

La mujer ve a las parejas en que el hombre es poderoso, confiable y recibe honor de muchos. Ella siente su magnetismo y masculinidad mientras que mira a su esposa y sonríe. "¿Cómo puede ser que esa mujer obtenga un esposo poderoso en Dios, un esposo tan amoroso?" Ella no puede entender por qué la vida le permitió tal suerte. Ella tiene tanto talento, tanto porte, es tan lista para ministrar, pero tiene que arrastrar a su esposo hacia adelante.

La esposa va a reuniones de mujeres y "comparte" la triste historia de su esclavitud a un esposo carnal e insensible. Lamenta los errores que cometió cuando era menos "espiritual". Ahora ella sufre las consecuencias de "haberse casado con el hombre incorrecto." Pero ella valientemente "muere a sí misma" y permite a su esposo saber su largo sufrimiento--con un énfasis en el sufrimiento. Ella se asegura de que él se dé cuenta del tiempo que ella ocupa para la oración y el estudio de la Biblia.

Ella se aflige de su oportunidad perdida y sueña con lo que hubiera sido si ella se hubiera casado con un hombre fuerte, poderoso, un hombre conocido por su sabiduría. ¿No sabe ella que su hombre podría ser todo eso si ella sólo le permitiera ser libre? Como Dalila cortando la fuerza de Sansón, ella corta a su esposo y lo deja expuesto a los filisteos de este mundo. Cualquier hombre con el que ella se casara, palidecería pronto ante sus ojos, porque él también sería debilitado por su crítica. Después que ella corta a su esposo, su insatisfacción crece y ella busca a otros para condenar y controlar. Otros hombres, sus hijos, y finalmente los líderes de su iglesia sienten el aguijón de su lengua.

Al mirar al otro lado del salón, ¿cuántos entre los presentes estarán así de enredados? La burla de esta esclavitud es muy triste. Más que nada, la mujer quiere que su esposo sea un "hombre espiritual"; y más que nada él quiere agradar y servir al Dios viviente. ¿Por qué entonces alguien--cualquiera--no les habla acerca de las cuerdas que atan sus espíritus, y lentamente sofocan la vida abundante de su relación? ¿Por qué no los desata alguien? Pero, tal vez, alguien ha tratado y tratado muchas veces.

Querida Hermana, ¿eres alguna de las que están entre el público, que han permitido que sus ataduras envuelvan a su esposo? ¿Le has robado su masculinidad con tu descontento? ¿No quisieras liberarlo? Como un hombre cuyas manos están atadas, tal vez la circulación tarde un poco en fluir, pero fluirá. ¿Dirás a tu corazón y alma que salten con gozo y deleite cuando pienses en tu esposo? ¿Disfrutarás no sólo la emoción de servirle sino de bendecirlo con un abandono absoluto?

Con razón no te sientes amada. Él no está libre para amar. Su trabajo no es servirte; y tu trabajo no es ver que lo haga. Querida Hermana, pon a un lado las cosas que te atan, y Dios te mostrará qué relación tan maravillosa, preciosa y deleitosa puedes tener en este viejo planeta tierra. Las cosas de las que te estás perdiendo son inexpresables. Cuando miré sobre el público susurré, "Dios, ¿cómo les digo que hay luz, si todo lo que han visto es obscuridad? ¿Cómo puedo decirles que corten sus cuerdas, cuando piensan que es otra persona la que está atada?"

Copyright 1997 Church at Cane Creek